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Sección: V?a Correo Electr?nico

Un libro ilustrativo e interesante

Jorge E. Lara de la Fraga 13/08/2014

alcalorpolitico.com

“Conocer una estrella es conocerse así mismo… todos venimos de la misma explosión…” G. Haro.

En medio de una nutrida concurrencia, la escritora Elena Poniatowska a sus 82 años presentó el texto de su autoría denominado “El universo o nada” el pasado viernes 2 de agosto en el Colegio Preparatorio de Xalapa, dentro del marco de la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil. Dicho trabajo literario representó un gran esfuerzo de investigación; tal escrito fue elaborado a lo largo de varios años y es donde Elena refrenda sus virtudes como excelente entrevistadora, toda vez que el libro es el producto de conversaciones o diálogos con intelectuales, científicos, amigos del personaje central, familiares de la pareja Haro-Poniatowska, personajes públicos y además datos obtenidos directamente del esposo Guillermo, el astrónomo visionario de Tonantzintla que se graduó en Harvard y que se proyectó brillantemente con sus aportaciones y descubrimientos en el ámbito internacional.

Antes de entrar en materia tengo que mencionar que la autora reconocida, en el sendero de su existencia, se encontró con un hombre maduro, con ideas de avanzada e identificado con los enigmas del universo. Unieron sus vidas (Guillermo Haro y Elena) y procrearon a dos vástagos (Felipe y Paula), a pesar de existir una diferencia de 19 años de edad entre ellos. Elena lo quiso y lo admiró como ser humano y como académico; reconoció en él a un ciudadano ejemplar que anheló lo mejor para su país; personaje de izquierda que encaminó a los jóvenes hacia la investigación científica. Poniatowska configuró una biografía entrañable de ese ser “que consagró su vida a desentrañar los misterios del cielo y que compartió con ella y con sus hijos sus horas terrenales”. En la crónica biográfica a que hago referencia se pone de relieve la inteligencia, audacia y voluntad de una persona que puso en operatividad observatorios astronómicos durante el siglo XX en México, a pesar de las carencias técnicas y económicas existentes, logrando descubrimientos significativos del espacio sideral.



Aun cuando los hombres de ciencia no son valorados debidamente en nuestro territorio ni en varias naciones del orbe, habrá que decirse que Guillermo Haro Barraza (1913-1988) es considerado como un genial astrofísico; fue fundador del Instituto Nacional de Astrofísica Óptica y Electrónica en Tonantzintla, del INIC (antecesor del Conacyt) y de la editorial Siglo XXI; primer latinoamericano vicepresidente de la Unión astronómica internacional y único en recibir la Medalla Lomonósov de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, equivalente al Premio Nobel de la Academia Sueca. Fue en su momento (1953) el miembro más joven de El Colegio Nacional y además se destacó por su labor concientizadora de izquierda para auspiciar las necesarias transformaciones sociales y políticas que requiere nuestra Nación.

No quiero dejar en el tintero lo que expresó el maestro Bernardo Bátiz V., en un artículo periodístico, con motivo de esa aportación de Poniatowska. Sin ambages dice: “Esta obra, la más reciente de nuestra afamada Elena, debiera ser leída por el joven presidente de México; nunca es tarde para empezar o para revisar el rumbo, también por el acartonado secretario de Educación Pública y por todo el gabinete en pleno, por los rectores de universidades, de tecnológicos, de escuelas de pedagogía, por todos los maestros mexicanos, por toda la clase política y especialmente quienes a lo largo y ancho del país, con togas y birretes, se otorgan títulos unos a otros y, si fuera mucho pedir, debieran leerlo nuestros legisladores, distraídos en tonterías y frivolidades, ansiosos de resaltar su imagen, pero incapaces de darse cuenta de que han aprobado a ciegas la entrega del país…”

Por lo pronto, les comento que estoy leyendo el interesante texto, que es también la crónica de todo un país en una época convulsa, en medio de un siglo de relevantes transformaciones políticas y sociales. Espero llegar pronto a la culminación de mi propósito, cuando recorra con entusiasmo e interés esos 47 capítulos a lo largo de 380 páginas, donde se hace puntual referencia al conocimiento científico y a los acuciosos investigadores de

la época.

Atentamente

Jorge E. Lara De La Fraga.