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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Fábulas y moralejas

José Manuel Velasco Toro 10/04/2025

alcalorpolitico.com

En ocasiones nos asaltan los agradables recuerdos infantiles que tuvieron una importante incidencia en nuestra formación. En mi caso, hace unos días me topé, en una de mis asiduas visitas a las librerías, con las Fábulas de La Fontaine e ilustraciones de Gustave Doré en una edición rústica del Grupo Editorial Tomo (2002) y, sin pensarlo mucho, la adquirí. Cuando cumplí seis años mi padre me dio de regalo las Fábulas de La Fontaine en una edición de lujo de la editorial UTEHA, creo, y sus palabras fueron: “para cuando aprendas a leer”.

Y así fue, extasiado con las imágenes de Doré mi inquietud por aprender a leer se incentivó, así que cuando ingresé a la primaria mi interés primordial fue la lectura para deleitarme con las historias contadas en cada una de las hermosas y educativas fábulas contenidas en ese libro de pasta azul.

Por desgracia perdí el libro, así que cuando vi la edición aludida no dude en comprarla y releer las fábulas como la del narciso, “El hombre y su imagen”, cuya moraleja recuerda lo pernicioso que es el enamorarse de uno mismo. “El pavo real quejándose a Juno” cuya envidia por el canto del ruiseñor le impedía ver sus propias cualidades y belleza. “El leñador y Mercurio” que enseña cómo la sinceridad y honradez es reconocida y premiada.



Hermosa e ilustrativa es la fábula de “El loco vendiendo sabiduría” que cuenta cómo un loco “iba gritando por calles y plazuelas que vendía sabiduría, y muchos crédulos corrían a comprarla. Les hacía extrañas gesticulaciones, y después de sacarles el dinero, los obsequiaba con un tremendo bofetón y un cordel de dos brazas de largo”, ante lo cual muchos de los engañados cobraron consciencia, se enojaron y recurrieron a un sabio en busca de consejo, el cual les contestó con la siguiente moraleja: “El cordel y la bofetada son preciosos jeroglíficos; toda persona que piense debe mantenerse apartada de los locos la longitud de este cordel, y si no lo hace así, se expone a recibir algún golpe. No los engañó el loco, sí vende sabiduría” (cualquier similitud con locos de la política actual es pura coincidencia).

“La educación” habla de lo importante que es cultivar los buenos dones naturales para acometer y realizar nobles empresas, y evitar que la indolencia todo degenere convirtiendo a las personas en “bellacos” y cobardes, moraleja que se acopla con la “Ventaja de la ciencia” cuya máxima afirma: “Que digan los necios lo que quieran, el saber vale mucho”. Rememoro una fábula que me hizo reflexionar y aprender a responder con agudeza, cual es “La corte del león” cuya lección nos enseña que “En la corte, no sean aduladores insulsos ni habladores imprudentes, y si se ven en algún aprieto, sean astutos”.

“La lechera” es una de las fábulas más conocidas, creo. Cuenta que Juanita, con un cántaro de leche sobre la cabeza, se dirigía al mercado a venderla. Durante su trayecto empezó a imaginar todo lo que podía comprar con las monedas que recibiría a cambio de la venta de la leche. La euforia que le provocaba su imaginación hizo que se descuidara y tropezó, cayendo el cántaro al suelo por lo que quedaron destruidos los “castillos en el aire” y nos recuerda que un tropezón nos puede volver a la realidad por lo que debemos evitar perder “piso”.



Lo cual también nos instruye la fábula de “El perro que suelta la presa”, la cual narra que un perro que llevaba su presa en el hocico, al pasar por un río vio su reflejo en el agua y creyó que aquella presa que se reflejó era más grande, por lo que soltó la que llevaba y se abalanzó sobre el reflejo, “quedándose sin la presa que tenía, y sin la que ambicionaba”, gran moraleja para envidiosos y ambiciosos.

Cuántas veces no hemos escuchado decir que “el hábito no hace al monje”, pues bien, esta es la moraleja de ”El gallo, el gato y el ratoncillo” y nos cuenta que un ratoncito vio a un gallo que aleteaba frenéticamente y su canto le asustó, por lo que creyó que era malvado; en cambio, cuando vio al gato le pareció tranquilo y bello, por lo que consideró que era bueno e intentó acercarse a él, momento en que su madre lo vio y le gritó que se alejara explicándole que “ese sujeto benigno y manso, es el gato infame, que con su apariencia hipócrita, oculta el odio mortal a toda su parentela”.

También se encuentra la falta moral del plagio en “El grajo adornado con las plumas del pavo real” y que nos dice que en “el mundo hay muchos grajos que se adornan con cosas ajenas. Se llaman plagiarios”. Cierro trascribiendo “La zorra y el busto”, fabula que nos recuerda día a día de cómo la ignorancia es amiga del engaño, nos dice que la “mayoría de los grandes son como máscaras de teatro. La apariencia se impone a la credulidad del vulgo. El asno solo juzga por lo que ve en ellas; la zorra, por el contrario, las examina a fondo, volteándolas hacia uno y otro lado, y cuando observa que no tienen bueno más que el exterior, les aplica la sentencia que el busto de un héroe le sugirió en cierta ocasión. Era un busto hueco, del tamaño mayor que el natural. La zorra, elogiando el mérito de la escultura, exclamó: ¡Hermosa cabeza! ¡Lástima de que no tenga sesos! ¡cuántos personajes de alto copete son como estos bustos!”.



Algunas de estas fábulas, me tocó durante mi educación primaria, fueron complemento esencial en el ejercicio cognitivo de aprender. Recuerdo una de mis maestras y dos de mis maestros (tercero, quinto y sexto grado, respectivamente) nos pedían leer, analizar, reflexionar y formular la concusión moral que contenía la breve historia. Es un ejercicio de aprendizaje moral, pero, sobre todo, un aprendizaje divertido que muestra el camino del pensar reflexivo para hacer del aprendiente un “zorro” que sabe distinguir la falacia de la verdad.

Mediante el recurso narrativo de la fábula, relato en prosa donde lo mismo son animales, dioses mitológicos que seres humanos los protagonistas, se trasmite una enseñanza moral que es reflejo de una experiencia de vida y se concreta en la moraleja contenida, cuya interpretación queda a juicio del receptor.

Su intención didáctica instruye, de forma gozosa y a veces trágica, en los valores humanos positivos y en las consecuencias que acarrea la transgresión de las normas morales, pero sobre todo son un recurso pedagógico mediante el cual se aprende a imaginar comparativamente con la cotidianeidad vivida, reflexionar sobre las conductas y pensar deductivamente para comprender el principio moral contenido que tanta falta hace hoy en día. Así las cosas.