El título de este artículo corresponde a uno de tantos lemas usados por los jóvenes españoles en pie de lucha en contra de un sistema político que consideran –junto con millones de ciudadanos de todas edades y clases sociales- antidemocrático, caduco y corrupto. La protesta en España se focaliza en una demanda concreta: “¡Democracia real, ya!”
Siempre sucede lo imprevisible. En la punta del iceberg una manifestación convocada el domingo 15 de mayo por la plataforma Democracia Real Ya y Juventud sin futuro, cuyo eslogan es “sin trabajo, sin casa, sin miedo”, sintetiza el estado de ánimo de la generación nacida en los años 80 del siglo XX.
En España, desde el rescate a los bancos y la reforma laboral, el malestar crece y las manifestaciones se generalizan. Los motivos sobran. Unas veces es contra el recorte de las pensiones, el desempleo, el derecho a la vivienda, y otras contra la corrupción, la privatización de servicios públicos como el agua, la salud o los privilegios de la banca. Salir a la calle enarbolando la bandera de la democracia real ya y pidiendo un futuro digno para la juventud no era excepcional. Estaba dentro de lo previsible. Una más entre otras. El resultado era previsible. Como de costumbre, sus convocantes serían tachados de grupos sin proyección y sus participantes, marginales adscritos a los movimientos antisistema. Suma de comunistas, anticapitalistas, radicales, inconformistas e inadaptados. Sin duda pasaría desapercibida.
La circunstancia española es un prototipo de la situación por la que atraviesa un gran número de naciones en el mundo, consecuencia de la imposición del llamado “modelo neoliberal”, que en México conocemos tan bien y que por varias décadas dio la impresión –modelada por los medios de comunicación- de que todo marchaba a la perfección. La historia llegaba su fin, a la cúspide del “progreso”, la “democracia” y al fin de las ideologías. No había nada que hacer, solamente jugar el rol de ciudadanos en cada elección (secuestrada por los partidos políticos, tanto aquí como en España) y el resto del tiempo ajustarnos al principio de la realidad: mansos borreguitos conducidos por el sátrapa en turno.
Un elemento imprescindible para mantener tal estado de cosas, fue la implantación –a través de los aparatos ideológicos de estado, el sistema escolar sobre todo- del pensamiento único. Se construyeron e impusieron moldes de lo que se podía y lo que no se podía pensar; más aún, se hacía –y se hace- pasar por pensamiento la repetición frases o “teorías” atribuidas a tal o cual santón del posmodernismo: Habermas, Lacan, Morin…
La ciencia se convirtió en un simple ejercicio de virtuosismo relegando su función liberadora y su papel en la conformación de la conciencia social. Pensar por cuenta propia fue considerado políticamente incorrecto, pues se trataba de producir clones ideológicos, acomodados a los moldes convenientes al poder.
Pero algo ha salido mal. Al igual que en algunos países árabes, en Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla la convocatoria de un puñado de jóvenes indignados desbordó los cálculos. Concentró a decenas de miles de jóvenes y menos jóvenes. En la manifestación confluyen hombres y mujeres de todas las edades pertenecientes a los distintos sectores de las clases populares. Profesionales, estudiantes, jóvenes desempleados, trabajadores precaristas, jubilados y también inmigrantes. Los campamentos de protesta se consolidan en las plazas de las principales ciudades: Coruña, Vigo, Zaragoza, Madrid, Barcelona, Granada, Córdoba, Mallorca. No hay ciudad donde el movimiento no crezca. El nombre del movimiento se consolida, toma el día de la convocatoria: 15 de mayo. Su emergencia es un punto de inflexión. Una palabra logra definirlos: indignados.
El movimiento español es el resultado de una larga lucha de muchos sectores sociales afectados por la crisis, donde el malestar confluye evidenciando la falta de democracia y la pérdida de derechos reales en todas las esferas de la vida pública. Entre sus demandas se destaca: la eliminación de los privilegios de la clase política, servicios públicos de calidad, control de las entidades bancarias, prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección a los bancos, elevación de los impuestos a la banca, aumento de impuestos a las grandes fortunas, protección de las libertades ciudadanas y democracia participativa.
Volviendo la mirada a la realidad mexicana, y comprobando que vivimos una circunstancia análoga –en cuanto a las políticas neoliberales- creo que podemos hacer nuestras algunas de las frases que animan a los indignados españoles, como éstas:
-Votar es elegir en secreto quién te robará públicamente.
-Alternancia no es igual a democracia.
-No somos antisistema, el sistema es antinosotros.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.