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Columnas y artículos de opinión
Kairós
Perfidia
Francisco Montfort Guillén
29 de junio de 2016
alcalorpolitico.com
A la memoria de Juan María Alponte: Ha vivido
 
La deslealtad y la traición caracterizaron por muchos años a Inglaterra. La Pérfida Albión, la nombraron sus enemigos y socios. La arrogancia imperial, la superioridad productiva, económica, guerrera le permitían hacer saber y sentir que “Inglaterra no tenía amigos, sino sólo intereses”. La época imperial hace décadas que terminó para el ahora Reino Unido. En libro magistral, mi maestro Juan María Alponte, recientemente fallecido, mostró el camino irreversible vivido por la orgullosa y singular sociedad inglesa. Inglaterra: del imperio a la nación se titula el análisis político y sociológico. Ahora, Alponte estaría fascinado por el desafío intelectual de interpretar con fineza y tino provenientes de la incertidumbre provocada por la decisión democrática de este país. Pienso en él. Lo sigo admirando.
 
Precisamente lo que en el libro destaca Juan María Alponte es la inviabilidad de mantener en funciones un imperio colonial frente al surgimiento de un nuevo imperio como el estadunidense, soportado básicamente por su potencial derivado de la investigación y el desarrollo (R&I). Inglaterra tuvo que recurrir a la formación y organización política adecuada a las imposiciones del capitalismo post Primera Guerra Mundial. Es decir, la guerra que puso fin al imperio Austro-Húngaro y al Califato musulmán de Estambul. El conflicto bélico que demostró la necesidad de abatir fronteras, para expandir las fuerzas productivas impulsadas por el capitalismo industrial.
 

Grandes territorios pero sin masas esclavas, sí con personas libres, con buen poder de compra, que sostuvieran el consumo de mercancías de valor agregado; manejo tecnocientífico de los recursos naturales, más que su apropiación directa; manejo democrático de sus posesiones todavía importantes (Australia y Canadá, entre otras). Estas realidades sociológicas dieron a Inglaterra nueva fisonomía. Sus problemas apenas conocerían mejor solución después de la Segunda Guerra Mundial. Para entonces, el Imperio era ya únicamente nostalgia. La realidad impuso a Inglaterra la obligación de ser un socio confiable, dialogante, comprometido y dejar atrás la deslealtad, la traición y el quebranto.
 
Ahora la Albión de las enseñanzas sobre democracia, Revolución Industrial, combate al conformismo social y al parasitismo estatal ha quedado atrás. La gobiernan políticos irresponsables que en aras de subir al poder engañaron a su sociedad con una perversa campaña en contra de la realidad: hicieron creer a sus ciudadanos que es posible, desde el aislamiento y el rencor, gobernar una sociedad democrática insertada en la globalización financiera y económica: en la interdependencia obligada entre naciones y sociedades.
 
Ningún país puede sobrevivir y abonar a la tranquilidad del bienestar de los ciudadanos mediante fobias convertidas en decisiones políticas. Los irresponsables políticos ingleses, empezando por su actual Primer Ministro, David Cameron, prometieron terminar con las olas de migrantes; dejar de subvencionar a la Unión Europea e invertir los respectivos 50 millones de libras en el sector salud; prometieron también que es factible mantener el estado de cosas en su sistema de seguridad social sin alterar las condiciones laborales. Perversamente, les dijeron a sus ciudadanos que la entrada formal a la Unión Europea impediría a Su Majestad convocar el Parlamento y decir su discurso inaugural. Los ciudadanos ingleses de mayor edad y menos escolaridad entraron en pánico, sin siquiera ver que en España gobierna la monarquía constitucional. Inglaterra para muchos de sus socios, muy enojados, volvió a ser la Pérfida Albión, el socio no confiable. Ver para creer.
 

Vivimos un cambio de época. La Revolución Industrial, nacida en Inglaterra, (máquinas que producen máquinas) que abrió a la humanidad el desarrollo de sus potencialidades como en ninguna otra época, está llegando a su fin. La Revolución Digital entra en escena. Viene acompañada del fin de la era de la energía de combustibles fósiles y de muchas invenciones más debido a que la Revolución Digital está sostenida por la legitimación de su funcionamiento, sustentado en la producción incesante de conocimiento y la producción en gran escala de mujeres y hombres de formaciones profesionales estrictas y en permanente evolución durante toda su vida laboral. La seguridad y estabilidad alcanzada durante los Gloriosos Treintas, las tres décadas del capitalismo industrial maduro, que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, están llegando a su fin.
 
Por esta razón ninguna formación política deja satisfechos a sus gobernados. La inestabilidad y la incertidumbre no son sólo el resultado de acciones de malos gobernantes. El problema es que no existen remedios seguros en esta era de inicio de un nuevo tipo de capitalismo. Y frente a estas inseguridades florecen los políticos populistas que aseguran que ellos sí tienen soluciones. Trump, López Obrador, o el inglés Johnson, ofrecen soluciones que dañarán todavía más a las sociedades que buscan redimir. Si las sociedades no logran entender la complejidad del mundo actual, sus sentimientos de temor e inseguridad sostendrán a políticos y políticas demagogas.
 
Las sociedades pueden reaccionar frente a estas inoperancias. Ya tenemos el ejemplo de España. Decidió votar con seriedad. Respaldó a la formación política mejor entrenada para sortear la crisis actual. No le dio mayoría absoluta. Obliga la sociedad española a su clase dirigente a dialogar para encontrar salidas conjuntas. La izquierda parece no entender de las voces electorales. Es una pena la actitud el dirigente del PSOE. Aun así, por fortuna, la demagogia de Podemos, parece detenerse. La izquierda no gusta de lecciones en elecciones. Qué horror.
 

La perfidia como eje de la actuación de los gobernantes produce monstruos. Seres de baja estofa y de moralidad corrompida. Sus acciones surgen desde su propia incapacidad para entender su propia realidad. Su ira y odio los obnubilan. Los trasladan como pasivos a sus sociedades. Y poner fin a sus decisiones tiene un alto costo en todos los órdenes. El fin de una era a escala del mundo y el fin de una era a escala de un estado como Veracruz están produciendo sufrimientos acrecentados. Contra el surgimiento del capitalismo digital, y el fin de nuestra industria petrolera, está la invención del futuro como esfuerzo colectivo. Contra el fin de la era priista en Veracruz está el manejo impecable e implacable de la ley. Sólo queda alzar la voz para que sea detenida la barbarie que nos gobierna. No con insultos ni bravuconadas que equivaldría a actuar de la misma irresponsable manera. Sí con exigencias políticas al gobernador Javier Duarte para recobrar la cordura y las conductas republicanas. Sí haciendo la reconsideración de los males ya hechos a la sociedad veracruzana y exigiendo su fin. Por el bien de todos.