¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir
Y flores para tener algo por lo que vivir.
Confucio
Frecuentemente visito la ciudad de Xalapa. Disfruto los encuentros con mi ayer lejano. Dormido, pero no olvidado. Ese ayer donde disfruté el amor familiar; más tarde, el amor quimérico... aquel en el que una mirada conduce a un sonrojo y una sonrisa a un sueño. Era aquella una mañana fría. Deseaba cobijarme con el mullido abrazo de la neblina, la que besa y envuelve; la que antes olía azahar y a flor de café. Quería sentir en el rostro el beso del menudo chipi–chipi. Sí. Quise ir al encuentro de esa Xalapa, de la que cada día queda menos, pues los avances de la modernidad, la asfixian, la transforman. Ahora, esa Xalapa, ya no es mi Xalapa... El tiempo la devoró.
Nos hospedamos en un hotel del centro. Un hotel familiar en el que el viejo Cronos al parecer se asiló. Muy de mañana y luego de saborear un humeante café negro, con sabor a Coatepec, acompañado por unos panecillos de requesón recién horneados, salí al encuentro con lo que queda de la Xalapa de ayer. Bajé por Sebastián Camacho y me dirigí a la parte posterior de parque Juárez. Visité las bellas estatuas erigidas a la Fortaleza, la Justicia, la Prudencia y la Templanza. En este paseo deliciosamente privado e íntimo sólo me acompañaba mi inseparable amiga: la cámara. Quise guardar aunque fuera en pequeños trozos de papel llamados fotografías, las imágenes que el tiempo no ha podido devorar de la antigua ciudad y sus muchos recuerdos.
Era domingo. Amanecía. El parque aún estaba solo. El sol invernal despertaba perezoso, allá, muy lejos. La cordillera brillaba espléndida coronada por el Cofre de Perote cuyo nombre náhuatl es
Nauhcampatépētl -de
Nauh “cuatro”, campa “lado” y
tepētl “cerro, montaña”: “la montaña de cuatro lados”-. Su silueta no ha cambiado, no así el color de sus faldas: las recuerdo de tonalidad verde pino y ese día, a pesar de la distancia que nos separaba, las vi áridas, desprotegidas, erosionadas... Moribundas… ¿Quién osó talar esos pinos, cipreses y ocotes para beneficio personal? Esa pérdida de la fertilidad de la tierra nos debe avergonzar. Nos debe doler porque traduce la pobreza en que se ha sumergido a sus moradores. Nos debe obligar a reflexionar en el árido planeta que a pasos agigantados estamos “construyendo”; mejor dicho, destruyendo, heredándolo así a nuestros hijos y a los hijos de sus hijos. Más lejos aún, el Citlaltépetl, “el cerro de la estrella” o “pico de Orizaba”, lucía el blanco vestuario que cada invierno le confecciona la madre natura.
En las fuentes del parque el agua brotaba cristalina, alegre e inmensamente fría, a pesar de lo cual, decenas de palomas parlanchinas y madrugadoras, tomaban su matinal baño. Cada baldosa me traía un recuerdo ¡Cómo ha cambiado todo! Los jóvenes jalapeños no lo saben, porque nacieron con esas transformaciones.
Recientemente leí en un diario de la ciudad: “El Parque Juárez de Xalapa, Enríquez, Veracruz, es sin duda alguna el espacio público de reunión más importante de nuestro Estado, además de uno de los parques más bellos del país. Construido a finales del siglo diecinueve en el estilo
art deco, cuenta con un diseño en base a balcones con los cuales se le otorgó una función contemplativa y de mirador natural al conjunto arquitectónico de las cuatro virtudes, así como al Cofre de Perote y al majestuoso Pico de Orizaba.”
“Pero a partir del mes de abril del presente año nuestro parque ha sufrido una serie de afectaciones en su estructura tales como el derrumbe de balaustradas, muretes y jardines, bajo el pretexto de un proyecto que el ayuntamiento a cargo denominó ‘Rehabilitación del Parque Juárez’ y con el que se pretende la instalación de un conjunto arquitectónico, denominado
Quetzalcóatl, mismo que no concuerda con la historia de la fundación de nuestra ciudad.”
“Se pretende a la par, derribar parte de las jardineras para instalar bancas de ferrocemento y cerámica de colores, instalar esculturas permanentes en el mirador, así como construir una caseta para internet con mesas y un techo apergolado de acrílico, derribar las balaustradas adyacentes al monumento a Benito Juárez para construir una terraza de estilo moderno; construir locales comerciales para un área gastronómica que contaría con un techado de acrílico y mesas de concreto para las vendedoras de tacos de canasta, mismos que obvio serán concesionados a comerciantes que actualmente venden de forma ambulante en el parque, despojando a la ciudadanía de esa parte del espacio público, además de obstruir la vista desde el mirador al conjunto de las cuatro virtudes.
Dicen que, además, pretenden instalar bancas de cemento dentro de las jardineras centrales para la instalación permanente de los boleros, sin olvidar la destrucción del lado de enfrente a las cuatro virtudes para la instalación de contenedores de basura subterráneos, todo esto sin tomar el cuidado y respeto por la arquitectura
art deco conservada en el parque por más de cien años y la cual le otorga un valor histórico y arquitectónico invaluable, ya que cuenta con una declaración como Monumento Histórico y publicada en el Diario Oficial de la Federación en fecha 19 de diciembre de 1990.”
Por eso, es importante el apoyo de todos, de todos los que amamos a Xalapa y a ese su parque, para defender nuestro patrimonio arquitectónico, histórico y cultural, ya que, de concretarse este proyecto del gobierno municipal, se dañaría de manera permanente e irreparable a nuestra heredad y a la de las futuras generaciones. Hagámoslo hoy y no lamentaremos, como en Veracruz hacemos, el derribo de la muralla y sus siete baluartes protectores, la desaparición de nuestros viejos y románticos tranvías, o la remoción del mármol del Parque Ciriaco Vásquez, los hermosos leones de Bernini que adornaban las puertas del correo, siendo substituidos por copias, grotescas, mal hechas o bien las hermosas casas que nacieron en el siglo XVIII en el Centro histórico o en la calle Zaragoza y que hoy, dado su mal estado de conservación, sólo esperan que el tiempo las derribe. Queramos y defendamos, nuestro patrimonio cultural que pronto será de nuestros descendientes.
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