Tusquets editores, 729 pp.
Es octubre de 1944. Franco lleva ya 6 años de gobernar, a sangre, hierro y fuego la nación española. Todo parece inmóvil, sedentario. La tierra está apaciguada con la bota castrense. Aquellos, republicanos, comunistas, anarquistas o ingenuamente demócratas que soñaron con hacer de España un país gobernado por instituciones y no por dictaduras ni por monarquías yacen en los sepulcros, en las cárceles, en el destierro, en el exilio francés, mexicano, en las cabañas campesinas, en los suburbios, en los escondrijos. Silenciados, humillados, metidos en los sótanos, temerosos del vecino, del amigo, del hermano, del compañero de escuela: cualquiera puede dar el grito, cualquiera puede anunciar su presencia, cualquiera puede denunciar su credo, su lucha, su esperanza.
Allá, en la frontera con Francia, refugiados en cualquier pueblillo, a salto de mata, un millar de españoles huidos, reacios a la humillación, a la mala suerte, se hermanan con la esperanza, con el coraje, con el sueño de ver otra vez a su patria libre de la dictadura. Confiados en que la inminente guerra mundial va a descabezar al fascismo italiano, al nazismo alemán, se preparan para emprender el retorno a su patria. Cuidadosamente se entrenan y, cuando sienten la ocasión propicia, cruzan la frontera. Bien adiestrados pero sabiendo que son minoría, van a rescatar a su patria de la bota castrense. Y la entrada, sorpresiva, inesperada por los mandos franquistas, se produce por el valle de Arán. Es octubre de1944. Los aliados deberán vencer: los fascistas, los nazis, deberán ser sometidos. Entonces, Franco será condenado mundialmente. Entonces renacerá la república española...
En medio de la incursión armada que busca derrocar al bien estructurado y avituallado ejército franquista, surge la incontenible fuerza de un enamoramiento. La ficción se asume como realidad en Inés, hija consentida de una familia franquista, hermana de un falangista que asciende en la escala del poder y Galán (Fernando González Muñiz), incansable luchador republicano. E Inés, plantando familia, posición y confort, huye del hogar y busca y encuentra a los levantados en el minúsculo pueblo de Bosost. Allí teje su propia aventura, su amor encandilado, su pasión por el militante comunista y convive con los soñadores guerrilleros, a quienes atiende solícita y afanosa con sus innegables dotes de hábil cocinera. Y allí conoce y sabe de los entretelones de la política, de las triquiñuelas, amoríos, alianzas y traiciones que se suscitan en los intestinos del partido comunista. De los amores y las luchas de la Pasionaria, que, desde la lejana Rusia, manda y comanda a sus huestes francesas, pronto sometidas a la bota hitleriana y a las menguadas y desperdigadas militancias españolas que sobreviven y se reagrupan como pueden bajo la égida de Carmen de Pedro, una desangelada y enamorada mujer que se liga con el hábil Jesús Monzón, quien se aúpa al poder sobre las grupas de su mujer hasta que el destino, personificado en los esbirros franquistas, lo alcanza, lo despoja del poder y lo recluye en inhumana mazmorra.
Aquella invasión del valle de Arán quedó como una utopía, como un sueño, trágico y doloroso. Buscó la adhesión de los españoles, de los buenos españoles que soñaron con sacudirse una dictadura que los dividió, que los enfrentó unos contra otros, que les aniquiló las esperanzas durante casi 40 años y, sin embargó, nunca llegó.
La desidia, el cansancio, el miedo, la desilusión finalmente se conjugaron y aquellos soñadores que cruzaron la frontera entre Francia y España para restablecer la libertad en su patria vieron su lucha deshilachada, rota y sumida en el olvido: nadie acudió en su ayuda, nadie quiso saber de ellos, nadie supo de su ilusión, nada quedó de su aventura. Y como niebla, envolviéndolo todo, el egoísmo, el interés espurio, las intrigas y las traiciones, el dogmatismo, el protagonismo y la mezquindad de los dirigentes del partido que viven de espaldas, enfrascados en sus propias ambiciones de poder.
Con su habilidad narrativa, con abundancia de giros lingüísticos, con su vocabulario rico y metafórico, con su magistral manejo de los tiempos literarios, Almudena Grandes hace alarde de una investigación minuciosa de ese acontecimiento político-militar que, como insiste ella, ha permanecido desconocido, menospreciado o totalmente ignorado por los españoles.
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
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