11 de julio de 2024
alcalorpolitico.com
Pronto habrá nuevos gobiernos aquí y allá. Allá reciben un país marcado por carencias y desigualdades, dividido en ellos y nosotros, sometido por la violencia – aunque el discurso oficial diga que todo está en paz y que México está a toda madre y vamos bien, vamos muy bien –, agobiado por sequías e inundaciones, al final de gobiernos marcados aquí por la inexperiencia y allá por la ofensa y el agravio. No hemos oído ningún mensaje de Claudia Sheinbaum a la oposición, que también es pueblo, aunque no sea bueno en el discurso presidencial.
Por lo pronto, el gobierno que viene aquí recibe un estado que una vez fue granero y yunque de la Nación y dejó de serlo hace tiempo, con una mayoría legislativa abrumadora que tendrá que atender los asuntos no resueltos en la cámara de diputados que se va, y resolver los que vienen. Aquí, como allá y en otras partes, hay violencia: extorsión, secuestros, balaceras, incendios, miedo, y otras cosas que tal vez uno no imagina todavía. La lista de lo que esperan los mexicanos, y los veracruzanos, es larga.
Y allá y aquí hay asuntos pendientes con la salud, la educación, el bienestar social, y el acceso a electricidad, al agua – sobre todo al agua –, al gas, a la internet, y el estado de los caminos y las carreteras, y los hospitales que hay y los que tal vez haya, y las escuelas que faltan y lo que les falta a las escuelas, y una lista larga de pendientes. De ese tamaño es el compromiso del gobierno que viene, aquí y allá.
Los beneficios de la cuarta transformación no son pocos. Por primera vez en sus vidas, millones de personas – jóvenes y viejos – recibieron apoyos económicos, y entendieron que el gobierno les tendía una mano solidaria, en un proceso inédito en la vida de la Nación. Muchos – millones – se sintieron por fin parte de algo, y percepción es realidad. Pero al mismo tiempo muchos – millones – se sintieron excluidos porque no veían el mundo ni el país ni el estado desde el punto de vista del gobierno.
El reto principal de la presidenta y de la gobernadora que vienen es eliminar la división dogmática que el presidente que se va ha predicado en las mañaneras, y buscar puntos de coincidencia entre lo que quiere lo que sigue de la cuarta transformación – o lo que busca la quinta o como se vaya a llamar ahora o después – y lo que querían y siguen queriendo quienes no votaron por las ganadoras de las elecciones, pero también son ciudadanos con derechos. Alguien tiene que estar haciendo una lista de lo que se necesita para gobernar para todos.
Desde el balcón
Parece que por fin es verano. Si uno sale al balcón descamisado, y hace cantar el hielo en el vaso de malta y mira a su alrededor, oye el final de la sesión de piano del vecino, que insistió una hora en tocar algo de Schubert, y la primera alegría de los pájaros de la tarde en el parque de enfrente. La brisa es más bien tibia, y hay una luz discreta que baila a veces en la calina y no deja ver la montaña. Uf.
Uno cede al calor y cabecea. En la penumbra del sueño uno ve como si fueran verdad los trescientos millones de pesos que encontró el gobernador de Veracruz – tengo pruebas, dijo – y uno ve cómo desaparecen del discurso público y del discurso político y de todas partes. Uno despierta con sobresalto. El solitario hielo de la malta hizo palidecer el trago pero lo mantuvo fresco. Sabrá Dios, dice el bolero, uno no sabe nunca nada.
Por lo pronto, el gobierno que viene aquí recibe un estado que una vez fue granero y yunque de la Nación y dejó de serlo hace tiempo, con una mayoría legislativa abrumadora que tendrá que atender los asuntos no resueltos en la cámara de diputados que se va, y resolver los que vienen. Aquí, como allá y en otras partes, hay violencia: extorsión, secuestros, balaceras, incendios, miedo, y otras cosas que tal vez uno no imagina todavía. La lista de lo que esperan los mexicanos, y los veracruzanos, es larga.
Y allá y aquí hay asuntos pendientes con la salud, la educación, el bienestar social, y el acceso a electricidad, al agua – sobre todo al agua –, al gas, a la internet, y el estado de los caminos y las carreteras, y los hospitales que hay y los que tal vez haya, y las escuelas que faltan y lo que les falta a las escuelas, y una lista larga de pendientes. De ese tamaño es el compromiso del gobierno que viene, aquí y allá.
Los beneficios de la cuarta transformación no son pocos. Por primera vez en sus vidas, millones de personas – jóvenes y viejos – recibieron apoyos económicos, y entendieron que el gobierno les tendía una mano solidaria, en un proceso inédito en la vida de la Nación. Muchos – millones – se sintieron por fin parte de algo, y percepción es realidad. Pero al mismo tiempo muchos – millones – se sintieron excluidos porque no veían el mundo ni el país ni el estado desde el punto de vista del gobierno.
El reto principal de la presidenta y de la gobernadora que vienen es eliminar la división dogmática que el presidente que se va ha predicado en las mañaneras, y buscar puntos de coincidencia entre lo que quiere lo que sigue de la cuarta transformación – o lo que busca la quinta o como se vaya a llamar ahora o después – y lo que querían y siguen queriendo quienes no votaron por las ganadoras de las elecciones, pero también son ciudadanos con derechos. Alguien tiene que estar haciendo una lista de lo que se necesita para gobernar para todos.
Desde el balcón
Parece que por fin es verano. Si uno sale al balcón descamisado, y hace cantar el hielo en el vaso de malta y mira a su alrededor, oye el final de la sesión de piano del vecino, que insistió una hora en tocar algo de Schubert, y la primera alegría de los pájaros de la tarde en el parque de enfrente. La brisa es más bien tibia, y hay una luz discreta que baila a veces en la calina y no deja ver la montaña. Uf.
Uno cede al calor y cabecea. En la penumbra del sueño uno ve como si fueran verdad los trescientos millones de pesos que encontró el gobernador de Veracruz – tengo pruebas, dijo – y uno ve cómo desaparecen del discurso público y del discurso político y de todas partes. Uno despierta con sobresalto. El solitario hielo de la malta hizo palidecer el trago pero lo mantuvo fresco. Sabrá Dios, dice el bolero, uno no sabe nunca nada.