La presión sobre la producción agrícola para lograr la seguridad alimentaria mundial, particularmente en el contexto actual de poblaciones en crecimiento, cambios en la demanda de alimentos y amenazas de degradación de los recursos naturales y el cambio climático, exige reconsiderar los sistemas de producción actuales para que éstos evolucionen rápidamente hacia modelos más sostenibles, así lo expone un informe del Banco Interamericano de Desarrollo y del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI).
“Cuando una combinación de prácticas agrícolas sostenibles es adoptada por los productores agrícolas, estas pueden facilitar la protección de los ecosistemas, incrementar la productividad de las fincas, reducir la pobreza y promover la seguridad alimentaria”, indica.
El documento denominado “Promover prácticas agrícolas sostenibles: De los incentivos a la adopción y los resultados” señala que este tipo de agricultura también tiene el potencial de contribuir directamente a combatir la pobreza, el hambre y la desigualdad, fomentar el consumo y la producción responsables, y proteger el clima y los ecosistemas.
Al recordar que las prácticas agrícolas sostenibles son aquellas que permiten un uso más eficiente de los recursos naturales, mitigan el impacto de la agricultura en el medio ambiente y fortalecen la capacidad de adaptación al cambio y la variabilidad climática, el escrito elaborado por Valeria Piñeiro, Joaquín Arias, Pablo Elverdin, Ana María Ibáñez, Cristian Morales Opazo, Steve Prager y Máximo Torero considera que lograr la sostenibilidad ambiental en la agricultura requiere una buena gestión de los recursos naturales de los que dependen las fincas, ya que estos proporcionan bienes públicos importantes, particularmente en forma de servicios ecosistémicos.
Entre las prácticas que se consideran sostenibles, se incluyen la rotación de cultivos, diversidad de cultivos, uso de cultivos de cobertura, sistemas sin labranza y de labranza reducida, manejo integrado de plagas, integración de ganado y cultivos, prácticas agroforestales sostenibles y agricultura de precisión, entre otras, expone.
Los especialistas consideran que las prácticas agrícolas sostenibles generalmente requieren un esfuerzo sustancial o la asignación de recursos por parte de los agricultores, y se adoptan en respuesta a incentivos concretos proporcionados por políticas y condiciones de mercado, así como por el apoyo de los gobiernos nacionales y locales, y asociaciones público-privadas.
“La adopción de prácticas sostenibles también depende de las preferencias ambientales de los agricultores, los factores del mercado y las características culturales y socioeconómicas. A pesar del creciente interés en la agricultura sostenible y de la expansión en el número de proyectos y políticas para promover dichas prácticas en varios países, la evaluación de la cadena de incentivos-adopción-resultados es escasa. Es decir, hay pocos análisis que estudian la efectividad de mecanismos que promueven la adopción de prácticas sostenibles, si esta adopción conduce a resultados o impactos significativos y medibles, y qué factores afectan estos vínculos”.
Cabe señalar, que existen diferentes tipos de incentivos para prácticas agrícolas sostenibles, como: los basados en el mercado, que fomentan el cambio de comportamiento a través de señales de mercado al proporcionar incentivos económicos. Los incentivos no relacionados con el mercado incluyen un amplio grupo de mecanismos tales como el apoyo técnico y la transferencia de tecnología para mejorar la sostenibilidad ambiental, que no están basados en el mercado. Las medidas regulatorias son reglas generales o acciones específicas impuestas por agencias gubernamentales o empresas y entidades privadas para mejorar los resultados ambientales y económicos a través de prácticas optimizadas. Finalmente, los incentivos de transferencias condicionadas vinculan pagos directos al cumplimiento de los agricultores con las normas ambientales básicas para el mantenimiento de la tierra en buenas condiciones agrícolas y ambientales.
“La adopción de prácticas agrícolas sostenibles tiene un costo para los agricultores (al menos en el corto plazo) y puede implicar trade-offs (compensaciones) con otros objetivos ambientales o socioeconómicos a nivel de finca o de país. Al seleccionar los objetivos de la política específica y diseñar un instrumento para ella, los responsables de su formulación deben entender que esta solo será exitosa si se abordan estos costos y trade-offs”.
Finalmente, el estudio considera que existen diferentes principios a seguir en el diseño y la aplicación de incentivos para la agricultura sostenible: Equilibrar los incentivos y los resultados; conocer a los agricultores; simplificar los instrumentos; tener en cuenta la importancia de las preferencias de comportamiento; prepararse para largos plazos y crear un entorno propicio.