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Columnas y artículos de opinión
Kairós
¡Al diablo las instituciones locales!
Francisco Montfort Guillén
20 de julio de 2016
alcalorpolitico.com
Los únicos que no tuvieron consciencia del derrumbe del Imperio Romano fueron sus asesinos, se ha afirmado de diferentes maneras. En México, mientras un buen número de mexicanos trabajó, durante las últimas dos generaciones, en provocar una metamorfosis del sistema de Partido Único, es decir, que buscó transformar dicho sistema para hacer surgir, del mismo, otro más funcional y moderno, sin destruir ciegamente sus bases constitucionales, otro grupo de mexicanos ha emergido desde los escombros de lo derruido para tratar de socavar las reformadas, modernizadas y nuevas instituciones. Este grupo de ciudadanos puede pasar a la historia como el promotor del asesinato del sistema actual, de sus libertades y fortalezas, y lo harán sin asumir conscientemente su irresponsabilidad.
 
La disconformidad, la rebeldía y la protesta se han estancado en pura negación violenta. De ahí la lúcida queja de Luis Gonzáles de Alba sobre los resultados de las luchas de la izquierda, ¿Por qué todo se nos pudre?, publicada recientemente en sendos artículos en Milenio. Vivimos una crisis de decadencia cultural del país. No se explica de otra forma que la violencia, el salvajismo, la destrucción, el mal a los otros acompañen las protestas del absurdo, llevadas a cabo por una parte creciente de los maestros, que en el imaginario colectivo, representan la consagración del intelecto, la razón, los comportamientos educados, las formas supremas de expresión corporal y la decencia misma. E igual de grave es el respaldo de ciertos políticos, intelectuales, aristas y académicos <<de izquierda>> a esas formas de barbarie.
 
Por diferentes motivos, desde los intereses personales y de grupo, hasta de incapacidades intelectuales y emocionales, muchos mexicanos decidieron no formar parte de la vida social en democracia, de la vida colectiva sustentada en el Estado de derecho, de la vida compartida mediante conductas modernas que significan aceptación de la productividad, la competitividad, la meritocracia, la ausencia de corrupción e impunidad. Han pretendido continuar con la vida de privilegios fomentados durante el sistema de Partido Único, con la vida fantasiosa de un país petrolero y de espaldas a la revolución tecnológica mundial, con la vida colectiva de las pequeñas comunidades cerradas, prejuiciosas, tradicionalistas y supersticiosas. Unos amparados en la ideología del nacionalismo revolucionario. Otros, simplemente cínicos, refugiados en las prácticas más violentas de corrupción, intimidación e impunidad derivadas del caciquismo.
 

Razones y conductas de la sinrazón, de la destrucción sintetizadas fenomenalmente por Andrés Manuel López Obrador con su famosa frase que da título a este artículo. No aceptamos estas instituciones por neoliberales, por burguesas, por capitalistas y por no plegarse a mis exigencias, afirma el dirigente de Morena, el partido político de una sola persona, confeccionado a mano para asaltar el poder. Su idea es dar marcha atrás a las reformas que han permitido salir de las trampas del subdesarrollo creadas por el nacionalismo revolucionario, que ideológicamente tuvo su clímax con las ideas de Porfirio Muñoz Ledo et al., que apuntalaron el gobierno de Luis Echeverría Álvarez.
 
¿Por qué tiene éxito la propuesta simplificadora de AMLO? Porque del lado de los gobernantes existen quienes se han aprovechado del poder para, precisamente, ¡mandar al diablo a las instituciones! causando sufrimientos inenarrables a millones de ciudadanos. Y las han mandado no por razones ideológicas, sino por simple ambición y mezquindad política. Gobernadores encumbrados en el poder, que lo ejercieron en su condición caciquil de pequeños resentidos sociales. Son ellos quienes aniquilan el sistema político y las instituciones de la república, que no se mueren por desconfianza ciudadana, sino que las asesinan los políticos por corrupción e impunidad.
 
Las demoliciones del absurdo veracruzano: la destrucción imparable de instituciones. Esta desmesura de los políticos actuales tiene su antecedente en el <<stupidus>> latino, que pretendía vender la idea de una nueva nación y como muestra llevaba a un recién nacido. Ahora el absurdo político aparece como forma deliberada, como fruto de la perversión y la audacia, cuyo principio es la insensatez y el envilecimiento, de ausencia de ideales, de conductas políticas racionales.
 

De un lado las desmesuras de las ideologías. Del otro las acciones disparatadas, desprovistas de ética y propósitos humanos, racionales, progresistas. Fuera de toda racionalidad o con actitudes conscientes sembradas en la estupidez, el caso es que muchos son los políticos besugos que destruyen la convivencia social con sus palabras y sus acciones. Acciones costosas e inútiles en una sociedad desprovista de ilusiones, de sueños, de confianza en sí misma.
 
En Veracruz, durante 18 años hemos visto y vivido la devaluación de la palabra. El retroceso del lenguaje que antecede la destrucción moral de una sociedad. La destrucción moral que antecede la destrucción de las instituciones. El lenguaje que es expulsado de bocas con lengua de madera, sale desnudo de verdad. Dice una cosa que en la práctica designa lo contrario. Afirman que combatirán la corrupción y con sus acciones la fomentan. Aseguran que aplicarán las leyes y en realidad impulsan la impunidad. Prometen auspiciar la igualdad, disminuir las pobrezas y logran un incremento insoportable de miserias para millones de personas. Hacen votos de pobreza y acumulan desmedidas fortunas, apenas menores que su baja calidad moral.
 
El lenguaje político en Veracruz es un esqueleto vacío de sentido. Ni sus huesos nos dan trazas de la involución cultural que tiene sumidos a los veracruzanos en la incredulidad y el malestar creciente. Ahora mismo es notable el terror de escribir a favor o darle la razón al nuevo gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. El esquema de pensamiento priista obliga a los periodistas a introducir primero una crítica al nuevo gobernador y después afirmar algo positivo a su favor, igual que con los <<políticos del régimen>> priista consideraban necesario, si era indispensable la crítica de alguno de sus actos, señalar el acto negativo para, inmediatamente después, cubrir al personaje de lisonjas. Lengua de alfombra necesaria para <<cubrirse>> las espaldas. ¿Qué tal si regresa el PRI al poder en dos años y regresan con la espada desenvainada? Los periodistas no sirven a sus lectores ni a la instauración de la democracia: están acostumbrados a servir al poderoso. Por eso permitimos, desde hace 18 años, el desfile de máscaras del ridículo, de la comicidad involuntaria, escenificadas como reproducción a-histórica e infortunada de los actores de carpa, del nivel de la imagen infantil del <<Mocosón>>, de <<Borolas>>, del <<Mantequilla>>, de <<Harapos>>, del <<Panzón Panseco>> de <<Medel>>, de <<Tin-Tán y su <<Carnal Marcelo>>.
 

¡Al diablo las instituciones locales! Por la vía de los hechos, lo que estamos viviendo políticamente es la escenificación del absurdo en el estado de Veracruz. ¿Cuánto tiempo llevamos sin que una sola institución pública rinda los frutos sociales que tiene encomendados? ¿Qué sentido ha tenido la creación de tanta burocracia y el incremento de instituciones públicas, sino ganar amigos para una causa, ahora derrotada, que deja una estela de corrupción, de impunidad y de burócratas inservibles, cínicos y que actúan únicamente como <<soldados del PRI>>?
 
Veracruz carece de un aparato de justicia digno de ese nombre. No ha podido dar cuenta de la enorme transformación que significa la institucionalidad de los juicios orales. También es notable la ausencia en Veracruz de un aparato de seguridad a la altura de las exigencias del momento y comprometido con la sociedad. No tiene una burocracia eficiente en los programas sociales, en los servicios médicos y en educación, sólo para enumerar algunos sectores. Pero, en cambio, sí se pretendía crear un aparato especial para encumbrar la impunidad como institución legal frente al número creciente de abusos con los dineros públicos. Pero, en cambio, sí se han basificado plazas con una derrama económica impresionante para dañar, supuestamente, al próximo gobernador. No para beneficiar a los empleados: para joder la vida al próximo equipo de gobierno. Infantilismo obsceno, cretinismo auténtico que daña, que fastidia de verdad, a la sociedad veracruzana.
 
Destruir instituciones es igual pero más efectivo que mandarlas al diablo. Esto ha sucedido en el estado de Veracruz. Está por escribirse la historia de toda una generación. Son 18 años de ejercicio del poder que hizo de la destrucción de instituciones públicas el acto mágico para privatizar y apropiarse el gobierno completo. De una generación que permitió, por impotencia y/o por complicidad, la destrucción de las instituciones públicas y el ejercicio pleno del caciquil <<pinche poder>>. Nadie escribe ni discute ni propone debatir sobre la transición democrática. Oídos sordos y lengua de madera sobre el gran acontecimiento que hizo posible la sociedad con sus votos. Sin duda la tarea más difícil del nuevo gobierno, pero más importante, será fincar la transición democrática en la creación y fortalecimiento de instituciones sólidas, que resistan los embates del encumbramiento personal del ejercicio del <<pinche poder>> del cacique en turno.