“No debemos tener miedo de cuestionar y cuestionarnos; hasta los planetas
chocan y del caos nacen las estrellas…” Charles Chaplin.
Hace unos días, al pasar por un pequeño poblado rumbo a la ciudad de Córdoba, Ver., detuve mi automóvil para comer en un restaurante típico de la región. Mientras decidía el menú y poco después cuando me deleitaba con los sabrosos alimentos, tuve que aguantar estoicamente las noticias y el inicio de una novela proyectada por el aparato televisor de ese establecimiento. Durante ese lapso escuché mucha alharaca y detalles intrascendentes sobre el carnaval jarocho, varios chismes sobre la vida de elementos incorporados a la farándula, pormenores de la última derrota de los Tiburones Rojos, datos alusivos al estado del tiempo y un balance “a modo” de las obras y de los “proyectos encomiables” de la administración estatal. Verdaderamente me incomodé en que se ocupe mucho tiempo en esos medios para cosas de poca monta y se soslayen los verdaderos problemas y retos que confrontamos todos los mexicanos.
En ningún momento escuché u observé por ese reproductor televisivo algo relacionado con la deforestación o contaminación que está sufriendo nuestra entidad, ni mucho menos se aludió a la atmósfera de zozobra e inseguridad que padecemos todos los elementos de la comunidad en estos tiempos. Estuve atento para detectar si se haría alusión a las verdaderas consecuencias que acarrearán las reformas implementadas recientemente, pero esos asuntos no fueron “ventaneados” en la denominada “caja idiota”. Tampoco se abordó el tópico candente de las presas en algunos ríos de Veracruz, a pesar de las protestas encendidas y de los bloqueos carreteros. En conclusión, tanto Televisa como Televisión Azteca y ciertos canales oficiales prosiguen en su labor enajenante y el gobierno pareciera agradecer dicho gesto, ya que es cómplice por omisión y poco hace para que mejore esa programación audiovisual destinada al grueso de la colectividad.
Leí hace poco que la labor televisiva tiene sus pros y sus contras, sus beneficios y sus perjuicios. Que de manera lamentable en la mayoría de los países en lugar de beneficiar a los conglomerados los afectan en su comportamiento cotidiano. Los psicólogos centran su atención en lo que corresponde a la violencia e indican que la reiterada observación de escenas “fuertes” y sádicas repercute después en la agresividad del infante. Consideran que entre mayor sea el tiempo de exposición a los programas televisivos violentos, mayor es el riesgo de asociación de comportamientos irascibles en los sujetos, tanto en los niños como en los adolescentes. En la actualidad, por desgracia, el televisor es un instrumento imprescindible en los hogares: divierte, entretiene, informa, deforma, maneja comerciales, pero no propicia que el sujeto o los televidentes juzguen o razonen los insumos o contenidos de manera objetiva.
Lo reitero. No puedo asimilar cómo se ocupan múltiples minutos y hasta horas en sucesos nimios y se soslayan por esa pantalla chica eventos trascendentes. Todo hace suponer que si la línea oficial o los intereses de la empresa determinan que un “producto” debe proyectarse a plenitud, así se procede. En caso contrario, aun cuando el asunto sea importante, neurálgico o de gravedad, se soslaya o se trata de manera marginal. Hacer de un drama una comedia o una comedia de un drama, parece ser el cometido de esos diabólicos medios electrónicos. No ven los actos y marchas multitudinarias y sí observan cuestiones baladíes. Hacen héroes o villanos a conveniencia de sus intereses. Se engolosinan con los mediocres triunfos de los futbolistas, pero se olvidan de los mineros enterrados en Pasta de Conchos. Explotan el morbo y se tornan plañideros con cuestiones afectivas personales, pero son crueles con las víctimas de Atenco. En fin, hablan y pregonan el estado de justicia, pero proceden al margen de las normas, transgrediendo cotidianamente a nuestra Carta Magna.
Ni más ni menos que esa TV perniciosa fomenta la violencia, auspicia el consumismo, deforma la realidad, destruye lo que hace las escuela y el hogar y de ribete permite proyecciones insanas de erotismo, sexismo y racismo. Toda una calamidad que amerita analizarse a fondo en las instancias legislativas, para regularizar y reorientar su actividad pública.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.