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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Los trescientos millones que no
Miguel Molina
22 de agosto de 2024
alcalorpolitico.com
Pues eso. La Corazonada del portal alcalorpolítico.com es impecable e implacable. Como se ha venido diciendo en varias entradas de este Diario, nadie sabe y nadie supo dónde están los trescientos millones de pesos que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez encontró en algún lugar de la autónoma Fiscalía General del Estado.

Esos trescientos millones no duraron mucho en el discurso público. Días después, semanas después, nadie hablaba ya de todo ese dinero. El secretario de Finanzas declaró que no tenía idea de los millones que había descubierto el gobernador. Y después hubo – y hay – silencio.

Se equivocaron quienes pensaban que García Jiménez iba a hablar sobre el tema en su penúltimo (porque habrá un último y séptimo e inaudito informe de gobierno). No dijo nada. No dijo mucho, pero de los millones que halló no dijo nada. Al parecer, ninguno de sus asesores le ha dicho que sus señalamientos públicos quedaron grabados y son prueba de que algo encontró o de que dijo una mentira.


Muchos descalifican el gobierno de García Jiménez por muchas razones, con razón o sin ella. Habrá que ver. El juicio del pueblo – que para algunos es la voz de Dios – y el juicio de la historia se escriben con manos distintas, en distintos cuadernos.

Sobre todo, el juicio de la historia se escribe sin prisa. Aquí se ha dicho que a quienes tienen el poder se les juzga dos veces. La primera vez es más fácil porque se descubren los errores inmediatos, los abusos, las corrupciones pequeñas y grandes, propias y ajenas, el trecho que hay entre las palabras y los actos.

La segunda vez se ve a los ex limpios ya de detalle, a grandes rasgos, y se les mide por las consecuencias de lo que hicieron, porque quienes tienen y tuvieron el poder no mandan únicamente para ahora sino también para después. Hay quien pensaba en los puestos que podía haber en su futuro, pero dudo que haya habido muchos que pensaran en lo que dejarán a las generaciones que vienen...


Esos juicios le esperan al gobernador, al gobernante: la opinión pública de lo inmediato (porque la memoria de la sociedad es a veces muy frágil) y el veredicto de la historia pondrán en perspectiva lo que hizo y lo que dejó de hacer, lo que quiso hacer y lo que no pudo o no supo hacer. Pero nunca se sabrá por qué aceptó algo que al parecer no quería ni esperaba. En todo caso, lo que se ve no se juzga, como señaló el clásico, porque no es necesario.

La voz del pueblo

Hay quienes confunden la democracia con votar. Van, cruzan el logotipo del partido cuyo candidato es el bueno, doblan la boleta, la depositan en la urna, pasan a que les manchen el dedo, y se van por donde vinieron, nos vemos en la próxima. Y creen que ya cumplieron, porque el que vota manda, y vuelve a votar si se equivoca.


Por eso, no tarda la idea de someter al voto ciudadano no sólo a los jueces y a los magistrados. Alguien propondrá el modelo de elección popular para nombrar a los secretarios y a los subsecretarios de Estado y de Despacho, y a los directores de todos los organismos públicos, y los directores de escuela y los profesores, y los médicos y las enfermeras, y hasta los agentes de Tránsito y los taqueros de cada esquina, según se pueda, como se vota a los ediles en los Ayuntamientos.

Si esas elecciones fueran muy complicadas, se podría recurrir a las tómbolas, como ya se ha hecho. La voz del pueblo y el azar o la necesidad dirían directamente a quién quieren como secretario de qué cosa. A ver quién le reclama al pueblo. O al azar, o a la necesidad.

Desde el balcón


Llovió el domingo, llovió el lunes. Hoy adorna la tarde un sol tímido, solecito, solito, que alumbra pero no calienta la brisa que estuvo soplando todo el día. Uno sale al balcón, mira el cielo sin nubes, los árboles sin pájaros, y prueba la malta que baila con el cubo de hielo, y sabe que por ahí va la cosa. Al cabo de un rato, entra a servirse un poco más (a wee dram, como dicen en Escocia) y siente el perfume de madreselvas que llena la sala.

A esto hemos llegado, piensa uno, y sale de nuevo al balcón. Hace dos días, uno vio cómo iba la sangre en la carótida propia, y oyó un sonido privado y nuevo y obsesivo, como de ola interior que no cesa. Nervo habría dicho que quien lo oyó no lo pudo ya jamás olvidar. En fin. Uno mueve la copa, tal vez suspira, y bebe un chupito de malta que no logra callar la música que todos llevamos por dentro.

La semana que viene


Por razones que no vienen al caso, la semana próxima no enviaré la entrada semanal de este Diario. Mis escasos lectores tendrán que disculpar la ausencia. Los demás no se darán cuenta...