En la Historia hablan los hechos cuyas huellas están registradas en miles, millones de testimonios que permiten al historiador recabar datos que son contrastados para verificar la veracidad que contienen, organizarlos para establecer relaciones entre ellos y elevarlos a carácter de información, comparar y analizar esa averiguación para establecer el proceso de los hechos ocurridos y explicar qué sucedió, cómo sucedió y por qué sucedió un acontecimiento exponiendo así, lo que se conoce como “juicio histórico”.
La Historia, escribió D´ Alembert, en su
Discurso preliminar de la Enciclopedia, allá en el año 1751, es un “tribunal íntegro y terrible”. ¿Por qué se refirió a ella con esas palabras? Lo dijo porque la Historia, que como ciencia humanística se hace desde el presente que interroga al pasado, registra las acciones bellas que son precinto de dignidad, inmortalidad o grandeza, lo mismo que aquellas acciones cuyas perversiones, libertinajes y deshonestidades se convierten en estigma negativo que los siglos no podrán borrar.
Las generaciones de un presente preguntan al pasado, y siempre ha sido así, el por qué de las cosas o situaciones vividas en su momento pretérito con el fin de comprender qué sucesos y procesos condujeron al escenario que se vive en ese presente. El presente no puede ser sin el pasado como el futuro tampoco puede ser sin el presente que es causa y efecto, a la vez.
Si nos atenemos a la ley de la física mecánica que dice: “todo efecto o resultado es consecuencia de una o varias causas que lo provocaron”, sea en un sentido lineal o sea en un sentido complejo de relaciones múltiples en red, entonces la marcha inexorable de los acontecimientos en su diversidad de relaciones, se temporalizan en los procesos que tenazmente quedan grabados en las huellas de los testimonios que son materia prima del historiador para develar, conocer y explicar lo ocurrido.
Los hechos humanos, las acciones realizadas en el tiempo, sean en el orden entrelazado de lo político, cultural, social, económico, religioso, y en el espacio contenido familiar, institucional, educativo, judicial, militar, gubernamental o cualquier otro en el que se den los hechos, dejan huellas impresas en los datos, en los informes, en las noticias, en las estadísticas, en los registros gráficos, y ahora, más que nunca, en los registros digitales de toda índole, públicos y privados, abiertos y reservados, cuya circularidad es socialmente transversal.
Los historiadores que el día de mañana se pregunten qué y cómo fueron los hechos de los tiempos que ahora estamos viviendo, tendrán una multiplicidad de fuentes testimoniales en las que encontrarán un cúmulo de datos que les permitirá establecer relaciones, conexiones, comparaciones, semejanzas, diferencias, contrastes, autenticidad, veracidad, falsedad, confluencias y divergencias en los datos que al relacionarlos se elevan a cualidad informativa de los procesos temporales estudiados.
Así, lo que hoy permanece claro, nebuloso u oculto al presente, mañana se develará para conocer la conexión de lo individual o grupal con un todo explicando el proceso del devenir histórico que condujo a ese presente sobre el cual el historiador se hace preguntas.
Por ejemplo, en la década de los años ochenta del siglo XX, historiadores de ese momento se preguntaron cuál había sido el efecto en los pueblos indígenas la
Ley de desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de las corporaciones civiles y religiosas impulsada por los liberales durante la segunda mitad del siglo XIX, liberales que aseguraban que con su aplicación las comunidades indígenas tendrían la oportunidad de ingresar al progreso material y social. ¿Qué fue lo que se encontró al indagar en los testimonios documentales existentes? Que ni hubo progreso y, mucho menos, bienestar material y social; por el contrario, se destruyó la base material de la producción de los pueblos indígenas al despojarlos de sus tierras comunales lanzándolos al mercado de peonaje en las haciendas que se apropiaron de sus antiguas tierras comunales y su fuerza de trabajo.
La falacia liberal ocultó el verdadero fin: al destruir la base de organización territorial comunitaria se liberó mano de obra barata y explotable para el capital terrateniente, y así, el atraso y la desigualdad que priva hoy en las naciones originarias tiene, entre otras causales, la destrucción de su base territorial.
En nuestro ya entrado siglo XXI, nos preguntamos sobre las causas del cambio climático y la indagación a través de multitud de información contenida en testimonios materiales, documentales, geológicos, biológicos y climáticos, así como evidencias fácticas actuales de la destrucción del medio ambiente y alteración ecológica, para arribar a una historia radical que se remonta al arranque de la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVII, cuando se empezó a utilizar el carbón vegetal, el mineral y, luego petróleo para generar energía y cuyo efecto, con el tiempo, fue la liberación de creciente cantidad de dióxido de carbono causante, entre otros gases como el metano, del efecto invernadero que provoca la alteración en las condiciones dinámicas del clima.
La historia de lo que ahora se conoce como Antropoceno, está ahí en los testimonios. En ambos ejemplos, el de las naciones originarias y el del cambio climático, la historia dice las causales y los efectos, más, sin embargo, no hemos sido capaces de comprender ese pasado para redirigir el presente hacia un futuro distinto en el que prive la vida con desarrollo social y económico, la equidad en todo sentido, libertad y respeto inseparable a los derechos humanos y de la naturaleza, de la cual somos parte como seres biológicos.
Así, cuando los historiadores en lo futuro, digamos hacia el año 2070, en el que ya habrá ocurrido un cambio generacional con respecto a las generaciones de las tres primeras décadas del siglo XXI, se pregunten el por qué de la situación que en esos momentos se viva, van a indagar en el pasado, que en estos instantes es nuestro presente, en busca de información para dar respuesta a sus preguntas y explicar cómo es que se llegó a la situación que vivan.
Así funciona la historia. Los historiadores de hoy indagan en los sucesos de ayer y los historiadores de mañana indagarán en los sucesos de hoy que será su pasado. Pero a diferencia de los de hoy, el historiador del futuro tendrá a su disposición un cúmulo enorme de testimonios que le obligará a crear nuevos métodos y técnicas de compilación y análisis soportadas en algoritmos e Inteligencia Artificial, así como afinar los criterios de veracidad de los datos e innovar en el campo epistemológico y heurístico, esto es, en teoría de la Historia.
Aunque podemos decir que hasta las falsas noticias serán fuente para el historiador del futuro, quién podrá conocer, a través de su análisis, el nivel de conflicto social y político, la precariedad educativa, la incredulidad social anclada en la labilidad cultural y, sobre todo, el grado de degradación ética y moral al que se hubiese llegado.
Y así, la historia seguirá indagando sobre el enigma de todo pasado, si es que la humanidad no colapsa como civilización al paso que llevamos de guerras por territorios, agua y acceso a recursos materiales; conflictos ideológico-políticos que causan divisiones y confrontaciones entre los pueblos; manejo nefasto de enfermedades pandémicas que no dejarán de existir; efectos catastróficos derivados de nuestra conducta depredadora que continúa alterando las condiciones benéficas del clima y el medio ambiente, y un largo etcétera que usted puede imaginar.