Seguramente desde sus orígenes, los pueblos percibieron de la acción de regalar un sentido que trasciende lo material. Tal vez el inconsciente colectivo les condujo asumir ese acto como un deber para agradecer el regalo de la existencia a la naturaleza, el universo o Dios. De aquí parece desprenderse que sean el nacimiento, la reproducción y la muerte los momentos más aprovechados para que, como dijera Erich Fromm en el “El Arte de Amar”, las personas expresen su vitalidad, regalando. Esto concuerda con Maurice Godelier quién dijo en su obra “El Enigma del Don” que el regalar es motivado por el déficit de solidaridad o deuda que el hombre intuye tener con la otredad. Siendo así, el hombre, manifestando amor a través de los regalos, agradece la vida, transfiere orden y equilibra su entorno. Esto ajusta perfectamente con la definición de Marcel Maus, citada en “Sociología y Antropología” (1925). Para este autor “Regalar” es la transferencia voluntaria de algo propio que cumple una función de orden y equilibrio esencialmente comunitaria.
Lo anterior justifica el porqué sean los nacimientos, cumpleaños y fines de año tan recurridos para regalar y; por supuesto, los mejores para comerciar toda clase de bienes y servicios ofrecidos por el mercado. De ahí que la natividad de Jesús sea especialmente privilegiada en el mundo occidental. Sus íconos por excelencia son Santa Claus y los Reyes Magos. Personajes convertidos en ejemplos a seguir por simbolizar el desprendimiento, el amor y la gratitud. De estos Santos se ocupan brevemente las siguientes líneas.
Los 4 Reyes Magos.
La leyenda desprendida de Mateo 2:1-12, relata que de Oriente unos magos (filósofos y astrónomos) fueron a Belén para adorar a Jesús. A través de la Epifanía Melchor, Gaspar, Baltazar y Artabán* fueron advertidos del nacimiento de un Ser que venía a redimir a los desvalidos. Dicho portento no podía, desde luego, pasar inadvertido; así que, sin demora, los 4 reyes acordaron reunirse para ofrecerle sus respetos y presentes. Los tres primeros, que llegaron el 6 de enero, le ofrendaron mirra, incienso y oro, respectivamente. El cuarto llevaba joyas (diamante, rubí y jaspe), pero nunca pudo entregarlas a Jesús.
Significado de los regalos
La mirra simbolizaba la mortalidad de los hombres y se utilizaba como analgésico y embalsamamiento de cadáveres. Probablemente, con ella, el rey Melchor reconocía en Dios el poder de aliviar los dolores y traer la eternidad. El incienso, por sus fragantes propiedades, generalmente era empleado para aromatizar los altares o espacios destinados al culto de reyes y dioses. Si Jesús era considerado Dios y rey, entonces el incienso le debía ser ofrendado. Eso debió pensar Gaspar.
Con el oro, cuya propiedad es su inalterabilidad, Baltazar le reconoce a Jesús su pureza y permanencia en la Tierra. Con los regalos mencionados, entonces, se anunciaba al mundo que Jesús, además de ser Dios y rey tenía la misión de liberar a los esclavos y socorrer a los oprimidos. Consecuentemente era merecedor de un ambiente grato, reconocimiento y, sobretodo, de gratitud por su regalo de Amor incondicional.
Regalos de Artabán
El diamante, que se consideraba repelía los golpes del hierro y neutralizaba los venenos, fue entregado a un anciano que Artabán encontró golpeado, herido y desvalijado por ladrones. Con el rubí, que se creía disipaba las tinieblas, Artabán evitó que soldados romanos ejecutaran a un niño. Por esta acción se hizo sospechoso a Herodes, y lo envió a la cárcel. Al ser liberado, 30 años después; anciano, enfermo y casi ciego se dirigió a Jerusalén. Allí usó el jaspe (estimulaba el don de la oratoria) para rescatar de la esclavitud a una mujer que era vendida en el mercado.
Sabiendo que Jesús jamás aspiró a ser Rey ni mucho menos demandó culto a su personalidad (no era un narcisista) se deduce que de los 4 magos, los regalos que mejor cumplieron con el mensaje divino fueron los de Artabán. No por su valor intrínseco si no por el hecho de ser obsequiados a quienes los necesitaban en momentos de sufrimientos y pérdidas. Artabán dio intuitivamente, a la acción de regalar sus dimensiones de desprendimiento y solidaridad sin esperar algo a cambio. Pospuso su meta personal (entregar las joyas a Jesús); perdió su libertad 30 años y arriesgó la vida por quienes eran presas del dolor y las injusticias. Aunque no logró ver al niño Jesús, este se le manifestó 33 años después, camino al Gólgota, diciéndole: “Tu no fracasaste, al contrario me ayudaste durante toda tu vida: tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; estuve desnudo y me vestiste; estuve enfermo y me curaste; me hicieron prisionero y me liberaste. Artabán murió ese mismo día
en paz, reconfortado y satisfecho por sus acciones.
Santa Claus
Curiosamente, en occidente, el 4 mago es prácticamente excluido del relato tradicional. Posiblemente porque su proceder contradice la narrativa consumista-narcisista de los mercaderes que se apoderaron de la Iglesia y de la religión haciendo de ellas un gigantesco y lucrativo negocio de sometimiento. En su lugar recrearon a un obispo (San Nicolás, +343, Turquía) que llamaron Santa Claus, personaje cuya función ficticia es repartir regalos a los niños en conmemoración del nacimiento de Jesús (24 de diciembre). Su figura obesa, mostrada repleta de salud y felicidad, induce en los niños la idea de que consumir comida chatarra (dulces y refrescos) a cada rato es bueno. Sus botas negras e indumentaria roja representan los colores de la compañía que más diabéticos ha generado en el mundo: la CocaCola. Mediante campañas intensas de propaganda, esta compañía y demás corporaciones capitalistas lograron hacer que la población más vulnerable consuma en exceso productos industrializados que la enferman. Al globalizarse esa pesadilla norteamericana se monetizaron las relaciones humanas poniendo precio a la gratitud y al amor filial. Padres e hijos, cegados por la propaganda, tazan sus sentimientos conforme al costo de lo regalado y recibido. Precisamente, esa monetización-cosificación de los valores es el triunfo del capitalismo actual sobre lo humano que nos tiene al borde del abismo material y existencial.
Doromanía
Si aceptamos el supuesto de Maurice Godelier, (El Enigma del Don), de que dar es “una relación de dependencia recíproca asumida voluntaria, individual o colectivamente, cuya esencia es la solidaridad donde el donante comparte lo que tiene y lo que ES con el objetivo es restaurar el equilibrio entre dos entidades; entonces, se debe aceptar también que formamos parte de un entramado existencial de cuya armonía, todos, sin excepción, somos responsables. No rebelarse contra la presión del marketing, tarde o temprano prostituye el sentimiento de gratitud, dejando exhaustos e insatisfechos a muchos, quedando vacío de sentido existencial. Son los padres la primera defensa para evitarlo. Pues son ellos quienes no debieran poner precio al amor de sus hijos diciéndoles: “Te REGALO (esto o aquello) si me das un beso o un abrazo”. Al principio parece un juego. Después, los chicos sólo otorgarán la caricia si se cumplen sus exigencias de inmediato, hasta que terminan cosificando por completo la dación y la gratitud. Para entonces su salud mental habrá sido trastornada, pues nada les satisface, causándoles el desajuste de personalidad llamado DOROMANÍA. Finalmente, este mal les conduce a ODIAR o despreciar a quienes no son como ellos.
Resistencia y rebeldía.
Pudiera ser posible detener esa barbarie globalizada por el capitalismo con la complacencia de los poderosos locales y de quienes aspiran a serlo. Por ejemplo: ampliando y recuperando el sentido humano y solidario de “dar” como lo sugieren los zapatistas. Cito al subcomandante zapatista Moisés (1/1/25): debemos compartir “las formas de lucha, organización y defensa que tienen los pueblos en México y el mundo, para que las mejores ideas puedan replicarse. Que únicamente a través de la discusión, el análisis, la compartición, la opinión, el estudio y la toma de decisiones de las alternativas sin capitalismo, será posible una nueva forma de vida y sociedad.
*Las escrituras bíblicas no registran a este rey. El teólogo americano Henry Van Dyke en 1896 publicó la historia (“El cuarto Rey Mago”) donde lo cita, basado en una leyenda.