Diaz Ramos G.
gilramos19@gmail.com
8 de agosto de 2019
Estas ruinas que ves
de Jorge Ibargüengoitia
Estaba en el café, recién llegaba cuando ya estaba ahí el maestro Juan Toribio, sus lentes redondos se asoman sobre el libro que leía con tanta concentración que no se percató cuando me senté en la mesa; fue hasta después que le comenté al mesero lo que iba a tomar que Juan Toribio bajó el libro y me saludó.
El maestro era un hombre que empezaba a entrar en años, lo podías adivinar por su pelo con algunas canas, sus lentes redondos y su barba que le dan un aire intelectual. Siempre que lo veía o lo encontraba, no perdía ocasión para recomendarme algún libro para leer. El mesero trajo mi pedido y fue cuando Juan Toribio me dijo:
Este tiempo de neblina y lluvia me recuerda cuando daba clases en la Universidad, fue una buena época, había más árboles y el clima en Xalapa siempre fue éste, lo extraño. Recuerdo que por esos años leía sentado en algún café
Estas ruinas que ves de Jorge Ibarguengoitia. ¿Lo conoces? Es un buen libro para sentarte a reír un rato, de esos libros que puedes leer de una sentada. Sí hombre, en un rato. La película salió después, pero eso ya fue otro andar.
El caso es que me identificaba con Paco. Porque cuando llegué a dar clases, me encontré con personajes de todo tipo dentro de la Universidad y el libro trata de eso. El personaje de nombre Francisco y de apellido Aldebarán de los Aldebarán de Cuevano, hijo de Doña Matilde y de Don Pepe, regresa a dar clases de literatura a su lugar de origen, Cuevano.
Los momentos divertidos y atrevidos a lo largo de la novela no faltan y mi favorito es cuando salen tomados a orinar. El humor académico, el sarcasmo, el doble sentido y las costumbres que se suelen llevar en provincia, son temas que encontrarás en esta novela, todo con el toque divertido e irreverente que Jorge Ibargüengoitia tiene a la hora de contar historias.
En fin, es un libro que puedes encontrar todavía en las librerías locales y que de igual forma su historia sigue estando vigente. Porque, aunque pasen los años, los maestros siguen siendo, sólo algunos: personajes, genios y figuras.
Después, me preguntó la hora y pidió la cuenta. Se puso su sombrero de tela, se acomodó su chamarra, se despidió de mi y salió a la neblina tarareando "Volver" ese tango que, ahora que lo pienso, queda bastante bien con el libro
Estas ruinas que ves de Jorge Ibargüengoitia.
Volver con la frente marchita tarara rara ra platearon mi sien...