Con un argumento tan simple como absurdo, y unos diálogos repetitivos - y por ende - carentes de sentido, nos aventuramos al sinsentido en dos actos y cinco personajes.
Estamos ante una breve pero contundente obra teatral, evidentemente, no cualquier teatro, sino el del absurdo. Lo irónico (o tal vez, es ahí donde radica el genio) es que demuestra en cada acto, en cada omisión, en cada dialogo, el hastío y lo repetitivo del día a día, tal como nuestros personajes, mismos que esperan a Godot, pero, Godot nunca llega. Entonces, para matar el tiempo y evitar que el tiempo los mate a ellos, hablan cosas repetitivas y totalmente carentes de sentido, llegando al punto que el lector/espectador podría desesperar al ver que, literalmente, no pasa nada, que el tiempo es irrelevante, que, sin importar lo que hagan o dejen de hacer, Godot nunca llega; lo cual los lleva a la idea del suicidio, pero, argumentan que solo Godot podrá salvarlos, entonces…¿fue Beckett un genio?
Es sorprendente la gran carga psicológica y filosófica que se encuentra en tan solo dos actos, incluso en un par de cortos y repetitivos diálogos, cinco personajes y un escenario frio, gris y precario. Es importante saber que Beckett fue uno de los más destacados representantes del movimiento de vanguardia europea, por lo que cumple su función de una forma sencilla pero cruda y contundente. Una verdadera obra maestra, el pináculo del teatro del absurdo.
Evidentemente es esencial leerse con calma, sin desesperar y entender, como Gogo y Didi, lo absurdo de la vida y de nuestra existencia, entonces, ¿qué representa Godot?, ¿un dios ausente, el paso del tiempo, la felicidad, la muerte, lo absurdo, el sinsentido de la vida, la vida misma? Es ahí donde entra el papel del lector/espectador o tal vez, es Beckett haciendo su magia.
Cierro con su siguiente fragmento: “¿Qué hacemos aquí?, éste es el problema a plantearnos. Tenemos la suerte de saberlo. Sí, en medio de esta inmensa confusión, una sola cosa está clara: estamos esperando a Godot”
Irving Romero