El sacerdote José Nicolás del Llano, quien fue párroco de la iglesia San Miguel Arcángel, ahora catedral, también vivió junto a la gente el horror de una pandemia en Orizaba. Ayudó, clamó por el pueblo, luchó pero al final el cólera le arrebató la vida igual que al 30 por ciento de la población de este lugar.
De acuerdo con el cronista de la región de Orizaba, Armando López Macip, José Nicolás fue un hombre ilustre y ejemplar.
Originario de Tlacotepec, Puebla, estudió en el seminario Palafoxiano, fue rector del Colegio de Infantes, llegó a Orizaba el 24 de marzo de 1833 a hacer la consagración de la iglesia de Nuestro Señor del Calvario, que había edificado el párroco Juan Macario Mendoza, fallecido por causa de la primera epidemia de cólera en 1833.
Impactado por esto, el sacerdote Nicolás del Llano, quien fue nombrado párroco de San Miguel en Orizaba, hizo un clamor de misericordia, saliendo en procesión por la ciudad con el Santísimo Sacramento para rogar clemencia y que terminara la pandemia, que por cierto acabó con el 30 por ciento de la población de Orizaba.
La pandemia bajó y este presbítero pudo seguir con su labor, entre la cual destacó la construcción del Puente de la Beneficencia que ahora se ubica en la Poniente 2, también edificó el Puente de San Juan de Dios y fue capellán de la Guardia Nacional que fuera a combatir en la invasión norteamericana de marzo de 1847.
Sin embargo, en 1849, en la tercera epidemia del cólera, murió el 11 de octubre auxiliando a la población que clamaba ayuda.
Para recordarlo, en 1898 se erigió un monumento en su honor, el cual aún está afuera de la catedral de Orizaba.
El pasado diciembre fue galardonado como un "Ciudadano Distinguido" en el Día de Orizaba, este reconocimiento post mortem lo recogió el actual obispo Eduardo Cervantes Merino.