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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Por eso hay que votar
Miguel Molina
30 de mayo de 2024
alcalorpolitico.com
Es verdad que hay días en que el día no llega, y hay días en que llega casi sin que nos demos cuenta, como ahora, como las elecciones del primer domingo de junio, que también puede ser un mes cruel, sobre todo para quienes irán perdiendo el poder lenta pero inexorablemente. El lunes amaneceremos con otros gobiernos, que pueden ser los mismos de antes o los mismos de ahora, que no es igual porque todo es relativo.

Hay que votar. Lo importante, lo necesario, es que los gobiernos que resulten sean producto de una mayoría intachable, abrumadora, nacional, incluyente, porque a fin de cuentas la Patria somos todos, aunque no estemos de acuerdo unos con otros. No basta votar: hay que elegir a quienes puedan hacer posible lo necesario, que es el fin de la política según el clásico.

El domingo que viene – escribo estas líneas a finales de mayo – el país va a cambiar o va a seguir siendo como hasta ahora. Hay quienes piensan que todo va bien, hay quienes piensan que no todo va bien pero no todo va mal, hay quienes piensan que todo va mal, y hay quienes no piensan y creen que el voto y la vaina de las elecciones no sirven para nada. Hay quienes piensan que el país sigue siendo como antes: el mismo infierno pero con diferentes diablos. Hay quienes aseguran que México cambió y ofrecen que todo seguirá cambiando para bien.


Lo que no se puede negar es que hay una división profunda y dolorosa que va más allá de la política. Hay nosotros y hay ellos. Los partidos usan uniformes para diferenciarse de los otros. El discurso político de ambos lados está lleno de agravios en vez de propuestas para hacer algo en alguna parte del país, que es tan grande como ajeno para muchos. Lo que se necesita ahora es claridad y confianza. Por eso hay que votar.

Tal vez ya no importa

A ver. Si uno recurre a la matemática recreacional – que nomás sirve para dar gusto a quien la usa – un billete de quinientos pesos pesa poco más de un gramo, y mil billetes de quinientos pesos pesan un kilo y cachito, y un millón de pesos pesaría dos kilos y cuarto, y trescientos millones de pesos pesarían unos seiscientos setenta y cinco kilos. Es un montón de billetes y un montón de kilos.


Ese montón de billetes lo encontró a finales de enero el ingeniero gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, en una oficina de la Fiscalía General del Estado, y anunció su hallazgo en una conferencia de prensa. "Lo puedo probar", dijo, "hay pruebas". No dijo qué hacía el gobernador en una dependencia del Poder Judicial, ni en qué oficina encontró el dinero, ni quién se hizo cargo de él, ni qué ha pasado desde entonces, ni dónde están esos millones, aunque tal vez ya no importa. Nadie volvió a decir nada sobre esa vaina. Ni el ingeniero gobernador ni nadie. Hay pruebas.

Desde el balcón

Quién sabe cómo se llaman. Dice Liz que son geranios. Son unas flores rojas que de pronto llenaron de luz el barandal, y le cambiaron el humor a la tarde. La malta ayudó a que todo eso pasara. El día se ha ido entre resolanas tímidas y lloviznas sin ganas, y la algarabía ocasional de las ranas en el jardín de la Paz. La tarde es un susurro de frondas y palomas que cantan a los lejos lo que cantan en los árboles de enfrente. Es miércoles.


Uno piensa en todo eso. El sol, la llovizna, la brisa, el bullicio, el ruido de las hojas en la brisa, la voz de las palomas, la malta, las elecciones del domingo. Uno votaría si pudiera, aunque volviera a equivocarse.