icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Como si el horror fuera menos
Miguel Molina
27 de marzo de 2025
alcalorpolitico.com
No han faltado las voces oficialistas que buscan minimizar lo que pasaba en el rancho Izaguirre de Teuchitlán. Desde la declaración estúpida del senador Gerardo Fernández Noroña ("Hay doscientos zapatos ahí. Pero, (sic), ¿quién dice que esos zapatos son de personas desaparecidas, que lo que se viene contando es cierto?") hasta los malabares lingüísticos de funcionarios que dicen lo que piensan sin pensar lo que dicen ("No hay indicios de que fuera un centro de exterminio").

La lógica de Fernández Noroña es que los dueños y las dueñas de los doscientos pares de zapatos se los quitaron para no ensuciar el piso, y que dejaron ropa, mochilas y bolsas, documentos, por alguna razón que la razón no alcanza a entender. Y la lógica del discurso oficial pretende minimizar el horror diciendo que el rancho era un centro de entrenamiento en el que muchos murieron y muchos mataron. Como si el horror fuera menos. Hay cosas que no son un asunto de semántica.

En los hechos, ahí pasó algo, y todos opinan sobre algo que no conocen. Para muchos, el gobierno de antes ­– que todavía tiene que ver en el de ahora – es corresponsable porque su política conciliatoria permitió que delincuentes de todo tipo se apoderaran de partes del territorio nacional.


Para otros, la actividad criminal creció gracias a las políticas de los gobiernos priistas y panistas. Pero nadie tiene idea de cómo solucionar este problema, porque miran hacia atrás, y no pueden pensar en el futuro. O tratan de disfrazar el hecho innegable de que en el rancho de Teuchitlán pasó algo que ya ha pasado en otras partes de México.

Y uno trata de no pensar en los muertos y las muertas, y espera que pronto se olvide todo esto, y la Patria vuelva a ser dulce, aunque nunca lo fue y quién sabe si será.

Ahora que pase el furor


Ahora que pase el furor político de las elecciones municipales, la vida será otra vez casi normal. Pero faltan las elecciones de jueces y juezas y magistrados y magistradas, y cosas así, en las que habrá que navegar entre cuatro, cinco, seis, nueve boletas con los nombres de quién sabe cuántos aspirantes en cada una. Después de votar por eso podremos volver a la vida de antes, que para muchos es la vida de siempre. Pero la vida de siempre no será como siempre.

Desde el balcón

Uno sale al fresco de la tarde y mira pallá. Lejos, la montaña todavía relumbra en la resolana, y los árboles de enfrente del balcón han comenzado a estrenar hojas. En el Jardín de la Paz se oye el canto de las ranas que anticipan las orgías que habrá dentro de no mucho tiempo. La malta brilla en la copa y cuando uno la prueba roza la mata de tomillo con los dedos y encuentra en los dedos olor a lápiz, y piensa en la cuarta transformación y en el humanismo mexicano.


Y uno siente cierta pena de ver todo esto, de oír todo esto, de oler todo esto, de pensar todo esto, porque sabe que del otro lado del mundo, a nueve mil cuatrocientos kilómetros de este balcón, el gobierno de Veracruz – vía la secretaría de Educación – no ha querido pagar los salarios caídos y las compensaciones que desde hace diecisiete años le debe a don Justino Reyes.

El silencio oficial lo dice todo.