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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Ni los oye ni los ve
Miguel Molina
17 de octubre de 2024
alcalorpolitico.com
Esta semana, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que no se reunirá con los representantes de la oposición de México ni dialogará con ellos, porque piensa en concentrarse en una conversación con el pueblo. Si la oposición quiere acercarse al gobierno, tendrá que hacerlo a través de la Secretaría de Gobernación. Ni más ni menos.

Hace más de treinta años, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari declaró que la oposición no existía para él: Ni los oigo ni los veo, dijo el mandatario, que a fin de cuentas "no dialogó con todos los grupos de la sociedad, y si acaso hubo diálogo fue sólo con los grupos dominantes de la sociedad mexicana, o con aquellos que adoptaron una actitud correcta frente a la figura presidencial", como señaló el Instituto Tecnológico y de Estudios Superior de Occidente, Iteso, en su análisis plural de mil novecientos noventa y cuatro.

En lo personal, tengo la sensación de que el discurso político dio la vuelta. Salinas ya se iba y Sheinbaum acaba de llegar a la Presidencia, aunque la oposición de hace treinta años era relativamente importante y la de ahora es prácticamente inexistente. Eso es lo de menos. Entonces como ahora la oposición también es pueblo, y el país no es propiedad del gobierno ni del partido que esté en el gobierno, como antes.


Quien no esté de acuerdo, que se calle

Todavía hay ciento treinta y cuatro diputados federales y cuarenta y dos senadores que representan a quienes votaron por la oposición, y hubo veintiún millones dos mil ochocientos treintaiún votos para candidatos presidenciales de la oposición, y ochenta y cinco mil seiscientos ochenta y nueve para candidatos no registrados.

No son mayoría, pero son millones de mexicanos cuyas voces ahoga el poder del que más grita en el Congreso, y como no son parte del pueblo bueno están oficialmente excluidos de un diálogo al que todos tienen derecho en todos los niveles, incluida la Presidencia.


Queda en el aire la vaina de que no se trata de alentar un proyecto político inclusivo para mejor servicio de la República, sino de un ejercicio para promover la idea de que el proyecto exclusivo de ese partido es el mejor y tendría que ser el único, y quien no esté de acuerdo que se joda hoy y calle para siempre. Nunca nadie nos dijo que así iba a ser esto.

Carlos Juan

Una madrugada supe que había muerto Carlos Juan Islas. Fue mi profesor en la prepa Juárez, mi amigo desde entonces, y mi colega en Punto y Aparte. Creo que siempre estuvo de buen humor, o cuando menos siempre estaba dispuesto a reírse según el ingenio con que se contara una historia. Me enseñó – aunque no aprendí bien – a buscar el buen humor en las personas y en las cosas. Gracias, Carlos Juan. Descansa en paz.


Desde el balcón
Uno sale un momento a buscar el cometa en el cielo de la noche. A veces hay nubes que desaparecen cuando ya no es hora de estar despierto, y el vientecito frío hace que uno explore con prisa el espacio y vuelva a la tibieza de la cama – es muy tarde y muy temprano para una malta – y sueñe, si tiene suerte.

Uno sueña que en la Cámara de Senadores de México se instala una tómbola para decidir el destino de la mitad del Poder Judicial, en un acto sin precedentes del Poder Legislativo: se hizo un sorteo previsto en una ley que todavía no se aprueba. Uno sólo ve las imágenes de lo que pasa, pero no puede oír qué dicen los senadores de la República, y termina dándose cuenta de que no se oye nada porque nadie dice nada porque no hay nada que decir. Es casi una pesadilla.

Uno despierta sobresaltado, da una vuelta en la cama, trata de dormir de nuevo, y sueña otra vez: alguien abre la puerta de una oficina sin ventanas, enciende una lámpara de mano, y dirige la luz hacia un archivero desvencijado; apaga la lámpara y camina en la oscuridad hasta el archivero, saca un llavero y una llave, y adivina donde está la cerradura, y hace girar la llave y jala el cajón, que se abre con un chirrido leve.


El sueño – que sombras suele vestir de bulto bello – permite ver lo que hay dentro del cajón. Cajas y cajas de huevo llenas de billetes que cabían en la gaveta porque los sueños son así, y su número era trescientos millones de pesos, y nadie sabía dónde estaban ahora esas cajas ni esos millones que descubrió el gobernador de Veracruz, excepto quien los había guardado en ese cajón de ese archivero de esa oficina de algún edificio. La lámpara se encendió fugazmente, y uno pudo ver fugazmente el rostro del personaje...