La del título resulta ser, ante los dramáticos efectos del cambio climático, una frase descriptiva del estado emocional de gran parte de la sociedad pensante mundial: inundada por un temor resonante cuya fuente se halla en el modelo económico destructor impuesto al planeta. Cierto, la génesis del derroche y responsable de la hiperproducción irracional lo es el capitalismo salvaje privatizador de la ganancia pública en aras de la insana concentración de la riqueza. Pero siempre tiene dos caras la moneda y parte de la responsabilidad del desastre caníbal también recae en el ciudadano; principalmente en el consciente y pasivo, quién prefiere mantenerse en su área oculta[i] para no perder su estatus de aparente de confort. Se sabe parte de la solución pero por miedo a no encontrar el apoyo de los demás se enajena con el consumismo, dirigiendo su energía vital a las actividades egóticas y evasivas de la realidad. Al concentrarse en su deseo narcisista de posesión (TENER) que nunca llegará a satisfacer, la gente genera un círculo vicioso autodestructivo, llevando al sujeto a vaciar de sentido su existencia. Lamentablemente, las consecuencias de este modo de vida potencia y acelera las posibilidades del hundimiento general de la raza humana.
Se preguntará usted, -¿qué tiene que ver la conducta individual con el calentamiento global?- Bueno, pues mucho, porque este asunto, de acuerdo con los especialistas Mario Molina, Dan Schrag, Lawrence Krauss, Alicia Bárcenas, Richar Somerville y Noam Chomsky, más que político-ideológico es MORAL y ÉTICO. (citados por Petrich Blanchet en la jornada del 17 de noviembre, 2017).
Es inútil esperar vengan las soluciones de los políticos o de los grandes empresarios, usufructuarios, ambos, de la trágica devastación ambiental. Son seres rebosantes de codicia sin ética ni moral, defensores de un capitalismo carente de alma, … que atenta(n) contra la sobrevivencia y la salud humanas”. Se apropian por la fuerza de las armas y la mentira de los recursos naturales del Planeta para dilapidarlos, fomentando por todos los medios (educación, política y religión) el “american way of life” suicida.
En México, los señores del dinero y sus sicarios en el poder, fieles guardianes del desorden establecido, no retrocederán de muto propio; serán los movimientos sociales y ciudadanos, juntos, quienes, tendrán que hacer valer el artículo 39 Constitucional[ii] para rescatar su derecho a modificar esta forma criminal de gobierno. Naturalmente, fácil no será: nunca como ahora, a las fuerzas represivas se les ha destinado más presupuesto, asensos y reconocimientos; pero sobretodo, garantía de IMPUNIDAD para evitar triunfe lo colectivo. Las autoridades nacionales, ensimismadas en su patológica esquizofrenia de poder, no quieren darse cuenta que su país idolatrado (E.E.U.U.) “ha decidido avanzar en el camino de la destrucción del medio ambiente”(1).
La política de escarnio, opresión e impudicia aplicada sin diferencia alguna por quienes han detentado el poder federal (PAN-PRI) sigue provocando mucho dolor y sufrimiento y, en muchos casos, odio intencionalmente, porque, parafraseando a José Ortega y Gasset, este aniquila los valores. Les es ajeno el actuar correctamente (ETICA) y buscar el bien general. Jamás abrazarán como causa común la preservación y protección de la vida y la Madre Tierra. Sólo les importan su enfermiza avaricia.
A pesar de todo el negro panorama, hay resistencias contra el mal. Por todas partes nacen colectivos ambientalistas, defensores de derechos humanos, protectores de grupos vulnerables y políticos con la firme intención de hacer lo correcto, es un estupendo comienzo esperanzador para todos.
Preocuparse por lo que pasa alrededor es un deber; pero pasar de la “indignación a la acción”[iii] es un avance sustancial para detener las políticas de muerte asumidas por los neoliberales. Hay que firmar en apoyo a Mary Chuy
y salir a votar por el cambio, también. Aunque preparen el fraude, debemos decir ¡basta!
Nunca es tarde para hacer del amor una resonancia extendiendo nuestra individualidad hacia el otro.