Sabido es que hay diversas cosmovisiones relativas a la fundamentación de los derechos humanos, creacionistas y no creacionistas. Hoy es un día propicio para comenzar por saber conocer una doctrina creacionista sobre dicha fundamentación.
El autor de esta doctrina es Antonio Beristain Ipiña (1924-2009). Teólogo, Filósofo, Jurista, Criminólogo, Victimólogo, Sacerdote católico, Jesuita. El mérito que se debe resaltar de este pensador es que, sin apartarse de la ortodoxia cristiano-católica, habló y escribió para la familia humana. La impronta universal de su pensamiento se echa de ver al ofrecer su noción de víctima. Según su parecer, ésta es la persona que sufre por cualquier motivo.
Algunos pensadores leen en un poema no solo su belleza, sino que también son capaces de investigar su verdad. Antonio Beristain es uno de ellos. El planteamiento requiere rememorar algunas nociones elementales. Suele decirse que alguien posee la verdad cuando su pensamiento corresponde a lo que es. Por tanto, una afirmación será verdadera cuando lo que se afirma es tal cual se afirma y falsa cuando lo que es no corresponde a lo afirmado.
El planteamiento hizo recordar una lectura de juventud y la revisamos: “El ‘sitio’ de la verdad no está primordialmente en el juicio, enunciación o proposición, sino en la existencia del ser humano, en cuanto ser-hombre [o ser-mujer] es existir conscientemente.”
La idea, sin embargo, es que la conformidad del juicio con la realidad presupone que ésta ya ha sido sacada del cubrimiento. “Para ello se precisa cierta ‘luz’, la luz de la existencia consciente. En el debido nivel de su ser-humano, el hombre [y la mujer] es luz para sí mismo [o, para sí misma] y al mismo y al propio tiempo inmediatamente luz que se proyecta sobre los otros-que-el-mismo [o, ella-misma].” (W. Luypen).
Sin rodeos, aquello que se quiere aseverar lo expresa Irving M. Copi magistralmente: “Los versos poéticos que incorporan algo de ‘crítica sobre la vida’ son más que meramente expresivos”.
En diversas ocasiones y en distintas situaciones se ha afirmado que la mujer y el hombre son iguales en dignidad. ¡Sin lugar para la duda! Y, como una cosa lleva a la otra, de cara a las calamidades hodiernas: intervenciones “humanitarias” armadas; la pretendida relevancia moral de la diversidad cultural; el terrorismo de Estado; el terrorismo no institucional; la corrupción; y siempre la guerra (Ernesto Garzón Valdés), suscitó el deseo de escribir un comentario convincente. Pero, no hay tal...
No hay tal, porque en este escrito no se intenta arrastrar al lector, llevarlo de la mano por la verdad que se impone como indiscutible. Convencer, es “vencer con”, es moldear el pensamiento del lector y, cuando sea preciso, llegar incluso al mundo de sus sentimientos, lo que coloquialmente se dice “llegarle al corazón”. (G. Martín Vivaldi).
El presente comentario, tal vez es inductivo, porque consiste en una humilde invitación para hacer lo que hizo Beristain, es decir, leer un poema con el ánimo de contemplar la belleza de su expresión y también descubrir su verdad.
El poema que el pensador propone es del eminente humanista italiano Giovani Pico de la Mirandola (1463-1494) y lleva por título
Oratio, De hominis dignitate (“Discurso sobre la dignidad del hombre” o “La dignidad Humana”).
“Cuando Dios ha completado la creación del mundo, / empieza a /considerar la posibilidad de la creación del hombre, / cuya función / será meditar, admirar la grandeza de la / creación de Dios. / Pero Dios no encontraba un modelo para hacer al / hombre. /Por lo tanto se dirige al prospecto de criatura, y le /dice: / No te he dado una forma ni una función específica, / a ti, Adán. / Por tal motivo, tendrás la forma y función que / desees.”
La acotación de Antonio Beristain, el célebre jesuita español, es como sigue: “...en líneas generales podemos considerar que [el texto trascrito] deriva del relato judeo-cristiano y del Génesis...” (1, 26 y ss.). El autor citado destaca que el relato muestra una cosmovisión que estaba extendida por el Antiguo Oriente; a saber, que mediante la imagen se conseguía recordar eficazmente a una persona. Agrega el autor que, en las culturas egipcia y asiria se representaba a los soberanos como imágenes de Dios, semejantes a la Divinidad.
Para Beristain, sacerdote católico, importa resaltar que, según la doctrina de la revelación cristiana, el ser humano no fue creado del mismo modo que las cosas y los objetos, sino mediante la llamada dialogal con un tú. El relato bíblico de la creación respecto de las cosas recuerda “dijo Dios: hágase”, y de este modo se hace lo que él quiere que sea.
Respecto al ser humano la narración recuerda: “Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen”, y le llama por su nombre. El acto de la creación que hace ser al humano lo que él mismo es no coincide con poner objetos en el mundo, sino que implica un acto personal desde el primer instante, la iniciación de una relación personal, no sólo de cuidado, sino también de nobleza y dignidad. Pero, conviene observar esa visión del orden en la obra de Pico Della Mirandola:
La naturaleza de las demás criaturas, la he dado / de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. / Tú definirás tus propias limitantes, de acuerdo a tu / libre albedrío. / Te colocaré en el centro del universo, de manera / que te sea / que te sea más fácil / dominar tus alrededores.
En el desenvolvimiento de este escrito, se impone la pregunta por la respuesta que da la revelación cristiana a la “creación” de la mujer. Y, dicha respuesta llegó de un cura local. La fuente de cognición es también el Génesis: “Hizo pues, Yahvé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y, dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yahvé Dios a la mujer” (Gén 2, 21-22).
Aquel cura local le otorga relevancia a la narración cuando afirma “...tomó una de sus costillas” ..., pues nos dice que, de acuerdo con el lenguaje de la época, si Dios hubiese tomado de alguna parte de su cabeza, entonces la mujer hubiese sido creada como un ser superior al hombre en valor y, si hubiese tomado de alguna parte de sus pies, la mujer tendría un valor inferior al hombre. Pero, el haber tomado de la parte media, hace a la mujer un ser del mismo valor que el hombre. La mujer y el hombre son iguales en dignidad. La Biblia, sin embargo, expresa la unidad: “Dios lo hizo varón y mujer”.
Otra vez con Pico Della Mirandola:
No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de la / tierra, ni del cielo, / De tal manera, que tú podrías transformarte a ti / mismo, en lo que desees. / Podrás descender a la forma más baja de / de existencia, como si fueras una / bestia. O podrás en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son / divinos.
La doctrina de la dignidad humana expuesta influyó no solamente en la
Constitución Política de México, sino también en instrumentos jurídicos internacionales como la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” (Artículo 1).
El texto de la Ley suprema de México con fuerza directiva, aún sustenta la siguiente disposición: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.” (Artículo 1, último párrafo).
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