“Y entonces la carretera tembló y una avalancha de piedras, arrastrando árboles y tierra sepultó los tráileres que estaban adelante en la fila, en un sonido aterrador que nos hizo creer que en segundos estaríamos muertos”…
Después el frío de la montaña, 2 familias con niños de 6 y un año y medio de edad, 2 traileros y otros conductores particulares corrieron colina abajo para salvarse de ser aplastados por una avalancha de tierra y piedras.
Así narraron vía telefónica los momentos de terror que vivieron la noche del viernes 25 de octubre, en el kilómetro 231 de la autopista 150-D, Orizaba-Puebla, en la zona de comedores conocida como El Mirador, municipio de Maltrata, en los límites con Puebla.
Eran las 8:30 de la noche, había llovido minutos antes, cuando usuarios de la autopista disminuyeron la marcha al llegar a la reducción de acotamiento, donde días antes, el 18 de octubre, una piedra de colosal tamaño cayó al paso de la autopista, lo que pudo interpretarse como un aviso de lo que vendría.
Ante la inestabilidad de la ladera, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) y su filial Caminos y Puentes Federales (CAPUFE) nunca informaron sobre el resultado de un peritaje –si es que lo hubo– para dar a conocer las condiciones de la montaña. Tampoco ha habido un estudio geológico desde hace 14 años, según exhibieron aquella noche agentes de la Guardia Nacional División Carreteras.
De acuerdo a la bitácora oficial de CAPUFE, fueron 4 unidades del servicio público federal atrapadas en los escombros, sin bajas humanas a lo largo de 150 metros lineales, alcanzando el derrumbe los 12 metros de altura, es decir, unos 180 mil metros cúbicos de materiales.
Inicia la odisea
“Quedé casi al frente de la fila, detrás de unas 5 unidades. Recuerdo que había una pipa y una tolva antes de mi auto. Fue un viaje pesado todo el camino, desde Chiapas, con tramos en reparación y en Veracruz con las inundaciones”, relata Josua, un empleado que se dirigía a la Ciudad de México.
Detrás del vehículo de Josua viajaba Janet Elvira Cruz, su marido Manuel y durmiendo atrás su hijo Elías Samuel de 6 años de edad. La familia originaria del Puerto de Veracruz viajaba hacia el estado de Puebla.
Aun sin saberlo, la caída de un árbol hacia el paso de la autopista fue el presagio de lo que venía y les obligó a hacer alto total. Eran aproximadamente las 8:40 de la noche y la fila de vehículos subiendo el tramo de Cumbres de Maltrata se hacía más larga.
“Fue un alto total, así pasaron varios minutos sin que la fila se moviera, luego se me ocurre bajar la ventana del vehículo y escucho que empieza a caer tierra. Pensé que era algún animalito bajando la ladera, porque es una zona boscosa, pero después mi instinto me hizo pensar que el cerro se derrumbaba”, refirió.
A las 9:30 de la noche hubo un deslizamiento moderado de tierra y en segundos un árbol pasó frente a mi vehículo, seguido de una piedra enorme de varias toneladas que le pegó al tanque de una pipa estacionada adelante y lo volteó hacia el barranco; luego otra piedra le pegó a un camión tipo tolva”, relató Josua.
En el auto del matrimonio, Janet recuerda que se auxiliaban del GPS, notando que el tráfico se alentaba conforme avanzaban mientras en el camino aparecían vallas de plástico naranja, para encausar el tráfico a un solo carril.
“Las ramas estaban prácticamente a la altura del carro, sin embargo, no habíamos captado que el cerro se estaba deslizando hasta el momento en que la tierra cayó y empujó las vallas naranjas y luego a la pipa que estaba adelante hacia el barranco”, recordó Janet.
Lo que recuerdan fue el sonido del claxon de varios vehículos queriendo salir del lugar, pero no había forma de hacerlo, ni para atrás ni para adelante. Las luces de los vehículos atrapados descubrieron una fracción de la magnitud de lo que estaba por suceder, justo en el momento en que 2 tractocamiones fueron arrastrados.
Momentos de angustia
“Luego varios conductores salimos de los autos y saltamos al barranco”, recuerda Josua. Era un terreno escarpado, con yerba húmeda y una temperatura de 7 grados centígrados. La oscuridad los obligaba a dar tumbos, a caer y levantarse entre golpes y araños.
Algunos ocupantes que viajaban al lado derecho de sus vehículos, escaparon por el lado opuesto, porque la tierra había bloqueado las puertas. Luego bajaron por la ladera, entre el estruendo ocasionado por el paso de las rocas rompiendo el silencio.
“Vimos cómo las piedras pasaban rodando. estábamos seguros de que una nos iba a aplastar en cualquier momento. Juntamente caía tierra, arbustos y árboles. Incluso otro vehículo que no supimos cuál fue, la trompa quedó asomando al vacío al ser empujado por el deslizamiento. Otro de los vehículos que estaba atrás de nosotros quedó cubierto”, narró Josua.
En ese momento de angustia, se encontraron Josua, Janet, Manuel y su menor en brazos. A escasos metros rodaban piedras grandes y pequeñas, lo suficientemente pesadas para causarles daño. Para entonces habían descendido unos 40 metros.
El ruido cesó y el grupo buscó refugio, localizando a otro matrimonio con una niña de año y medio. Posteriormente se encontraron con los 2 choferes de las pipas que salen en fotografías, viralizadas en redes sociales.
“En las fotos nada más se ve una pipa naranja volteada y se ve la tolva, pero en medio de esa tolva hay otro vehículo enterrado, un Sentra y mi auto” recuerda Josua.
Al no encontrar otra salida, el grupo se detuvo, unos 50 metros debajo del paso de la autopista, justo en el momento en que otra roca rodó colina abajo. “Ya no supimos qué hacer, estábamos en eso y una piedra enorme, no la vimos porque estaba oscuro completamente, pero escuchamos cómo fue cayendo, pam, pam pam, tirando árboles y aplastando todo a su paso, eso fue horrible”, dijo Josua.
El grupo se movilizó cuando la ladera donde se creían a salvo empezó a crujir y el suelo se acomodó al recibir el peso de los materiales que se deslizaron nuevamente desde la parte alta del cerro.
“La tierra se va a seguir moviendo, lo más seguro es que se siga deslavando hasta abajo, hasta donde se reencuentra el otro sentido de la carretera, porque nos decía la Guardia Nacional que llevan más de 14 años sin hacer un estudio geofísico ni topográfico de la zona. No hay interés de las autoridades y eso fueron palabras de la Guardia Nacional”, explicó Saúl, otro de los usuarios que vivieron ese trágico momento.
El Gobierno es responsable
“La ladera ya les había avisado que era inestable; o sea, ya había habido avisos de que estaba por venirse abajo, pero pues les valió y mantuvieron abierta la autopista y pues ahí las consecuencias. El Gobierno es responsable porque por seguir cobrando las casetas, por seguir recaudando este dinero, no ven por la seguridad de quienes transitamos por esas vías”, recriminó Josua.
Manuel, esposo de Janet, lamentó que una negligencia estuviera a punto de dejarlos sepultados en medio de un cerro: “Vivimos momentos de desesperación, de angustia, de temor. Ver cómo nos iba a aplastar el cerro, cómo empezaron a caer piedras, cómo se desgajaban los árboles. Nos caía lodo. Íbamos a morir enterrados literalmente”.
“Imagina el dolor que sentí, ver cómo iba a perder a mi esposa y a mi hijo enfrente de mis ojos, sin poder hacer nada. La verdad es que estamos muy molestos con Caminos y Puentes Federales. Ellos ya sabían lo que había sucedido con la caída de la piedra.
“Sin embargo, no cerraron la carretera, pues curiosamente está la caseta de cobro adelante. Estuvimos a punto de morir. Yo estuve a punto de perder a mi familia y no solo yo. Había más autos ahí y todo por una negligencia. Ojalá y se haga justicia, ojalá esto llegue a las personas indicadas para que no vuelva a suceder”, concluyó.
El rescate
Josua recuerda que antes de saltar al barranco sacó del automóvil su teléfono, con el cual se comunicó al número de emergencia 911 y posteriormente mandó su ubicación a través de una aplicación de localización satelital.
Ya de madrugada y con un clima gélido, elementos de la Guardia Nacional rescataron a 10 personas: 2 traileros, 3 familias y otras 2 personas, conjuntamente con los menores de 6, y año y medio de edad.
Coincidieron en que los elementos llegaron justo a tiempo, pues 15 minutos después, un nuevo derrumbe alcanzó la zona donde habían estado. “Gracias a Dios que pudieron llegar a tiempo, porque a los 15 minutos el lugar donde la Guardia Nacional nos rescató, quedó cubierto porque el cerro se volvió a venir abajo y esa parte ningún medio de comunicación lo informó”, recordó.
Indicó que luego los trasladaron a la caseta de Esperanza Puebla, donde aparentemente recibirían atención médica en un hospital pero no fue así. Posteriormente fueron apoyados para llegar a su destino. La mayoría perdió todas sus pertenencias. Es probable haya más vehículos sepultados dicen que hubo 4 tráileres y 2 vehículos, pero de que hubo más, hubo más, consideró Josua.
“La Protección Civil quedó de llevar perros de búsqueda y rescate pero nunca llegaron y hasta la fecha creo que no han llegado, pues el Gobierno se hace menso. Entonces seguramente ha de haber gente atrapada porque la fila se hizo grande detrás de nosotros.
“Es una vía principal, una arteria principal. No estamos hablando de una brecha ni una carretera abandonada. Es una autopista que va al sureste. De que venían más vehículos venían más. Entonces mucha información no se está diciendo. Ni siquiera dejan pasar”, recalcó.
La reflexión
Janet dijo que si ya de por sí la autopista 150-D es peligrosa por los asaltos y el robo de mercancías, otro factor es el geográfico y climático. “Fueron horas de agonía sin saber si subir o bajar, caminando de un lado al otro, temiendo que las pipas se volcaran y nos arrastraran hacia el precipicio.
“Mi hijo venía durmiendo, mi esposo lo sacó sin zapatos y el tener que cargarlo entre la maleza, en una pendiente y un frío que congelaba, fue lo peor, y apenas empezaba la noche. Decíamos que si no nos mató el derrumbe, nos iba a matar el frío, porque veníamos cómodos en el carro, sin suéter y salimos con playeras delgadas.
“Yo al bajar al barranco una piedra sujetó mi pie y tuve que jalarlo, literalmente yo pensé que iba a morir ahí cuando vi que mi esposo y mi hijo se iban y él me gritaba que corriera y yo estaba atorada con la piedra, pero finalmente pude dejar el zapato.
“Todo el trayecto lo hice con un solo zapato, corriendo entre la maleza, agarrándonos de las hierbas que se arrancaban porque todo estaba con lodo. Uno pisaba y se resbalaba, yo con el miedo de que mi esposo cayera al precipicio con mi hijo en brazos, porque con un mal paso se resbalaba y el peso de mi hijo y él se los iba a llevar al barranco.
“Entre las demás personas había una bebecita. Hacía mucho frío y no sabíamos qué hacer, hacia dónde caminar, si habría animales, no sé, víboras. En ese terreno que estaba ahí lleno de hierbas. Había espinas y terminamos con moretones, rasguños y un tobillo lesionado que obviamente en el momento no lo sentimos”, relató.
Las secuelas
Tanto Josua como Manuel admiten tener pesadillas, sobresaltos y dificultad para conciliar el sueño. Cerrar los ojos es como estar muertos porque la pesadilla aviva el sentimiento de que en aquella montaña haya gente sepultada.
CAPUFE les mintió, no hubo atención hospitalaria, ni seguimiento a su caso. Sus pertenencias, vehículo, identificaciones y tarjetas quedaron sepultadas, a la espera de que el seguro de usuario de CAPUFE otorgue cobertura.
Vivieron para contarlo y lo saben. Reconocen que Dios es grande y de aquella noche no olvidarán el momento en que la carretera tembló y una avalancha de piedras, arrastrando árboles y tierra sepultó los tráileres que estaban en la fila, en medio de un sonido aterrador que les hizo creer que en segundos estarían muertos.