5 de diciembre de 2024
alcalorpolitico.com
Lo primero que se verá es la actitud del gobierno que comienza hacia lo que hizo o dejó de hacer el gobierno que se fue hace unos días. Específicamente, lo que hicieron o dejaron de hacer los ahora ex funcionarios. No es poca cosa.
Por un lado, está en juego la credibilidad de quienes afirman que pertenecen a una clase política que ni miente, ni roba, ni traiciona al pueblo. Por otro lado, está la obligación legal de investigar las enormes sumas que el gobierno de Veracruz devolvió al gobierno federal, disfrazadas de ahorros en vez de usarlas para las obras y los servicios que eran y siguen siendo tan necesarios para el estado.
La palabra presidencial no es suficiente para disculpar el mal gobierno. No basta decir que el exgobernador, Cuitláhuac García Jiménez, fue o es un funcionario honesto – justo, intachable, cumplidor, según los diccionarios –, porque la honestidad implica cumplir a cabalidad con las responsabilidades que marca la ley, que sigue siendo la ley, y no fue así, en opinión del pueblo bueno veracruzano.
Las obras de las que presumieron García Jiménez y sus funcionarios en informes y comparecencias fueron caminos de papel, escuelas de papel, hospitales de papel, puentes innecesarios, vainas sin ton ni son como la construcción de un estadio de futbol – sin terminar – que no es sede de ningún equipo, o la construcción de un recinto deportivo – sin terminar – que recibió en comodato un empresario.
Según el discurso oficial, las carencias y los males que sufre Veracruz se deben a los gobiernos anteriores, aunque las casas, los ranchos, los negocios, y las fortunas – inexplicables pero explicables – de quienes ahora son exfuncionarios se deben al gobierno que terminó.
La vergüenza de haber sido
Lo que ningún discurso puede explicar y mucho menos ignorar es el desvío de cinco mil millones de pesos a través de más de doscientas empresas fantasma que florecieron durante la administración de García Jiménez.
Hay pruebas documentales de este ejercicio de corrupción (direcciones falsas, sociedades formadas al vapor, contratos que no corresponden a la razón social de las compañías, costos inflados, contratos incumplidos), aunque lo más probable es que ninguna autoridad de Morena investigue los presuntos fraudes de un gobierno de Morena, y que el exgobernador reciba un cargo federal nimio que lo proteja, como pasaba cuando había otros partidos en el poder.
Lo más probable es que algunos funcionarios del gobierno que se fue terminen en la cárcel, y también es probable que la mayoría quede impune. Pero todos llevarán en la conciencia – los que tengan conciencia, que no son necesariamente todos – la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Desde el balcón
Malta en mano, uno sale al balcón – otro balcón, donde se siente el fresco del río Miño – y mira las luces que adornan el paseo, y oye la música de la rondalla de Pexegueiro (panderos, castañuelas, gaitas, tambores, clarinetes, güiros y otros instrumentos) y siente algo parecido a la nostalgia.
Es domingo, y Rocío Nahle asumió el cargo de gobernadora de Veracruz con la presidenta Claudia Sheinbaum como testigo de calidad. Ni una ni otra preguntaron – porque exigir sería demasiado – dónde están los trescientos millones de pesos que encontró el honesto y ahora exgobernador Cuitláhuac García Jiménez, que no aparecen en las cuentas de la secretaría de Finanzas ni en ninguna otra parte.
Ya no se sabrá. Será una raya – trescientos millones de rayas – más al tigre. La malta entibia la noche y los ochenta músicos de la rondalla y su concierto iluminan lo que les sale al paso en el otro lado del mundo. Ellos tampoco saben dónde quedó ese dinero, y llenan de melodías el alto cielo de Galicia.
Por un lado, está en juego la credibilidad de quienes afirman que pertenecen a una clase política que ni miente, ni roba, ni traiciona al pueblo. Por otro lado, está la obligación legal de investigar las enormes sumas que el gobierno de Veracruz devolvió al gobierno federal, disfrazadas de ahorros en vez de usarlas para las obras y los servicios que eran y siguen siendo tan necesarios para el estado.
La palabra presidencial no es suficiente para disculpar el mal gobierno. No basta decir que el exgobernador, Cuitláhuac García Jiménez, fue o es un funcionario honesto – justo, intachable, cumplidor, según los diccionarios –, porque la honestidad implica cumplir a cabalidad con las responsabilidades que marca la ley, que sigue siendo la ley, y no fue así, en opinión del pueblo bueno veracruzano.
Las obras de las que presumieron García Jiménez y sus funcionarios en informes y comparecencias fueron caminos de papel, escuelas de papel, hospitales de papel, puentes innecesarios, vainas sin ton ni son como la construcción de un estadio de futbol – sin terminar – que no es sede de ningún equipo, o la construcción de un recinto deportivo – sin terminar – que recibió en comodato un empresario.
Según el discurso oficial, las carencias y los males que sufre Veracruz se deben a los gobiernos anteriores, aunque las casas, los ranchos, los negocios, y las fortunas – inexplicables pero explicables – de quienes ahora son exfuncionarios se deben al gobierno que terminó.
La vergüenza de haber sido
Lo que ningún discurso puede explicar y mucho menos ignorar es el desvío de cinco mil millones de pesos a través de más de doscientas empresas fantasma que florecieron durante la administración de García Jiménez.
Hay pruebas documentales de este ejercicio de corrupción (direcciones falsas, sociedades formadas al vapor, contratos que no corresponden a la razón social de las compañías, costos inflados, contratos incumplidos), aunque lo más probable es que ninguna autoridad de Morena investigue los presuntos fraudes de un gobierno de Morena, y que el exgobernador reciba un cargo federal nimio que lo proteja, como pasaba cuando había otros partidos en el poder.
Lo más probable es que algunos funcionarios del gobierno que se fue terminen en la cárcel, y también es probable que la mayoría quede impune. Pero todos llevarán en la conciencia – los que tengan conciencia, que no son necesariamente todos – la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Desde el balcón
Malta en mano, uno sale al balcón – otro balcón, donde se siente el fresco del río Miño – y mira las luces que adornan el paseo, y oye la música de la rondalla de Pexegueiro (panderos, castañuelas, gaitas, tambores, clarinetes, güiros y otros instrumentos) y siente algo parecido a la nostalgia.
Es domingo, y Rocío Nahle asumió el cargo de gobernadora de Veracruz con la presidenta Claudia Sheinbaum como testigo de calidad. Ni una ni otra preguntaron – porque exigir sería demasiado – dónde están los trescientos millones de pesos que encontró el honesto y ahora exgobernador Cuitláhuac García Jiménez, que no aparecen en las cuentas de la secretaría de Finanzas ni en ninguna otra parte.
Ya no se sabrá. Será una raya – trescientos millones de rayas – más al tigre. La malta entibia la noche y los ochenta músicos de la rondalla y su concierto iluminan lo que les sale al paso en el otro lado del mundo. Ellos tampoco saben dónde quedó ese dinero, y llenan de melodías el alto cielo de Galicia.