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Sección: Estado de Veracruz

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Tramoya 155

La vulnerabilidad de los migrantes

28/11/2023

alcalorpolitico.com


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Tramoya 155
La vulnerabilidad de los migrantes

El cuaderno de teatro Tramoya, número 155 de la tercera época, correspondiente al período Abril-junio 2023 ofrece tres obras: la primera es El departamento de Zoia, de Mijaíl Bulgákov; la segunda, Cátsup en Disneylandia, de Jimena Hinojosa; y la tercera, Kitchen Stories #1: Todo el amor es clandestino, de Barbara Alesse.
Para describir el drama El departamento de Zoia, se optó por compartir con el lector parte del prólogo realizado por Selma Ancira, recién galardonada con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022, en el campo de Lingüística y literatura, quien en entrevista agradeció a la Editorial de la Universidad Veracruzana el haberla propuesto para recibir esta distinción, que la convierte en la primera traductora en obtenerlo.

Después del prólogo de la especialista en literatura rusa y griega, se comentan las otras dos obras cuyo factor común es la migración.

[…] Cuando aún no era un gran novelista, Bulgákov parecía estar destinado a ser un gran médico: “Nací de Kiev en 1891. Estudié ahí y en 1916 me gradué en la Facultad de Medicina, donde obtuve el título de médico con honores.”

Como actividad profesional, la medicina sólo fue para Bulgákov un episodio. Muy pronto se sumergió en un mar de experiencias literarias en el que antes de convertirse en novelista escribió cuentos y obras de teatro que él mismo desechó cuando no lo convencieron.

“El destino fue tal que ni el título ni los honores me sirvieron mucho tiempo. Una noche de 1919, ya avanzado el otoño, cuando viajaba en un tren destartalado, a la luz de una velita puesta en una botella de kerosene, escribí mi primer cuento. En el pueblo hasta donde me condujo aquel tren, llevé el cuento a la redacción del periódico. Lo publicaron. Después publicaron otros relatos. Muy al principio de los años veinte abandoné el título con honores y me dediqué a escribir. Vivía entonces en una pequeña ciudad de provincia y ahí puse en escena tres obras mías. Unos años más tarde, en 1923, cuando ya vivía en Moscú, las releí y no dudé destruirlas. Espero que no se haya conservado ningún ejemplar en ningún lado.”

Ignoramos si, efectivamente, no se conserva ningún ejemplar de dichas obras, pero lo cierto es que ya para entonces sus preferencias y sus aversiones se habían definido:

“A fines de 1921 llegué a Moscú sin dinero y sin pertenencia alguna, pero con la intención de quedarme allí para siempre. En Moscú no fue fácil sobrevivir; fui reportero y autor de pequeñas narraciones en distintos periódicos y odié estos títulos carentes de honores. También odié a los directores de los periódicos, los odio hasta el día de hoy y los odiaré hasta que muera.”



Ciertamente, la vida en Moscú no fue fácil para Bulgákov. Al principio la suerte parecía sonreírle. En 1924 publicó, sin mayores repercusiones, su primera novela, La guardia blanca. Pero muy pronto los odios, las rivalidades y los celos de funcionarios de cultura y de escritores menores lo condujeron al ostracismo. Su obra Los huevos fatales fue severamente criticada en el periódico Izvetia y en la revista Novy Mir. Bulgákov se eclipsó y sobrevivió en condiciones de miseria, hasta que Stanislavski lo descubrió y le descubrió el teatro como una posibilidad que él hasta entonces no conocía. El famoso director del Teatro de Arte de Moscú se había interesado en La guardia blanca y le pidió a Bulgákov una adaptación para llevarla a la escena. De ahí nació Los días de los Turbín, que se estrenó en el Teatro de Arte el 5 de octubre d 1926, y fue objeto de numerosas críticas. Al igual que la novela, la obra de teatro fue atacada por “mística” e “idealista” y su autor obligado a rehacerla. En 1927 se estrenó en el teatro de Vajtángov El departamento de Zoia, farsa trágica –así definida por el propio Bulgákov– también aclamada por el público, aunque sólo se representó unas cuantas veces. No ocurrió igual con La huida, prohibida en 1928 por la Comisión oficial encargada de la vigilancia del repertorio de los teatros (Glavrepertkom), por considerar que mostraba un espíritu de conciliación respecto al “héroe” de la emigración blanca. A causa de todo esto, Bulgákov se vio excluido de la vida teatral y literaria de Moscú y, en malas condiciones, sobrevivió hasta 1931 cuando, desesperado, jugó su última carta: le escribió a Stalin. Según cuenta Yuri Elaguin, en esa carta le decía que su vida carecía de sentido si no podría crear y, por tanto, le pedía que o bien detuviera las persecuciones de las cuales era objeto, o bien le permitiera irse al extranjero, o bien lo hiciera fusilar.

A fines de 1932 Bulgákov recibe, al fin, una llamada telefónica que constituye un curioso acontecimiento. He aquí cómo lo narra Elaguin:
Bulgákov descuelga el teléfono:
-¿Mijaíl Afanásievich Bulgákov?
-Sí, soy yo.
-Aquí Stalin –pronuncia lentamente una voz de bajo
con ligero acento georgiano.
-¿Cómo? ¿Quién? –pregunta Bulgákov sobresaltado.
-Aquí Stalin, Iosef Vissariónovich. ¿No me cree?
¿Piensa, sin duda, que es objeto de una broma? Bueno.
Haga el favor de colgar y de llamar inmediatamente


al Kremlin, al número*… Espero su llamada. (Sic)

Y la comunicación se cortó. Completamente aturdido, Bulgákov marcó el número indicado y al otro extremo del teléfono se dejó escuchar la misma voz:
–Y bien, ¿ahora está usted convencido de que es Stalin


quien le habla? Leí su carta y con mucho gusto haré
por usted todo lo que mis modestos recursos me per-
mitan hacer para ayudarlo. En primer lugar, ya no se le
perseguirá. Todavía tengo cierta influencia (en su voz
se percibió una ligera nota de humor), y gracias a ella
puedo poner fin a dichas persecuciones. En segundo
lugar, ordenaré mañana que se le dé un trabajo per-
manente en el Teatro de Arte. En tercer lugar, le pedi-
ré a Stanislavski que vuelva a representar Los días de
los Turbín. Pienso que no rehusará hacerme este favor
(una vez más Stalin rió ligeramente) ¿Está bien así?...
-Iosef Vissariónovich! Cómo puedo…
-No me lo agradezca. No es nada. Me ha dado gusto
Hablar con usted. Le deseo buena suerte y éxito en su
Nuevo trabajo.

Este acontecimiento no precisa mayor comentario. Baste con señalar que tal vez debido a esa llamada telefónica Bulgákov no se convirtió en el emigrante de sus propias obras. A partir de entonces y hasta 1936, trabajó en el Teatro de Arte como director de escena, asesor literario y actor. En 1933 comenzó a representarse de nuevo, con éxito, Los días de Turbín. Animado por la alta protección de la que creía gozar, presentó Molière y La huida, pero la Glavrepertkom las prohibió y volvió a los tiempos difíciles que ya había conocido.

Mijaíl Afanásievich Bulgákov no fue, pues, sólo un novelista, aunque haya sido un gran novelista. Fue asimismo un gran dramaturgo, cuyas obras aún esperan -en su mayoría- ser difundidas. No fue tampoco un exiliado. Empero, el exilio fue un tema frecuente en sus obras de teatro. ¿Por qué?, ¿realmente veía como héroes a los emigrantes?



Al igual que en otras de sus obras, el exilio es el tema de El departamento de Zoia, pero no hay en esta obra ninguna conciliación con los personajes que, a toda costa, tratan de exiliarse. Las descripciones que hace de ellos rezuman la misma ironía como las que presentan a la policía. ¿Por qué, entonces, este tema? Sencillamente porque es parte importante de la vida soviética de la década de los veinte y porque Bulgákov, tal vez mejor que nadie, fue capaz de percibirla y recrearla con maestría en los personajes y en las escenas de sus obras. Y todo esto sin mentir ni perder de vista jamás su lucha por la libertad del escritor. Así, su obra se halla estrechamente ligada a las tradiciones de la literatura rusa del siglo XIX y, más que a otras, a las que iniciaron Pushkin y Gógol.

En los diversos géneros que cultivó fue sensible sobre todo a los problemas éticos y morales. Uno de los temas más importantes en su creación es el de la responsabilidad del hombre para con el hombre. Como escritor, supo combinar la inquietud que sentía por todas las cosas con un verdadero sentido del análisis y con una gran claridad en cuanto a la construcción literaria y dramática. Su extraordinario talento para la observación excedía con frecuencia los límites del realismo. Su fantasía revoloteaba en torno de algún hecho que, en principio, podía parecer verosímil, aunque hiciera adoptar a los pensamientos las formas más inesperadas. El ritmo de sus obras es inquietante, se quiebra con frecuencia y explota de pronto en una lluvia de situaciones imprevistas. Por ello su obra produce la impresión de un borbotón subterráneo que aflora inevitablemente sin permitir al lector permanecer indiferente o tranquilo. Esta característica está presente en sus novelas, sus narraciones y sus cuentos. Y fue precisamente gracias a ella como la dramaturgia se volvió en él algo muy personal. Para Bulgákov, el ser del artista estaba siempre saturado de un fogoso movimiento interno. Como dramaturgo no se limitó a cultivar una única forma. Le eran tan asequibles la crónica como el alegre vodevil, el drama psicológico o la farsa satírica. De cualquiera de ellas utilizaba la que consideraba más apropiada para transmitir los pensamientos por los que en un determinado momento se sentía atraído.

Siempre tuvo gran ingenio. Tenía una frase para cada ocasión. Sabía construir diálogos brillantísimos y desplazar la atención del espectador desde la risa hasta el estremecimiento.



Bulgákov fue ajeno a las modas literarias soviéticas. Defendió a la intelligentsia rusa y nunca dejó de considerarla como una de las manifestaciones más elevadas de la fuerza espiritual del pueblo ruso. Como escritor luchó incansablemente por el derecho a transmitir su experiencia sensible del mundo.

Veinte años después de su muerte, aproximadamente, comenzó a difundirse la obra de Mijaíl Bulgákov, considerado hoy uno de los grandes valores de la literatura rusa.

Cátsup en Disneylandia



La actriz y escritora retrata con picardía la ilusión de los padres que “llevan a sus hijos” a disfrutar de Disneylandia, como es el caso de Isabel, que a sus seis años decidió castigar al latoso enano que la molestó en la fila realizada para alcanzar a subir a la Montaña Rusa, consciente de que iba a cometer su primer crimen.

Kitchen Stories #1: Todo el amor es clandestino

La traducción de esta fantástica obra se le debe a Gisel Amezcua Arenas, que trajo al español la problemática de los migrantes que se refugian en Italia, cuyos derechos como personas son vulnerados por lo cual los matrimonios fueron la llave para acceder legalmente al país de forma de bota.



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