Aquel niño tenía extrañas ocurrencias.
Decía que el mar eran las lágrimas del mundo.
Decía que las estrellas, eran agujeritos a través de los cuales se veía el cielo.
Decía que las flores eran mariposas quietas, y que las mariposas eran flores que se habían ido volando por el viento.
El padre del pequeño se inquietaba. Dijo un día: No sé qué va a ser de este niño.
La mamá respondió: Yo sí sé. Va a ser poeta.
Se quedaron pensando los dos, y luego dijeron al mismo tiempo, pesarosos: ¡Pobrecito!
Armando Fuentes Aguirre (Catón)
Sólo que hacer poesía es algo tan bello… que a muchos se nos niega. No así a la pequeña Severn Cullis-Suzuki… ella a sus 12 años de vida, hilvanó la poesía en sus mensajes, aunque las sílabas de sus palabras no rimaran…, aunque no hiciera sonetos, ni haikús… Guardé de ella
un vibrante discurso que en 1992, expuso ante los miembros de la Cumbre del Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada por la ONU en Río de Janeiro, Brasil. En 1993, Severn recibió el Premio Global otorgado por el programa ambiental de las Naciones Unidas, en Beijing, China. Ese mismo año fue reconocida en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y publicó su libro “Decidle al mundo”, que en sólo 32 páginas da medidas ambientales para las familias. Hoy día, veintidós años más tarde, el discurso conserva su vigencia, a pesar del tiempo transcurrido.
Sus padres son: la escritora Tara Elizabeth Cullis y David Suzuki, un conocido científico genetista y también activista por el medio ambiente. Severn ha hablado en todo el mundo sobre estos graves problemas, instando a definir los valores y a actuar respetando el futuro, apoyando la responsabilidad individual. En 2001 se graduó en la Universidad de Yale con una Licenciatura en Ecología y Biología. En 2003 se inscribió en un curso de postgrado en la Universidad de Victoria para estudiar Etnobotánica. Su carrera sigue en ascenso ¿Qué dijo la pequeña que tanto impactó al mundo? Este es el discurso traducido al castellano:
«Hola: soy una niña de 12 años, hablando en nombre de ECO, una Organización de niños de 12 y 13 años, a favor del medio ambiente que intentamos marcar una diferencia. Hemos reunido dinero para venir aquí nosotros mismos, recorriendo 5 mil millas, para deciros a los adultos que debéis cambiar. No voy a ocultar mi objetivo: estoy luchando por mi futuro.
Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo, cuyos llantos son ignorados por todos. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren a diario en este planeta, porque no les queda ningún lugar a donde ir. No podemos soportar no ser oídos.
Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años encontramos peces llenos de tumores. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día y desaparecen para siempre. Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques tropicales repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si todavía existirán para que mis hijos los vean también ¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad? Todo esto está ocurriendo ante nuestros ojos, y aún seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy sólo una niña y no las tengo, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen. No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinguido.
Y no pueden recuperar los bosques, que un día talaron y que antes crecían donde ahora hay desiertos ¡Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de estropearlo!
Aquí, ustedes son seguramente Delegados de Gobiernos, empresarios, organizadores, periodistas y políticos, pero en realidad son madres y padres, hermanas y hermanos, tías y tíos, y
todos, son hijos de alguien. Aún soy sólo una niña, pero sé que todos somos parte de una gran familia formada por seis mil millones de personas. De hecho, una familia de treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso. Sí. Aún soy sólo una niña, pero sé que todos estamos juntos en esto, y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.
Aunque estoy llena de rabia, no estoy ciega, y, aunque tengo miedo, no me asusta decirle al mundo cómo me siento. En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aun así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos. En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando conocimos unos niños que viven en la calle. Uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle: comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto”. Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan egoístas? No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde se nace marca una diferencia tremenda. Yo podría ser uno de esos niños de las favelas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio, o un mendigo en la India.
Y siendo sólo una niña, sé que si todo el dinero que se gasta en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y en buscar soluciones medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso. En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos bien en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y a no ser egoístas. Entonces, ¿por qué fuera de casa y de la escuela, se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?
No olviden por qué asisten a estas conferencias: lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: “todo va a salir bien”, “esto no es el fin del mundo” y “lo estamos haciendo lo mejor que podemos”. Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”. Bueno, lo que ustedes hacen, me hace llorar por las noches. Ustedes, los adultos, dicen que nos quieren. El desafío es que por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras. Muchas gracias». Fin del discurso. La pequeña activista fue largamente ovacionada…
A más de dos décadas del discurso de Serven, ahora soy yo quien pregunto: ¿Qué dirá esta ecologista de lo que sucede en el mundo actual sanguinario y cruel? ¿Cuál es el trato que damos a la madre naturaleza? ¿Qué de la explosión de la planta nuclear de Chernóbil o más recientemente, de la de Fukushima, en Japón? Y en nuestro México ¿Qué del accidente de la mina de Pasta de Conchos, que a siete años de la tragedia allá, en la Región Carbonífera de Coahuila, las familias de los 63 mineros fallecidos que continúan atrapados en el fondo de la mina, claman por ellos? ¿O qué del derrame que una empresa, subsidiaria de Grupo México, causó recientemente en Sonora (y no es el primer accidente en el que está involucrada la minera): se trata del derrame de 40,000 metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado (mezcla de agua, cobre, metales pesados y ácido sulfúrico) en los ríos Bacanuchi y Sonora? ¿O qué del derrame de petróleo, producto de una toma clandestina en el oleoducto Madero-Cadereyta, en Nuevo León? ¿O qué de la del Río Hondo, que afectó más de seis kilómetros y una gran mortandad de especies como anguilas, tortugas, conejos, armadillos y miles de peces de la región" ¿O del ecocidio reciente del Lago de Chapala donde hay al menos 500 toneladas de peces muertos en la superficie del agua? Durante estos días se trabaja para retirarlos, y así evitar que se genere un foco de infección mayor ¡Gran prisa tiene el ser humano, por asesinar al planeta Tierra, aunque sea el único que tenemos!
Alicia Dorantes
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