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Sección: Estado de Veracruz

@UVLibros

Platero y yo

28/03/2023

alcalorpolitico.com


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Las personas que leen siempre tienen historias que contar o, simplemente, que rememorar. En sus pensamientos hay personajes diversos a los que admiran, aman, quieren, odian… tal vez con más intensidad que con los que tratan a diario. Así es Platero, el entrañable personaje peludo de Juan Ramón Jiménez, escritor calificado como “el genio de la lírica española moderna”.

La EDUV, en la colección Biblioteca del Universitario, tiene entre sus novedades a Platero y yo, un libro que dicen es para niños. Esta es una discusión que lleva un siglo, así que no vale la pena seguirla.

Lo importante es que Juan Ramón Jiménez recreó la primera etapa de su vida en 138 capítulos, mágicos para todos y especialmente para los que crecieron en el campo.



“–¡Platero, qué… frío!

Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote…”

El autor refleja sus propios sentimientos en los del borrico amigo, el que escucha y no da consejos; el que, como él, se pone feliz al olfatear el olor a casa (su pueblo), al saber que por fin el camino largo se ha vuelto corto. Está ahí, esperándolo. Lo hace caminar más rápido. Es el que escucha atento a quien le confía cómo hubo una vez que su corazón era un remanso hasta que el amor humano lo hirió, abriéndole un dique por el que el dolor corrió.



La narrativa con la que describe el entorno en el cual creció es bella, tanto que parecen poemas largos con los que recrea sus vivencias, lo que piensa de la gente y su forma de actuar en sociedad. “Sólo que Judas, hoy, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o el alcalde, o la comadrona”.

Con Platero y yo, el nacido en Moguer, municipio de Huelva, en España, transmite su gusto por lo simple al grado de convertirlo en una aspiración, porque es muy bello correr tras mariposas por campos floridos, sentir los acicales de los animales, la fuerza del arrebato pasional sin falsas reglas; es la vida como la dicta la naturaleza.

“…Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso y le pesa un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago rabiar… Él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor. Es tan igual a mí, tan diferente a los demás, que he llegado a creer que sueña mis propios sueños.



Platero se me ha tendido como una adolescente apasionada. De nada protesta. Sé que soy su felicidad. Hasta huye de los burros y de los hombres…”

Y así, capítulo a capítulo, va la vida de este par inseparable.

Contemplar la muerte como parte de la vida y un deseo de permanencia en la tierra, y sí, también asumir que hay un espacio para el reencuentro de las almas.



En el CXXXII, página 136, llegó el día en que el autor habrá de cumplir la promesa a su joven burro.

“Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara…

El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada… No podía… Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura y mandé venir a su médico.



El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.

–Nada bueno, ¿eh? No sé qué contestó… Que el infeliz se iba… Nada… Que un dolor… Que no sé qué raíz mala… La tierra, entre la yerba…

A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza…



Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores…

El autor, como se da cuenta el lector, trasluce toda su capacidad de amar y no cae en el fatalismo. Siente nostalgia por no tenerlo pero se refugia en el hecho de creer que su Platero lo ve desde la inmensidad en la que se encuentra.

–¡Platero amigo! -le dije yo a la tierra-; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?



La edición fue cuidada por Lucía Riveros Elox, Mariana Hernández Silva, Omar Valdés Benítez y Agustín del Moral Tejeda. El prólogo es de José Homero y es el volumen número 77 de la Biblioteca del Universitario.

Este título puede ser suyo si lo solicita a [email protected] con copia a [email protected]. Sólo hay tres ejemplares, por lo que hay que escribir tan pronto vea la reseña publicada. Si no alcanzara, puede adquirirlo en Nogueira 7, en el centro de Xalapa, a un costado del mercado San José. El catálogo de la Editorial de la Universidad Veracruzana (EDUV) puede ser consultado en línea: https://bit.ly/3DX3ME6