icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La desgracia es la misma
Miguel Molina
3 de noviembre de 2023
alcalorpolitico.com
El debate sobre lo que hizo y lo que pudo hacer el gobierno federal antes, durante, y después de que el huracán Otis destruyera Acapulco va a ser cosa de años. Por lo pronto, ya es un asunto del mes pasado, aunque las imágenes de un presidente atascado en el lodo perdurarán en la memoria sin tiempo de las redes sociales. Y el dolor de los acapulqueños durará una generación.

Es claro que ninguno de los tres niveles de gobierno estaba preparado para lo que cayó sobre Acapulco: muchos programas oficiales parecen funcionar bajo la premisa de que no va a pasar nada. Y también está claro que el gobierno en general no sabe cómo decirle al pueblo bueno qué, cómo, cuándo, dónde.

Ante las quejas sobre la violencia militar en los retenes que impiden – o impedían – el paso de ayuda y víveres que no estuvieran en cajas con el sello del gobierno federal, la respuesta fue retirar los retenes. Nadie explicó nada, y nadie pidió disculpas por los excesos castrenses. Las fuerzas armadas no dan explicaciones ni piden disculpas.


Tampoco se explicó por qué se impedía que la ayuda ciudadana llegara directamente a los acapulqueños – y a los guerrerenses en general – sin intervención del gobierno. El gobierno federal no dijo nada porque no da explicaciones ni pide disculpas.

Nadie les ha dicho a los damnificados que la ayuda va a tardar porque no hay cómo llegar a comunidades ya de por sí aisladas, que las carreteras y los caminos están bloqueados, y que llevar agua, comida, cobertores y servicios básicos más allá de Acapulco no es fácil ni es rápido. Lo mismo ha pasado en otras partes afectadas por fenómenos naturales.

Nadie les ha dicho a los acapulqueños ni a otros guerrerenses que van a pasar meses – tal vez más – antes de que las personas afectadas por Otis reciban una compensación, un subsidio, algo que les permita recuperar al menos parte de lo que perdieron en el huracán, porque la burocracia necesita datos. Y así será.


Algunos recordarán las respuestas de otros gobiernos a tragedias parecidas, pero ahora no se pueden invocar esas cosas para no parecer cómplice de otros tiempos. La desgracia es la misma. Es el mismo inferno con diferente diablo.

Disculpas

Resulta que el gobierno de Veracruz y la Fiscalía del Estado no han ofrecido la disculpa pública a familias de periodistas asesinados que ofrecieron en marzo. No es ninguna novedad.


Ya no recuerdo cuándo la Comisión Nacional de Derechos Humanos recomendó al gobierno veracruzano que pidiera una disculpa pública a las familias de ocho policías que fueron secuestrados en Úrsulo Galván en patrullas de Seguridad Pública hace diez años mientras estaban en servicio activo.

El gobernador Cuitláhuac García Jiménez canceló la ceremonia de disculpa programada para marzo porque tenía "actividades imprevistas" con otros gobernadores, y pidió que se reprogramara la fecha. Ya no se supo más.

Entonces como ahora, queda claro que el gobierno de Veracruz no está interesado en pedir disculpas, aunque no tiene que pedirlas porque quiera sino porque tiene que hacerlo. En fin.


Disculpas II

No se necesita decir mucho porque el video es claro. Margarita Corro, diputada de Morena que cobra un sueldo como presidenta del Congreso de Veracruz, regañó a una mujer de Ideal de Abajo, en el municipio de Tierra Blanca, porque le habló en su lengua materna.

"A mí aquí se me habla de frente y en español", declaró la señora Corro. "Yo tengo derecho a hablar", dijo la mujer. "No importa", dijo la diputada Corro. "Estamos en una reunión pública". Y con esas palabras – indignas de alguien que representa al pueblo que habla o no habla español – la señora dejó en claro qué tipo de persona es y cuánto respeta a quienes representa. Cualquiera pensaría que los morenos de Veracruz están tratando de perder votos.


Desde el balcón

Llueve, llueve, llueve, llueve. La primera lluvia vino en Tui, una ciudad gallega al pie del río Miño, y siguió al caminante a Valença, del otro lado del puente, y seguía cayendo cuando uno volvió a Vigo. Llovió después en el camino a La Coruña, llovió en La Coruña, y llovía cuando uno llegó a Santiago de Compostela.

Era tanta la lluvia en Santiago que cancelaron el vuelo a Ginebra, y uno tuvo que tomar un tren de vuelta a la lluvia de Vigo, y de ahí el tren nocturno que fue del aguacero de Vigo a la llovizna sonsa de Porto. En Ginebra uno llegó a su casa una tarde húmeda, y salió al balcón a ver la última lluvia de octubre y a esperar las de noviembre con una copa de malta en la mano.