“A veces es más fácil rechazar una prueba consistente, que admitir que nos hemos equivocado…”
Después de 4 semanas de reclusión obligada en mi casa, voy saliendo adelante de una situación orgánica de emergencia. Sucedió que durante tres días (18,19 y 20 de octubre) empecé de manera extraña a sentir un dolor de cabeza constante, acusé presión arterial alta, calosfrío, ausencia de apetito, lloriqueo y problemas de equilibrio corporal. Reacio a consultar al médico y creyendo que mis desajustes serían pasajeros traté de solventar el asunto con reposo y medicamentos caseros, pero la situación se agravó el domingo 20 de octubre y durante la madrugada del lunes 21. Mi nuera que es doctora me recomendó que a la brevedad consultara a mi especialista, el cual es un ameritado cardiólogo. No lo pensé más y recurrí a tal galeno, llevándole los últimos resultados de mis análisis químicos de sangre y orina.
El doctor David Jiménez Zepeda analizó por la mañana de ese día lunes, mis niveles bioquímicos, me hizo preguntas y me recomendó que le llevara un reporte de reacciones febriles, con la misma muestra de sangre que me habían tomado en el laboratorio. Ya con todo el expediente a la vista, más una radiografía de la cara, el médico me externó que mi problema consistía en que había adquirido una salmonelosis de pronósticos reservados, en razón de que podría haber estado en contacto con alimentos contaminados, con quesos frescos no asados ni pasteurizados o con carnes rojas, sin dejar de lado contagio por saludos efusivos como abrazos y apretones de mano o bien haber tomado agua o líquidos antihigiénicos. A fin de cuentas sus recomendaciones fueron contundentes: ajustarme a una dieta sana, administrarme un antibiótico cada 12 horas durante 4 semanas, descansar en serio y en solitario, olvidarme un tanto de la problemática existente; para volverlo a consultar después de un mes, acompañado de los análisis clínicos respectivos.
Puedo decirles a los lectores que poco a poco fui restableciéndome y tuve que hacer uso de toda mi paciencia en esos primeros días, toda vez que me sentía imposibilitado para leer o escribir ante lo nebuloso de mi vista y por la jaqueca que seguía sufriendo en menor escala. No cabe duda de que después de la tormenta viene la calma y posterior a esa segunda semana de la cuarentena pude ya normalizar un tanto mi existencia e investigar algo sobre ese mal que me había atrapado de manera sorpresiva. Así asimilé que la salmonelosis o fiebre tifoidea es una enfermedad infectocontagiosa producida por enterobacterias del género salmonella. Esta afección comprende un conjunto de cuadros clínicos cuya principal manifestación es la gastroenteritis aguda, una de las intoxicaciones alimentarias más comunes causadas por agua y alimentos contaminados.
Expresan los especialistas que la salmonelosis es un conjunto de enfermedades y que no todas las especies, cepas o serotipos reconocidos tienen igual potencial patogénico. Pude saber también que el tiempo de incubación de la enfermedad puede variar de entre 3 a 21 días, que sus síntomas son escalofríos, cefalea, náuseas, anorexia, tos, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento; que si no se trata debidamente puede ocasionar perforaciones intestinales y enterorragias. Por lo contagioso del mal que experimenté les expreso a todos que tuve que evitar visitas de amigos, compañeros y hasta de familiares cercanos. Durante esa etapa no pude ver, saludar ni escuchar a mis inquietos nietos y ellos descansaron de mis reiterados consejos y recomendaciones.
Al final de esa experiencia poco grata puedo decir que no hay mal que por bien no venga; de ahora en adelante extremaré mis cuidados con lo que coma, lavaré bien mis manos y para nada tomaré una bebida fresca de dudoso origen; entendí que esas lechugas y verduras de las ensaladas tendrán que estar frescas y desparasitadas, pugnando también porque en mi dieta cotidiana no hagan su aparición las carnes rojas, especialmente las obtenidas del cerdo. Tendré en mente que esa salmonelosis habrá que desterrarla a plenitud para que no reverdezca con más virulencia. Espero que mis conocidos, amigos y lectores aprovechen mi “afiebrada” vivencia.
JELF/halt
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.