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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
El futuro de la oposición
Miguel Molina
7 de junio de 2024
alcalorpolitico.com
Pues eso. Morena ganó, y su victoria va a permitir – al menos en teoría – la continuidad de la cuarta transformación al menos hasta dentro de seis años: cambios de las estructuras de poder y de gobierno, una reorganización profunda de las autonomías y las formas del Poder Judicial y de la autoridad electoral, y otras modificaciones a la vida institucional tal y como la conocemos. Puede ser.

Pero los resultados de las elecciones no sólo sirven para saber quién ganó y quién perdió, sino para entender por qué pasó lo que pasó. Ahora más que nunca es claro que los partidos que conocemos o conocimos como la oposición – el menage atroz – tienen que reflexionar sobre su pasado, su presente y su futuro. Más que nada sobre su futuro.

El futuro de la oposición es reinventarse, encontrar nuevas estrategias políticas y políticos jóvenes tanto la oposición como Morena, funcionar como Dios manda y como manda la ley, que casi obliga a los partidos a hacer lo que vagamente se puede considerar como trabajo social. Tienen que renacer de las cenizas que dejó el primer domingo de junio.


Después de todo, los partidos políticos son entidades de interés público, según el artículo cuarenta y uno de la Constitución, y tienen – o deben tener – como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional, entre otras cosas. Habría que ver. Pero si no lo hicieron antes será difícil que lo hagan ahora.

Hasta ahora, los únicos beneficiados de la alianza opositora a Morena han sido los dirigentes de los partidos, que sin su candidata común no habrían llegado a ninguna parte. Uno de ellos, el PRD, está a punto de desaparecer como fuerza política. Los otros dos, el PRI y el PAN, probablemente perdieron la credibilidad que les quedaba y consiguieron votos gracias a algunos candidatos que estaban más allá de toda sospecha. A eso llegaron.

Si llega a producirse, la reforma de los partidos será consecuencia de la cuarta transformación, que ahora ya obliga a cambiar a propios y a extraños. Ojalá que sea para bien de la República.


Desde el balcón

La tarde está para Chopin. Uno evoca los sábados de hace tiempo, cuando había talleres de lectura en la casa que fue de Juan Vicente Melo, y uno tomaba un camión de segunda de Xalapa a Veracruz, y oía una y otra vez el primer concierto de don Federico para piano, que tocaba Rubinstein (un músico tan grande que no necesitaba nombre, aunque se llamaba Arthur) en mi Walkman entre Plan del Río, Rinconada, Puente Nacional, Paso de Ovejas, Tolomé, Tierra Colorada, de aquí pallá y de allá pacá. Llegaba uno en estado de gracia a hablar sobre los cuentos de Jorge Ibargüengoitia.

Esta tarde, como es un junio tibio, uno encuentra esa música de viaje de otro tiempo, sale al balcón, baja el toldo, se acomoda en la silla verde que está junto a la mesa amarilla, y mira el rojo de los geranios y los colores tímidos de otras flores, y huele aromas de tomillo y de romero. Los pájaros se mezclan con la música como si así hubiera sido siempre. La vida es así.


Uno intuye que ya nadie nunca sabrá en qué pararon, en qué manos quedaron, a dónde fueron a dar los trescientos millones de pesos que encontró el gobernador Cuitláhuac García Jiménez en una oficina de la Fiscalía General del Estado. Con esa suma se podría pagar una semana de comidas corridas para cuatrocientos veintiocho mil personas en muchos restaurantes de Veracruz. O algo así. Debe ser difícil perder tanto dinero.

Pero no. Chopin juega con el piano, sopla una brisa discreta y uno saborea la malta. No hace tanto calor y el cielo está nublado. Uno merece más, pero con eso se conforma.