9 de octubre de 2024
alcalorpolitico.com
Hace cien años los del gobierno podían robar a manos llenas sin castigo. Hace medio siglo la impunidad era igual. Hace dos décadas ya había algunos candados pero continuaban robando y hoy, como antes, la robadera continúa.
En México, en los últimos años, hubo algunos avances para evitar o al menos exponer con pruebas la corrupción de la élite gubernamental y de los funcionarios medios y de nivel bajo.
La zarandeada que le pusieron a Peña Nieto con relación a su "casa blanca", una mansión donada por un empresario, tuvo su origen en una investigación periodística con datos aportados vía el INAI, que los de Morena están desapareciendo.
Pero ya no habrá INAI, la Auditoría Superior de la Federación está controlada y solo detecta robos menores y en la Cámara de Diputados los legisladores de color guinda no dicen nada, para ellos todo está bien con el manejo de los miles y miles de millones de pesos del presupuesto y a los de la oposición solo les queda gritar sin que sus gritos sean escuchados y tengan algún peso sus denuncias.
Ahora sí que los de la 4T no lo dicen pero aplican la política de Carlos Salinas a sus opositores: ni los ven ni los oyen.
Así las cosas, pueden robarse miles de millones de pesos de la comercializadora de alimentos básicos y no pasa nada, salvo que desaparecen a la dependencia y sancionan a piezas menores.
En las instituciones de salud pueden hacerse grandes negocios con las compras de medicamentos y equipos y no pasa nada, aunque -por decir algo- los niños con cáncer se queden sin la atención debida.
Las carreteras pueden estar destrozadas y nadie investiga sobre los miles de millones que debieron emplearse para repararlas.
Localmente pueden comprarse camionetas para la policía con precios inflados, hacer carreteras o repararlas y al poco tiempo estar llenas de hoyos, gastar en festejos patrios cifras que no corresponden a lo que debiera invertirse, destinar cientos de millones de pesos a construir y reconstruir estadios y dar las concesiones en la opacidad y un largo etcétera de acciones que seguramente quedarán en la impunidad.
En fin, cada tres o cuatro años si son alcaldes y cada seis años si son presidentes, gobernadores o funcionarios federales o estatales, el pueblo ve que hay nuevos ricos o que otros incrementan sus fortunas al amparo del servicio público.
Es el cuento de nunca acabar, una robadera sin fin.
Y ahora que no hay contrapesos y una oposición débil, aturdida y sin coraje para actuar ya vemos y seguiremos viendo cómo se enriquecen igual a como lo hicieron los del pasado.
En México, en los últimos años, hubo algunos avances para evitar o al menos exponer con pruebas la corrupción de la élite gubernamental y de los funcionarios medios y de nivel bajo.
La zarandeada que le pusieron a Peña Nieto con relación a su "casa blanca", una mansión donada por un empresario, tuvo su origen en una investigación periodística con datos aportados vía el INAI, que los de Morena están desapareciendo.
Pero ya no habrá INAI, la Auditoría Superior de la Federación está controlada y solo detecta robos menores y en la Cámara de Diputados los legisladores de color guinda no dicen nada, para ellos todo está bien con el manejo de los miles y miles de millones de pesos del presupuesto y a los de la oposición solo les queda gritar sin que sus gritos sean escuchados y tengan algún peso sus denuncias.
Ahora sí que los de la 4T no lo dicen pero aplican la política de Carlos Salinas a sus opositores: ni los ven ni los oyen.
Así las cosas, pueden robarse miles de millones de pesos de la comercializadora de alimentos básicos y no pasa nada, salvo que desaparecen a la dependencia y sancionan a piezas menores.
En las instituciones de salud pueden hacerse grandes negocios con las compras de medicamentos y equipos y no pasa nada, aunque -por decir algo- los niños con cáncer se queden sin la atención debida.
Las carreteras pueden estar destrozadas y nadie investiga sobre los miles de millones que debieron emplearse para repararlas.
Localmente pueden comprarse camionetas para la policía con precios inflados, hacer carreteras o repararlas y al poco tiempo estar llenas de hoyos, gastar en festejos patrios cifras que no corresponden a lo que debiera invertirse, destinar cientos de millones de pesos a construir y reconstruir estadios y dar las concesiones en la opacidad y un largo etcétera de acciones que seguramente quedarán en la impunidad.
En fin, cada tres o cuatro años si son alcaldes y cada seis años si son presidentes, gobernadores o funcionarios federales o estatales, el pueblo ve que hay nuevos ricos o que otros incrementan sus fortunas al amparo del servicio público.
Es el cuento de nunca acabar, una robadera sin fin.
Y ahora que no hay contrapesos y una oposición débil, aturdida y sin coraje para actuar ya vemos y seguiremos viendo cómo se enriquecen igual a como lo hicieron los del pasado.