Por una semana, la cabecera del municipio de Xico prueba las mieles y la sal de una metrópoli, pues acoge al menos 250 mil turistas regionales, nacionales y extranjeros atraídos por su fe y las distintas maneras de expresarla en Santa María Magdalena.
Especialmente este día 22 de julio de 2006 en que se cumple el 30 aniversario de la fiesta taurina de la Xiqueñada y 50 de que el municipio se elevó de villa a ciudad, en donde por fortuna hubo saldo blanco, los 12 toros de lidia que sacaron en el gran corral de 700 metros de largo que instalan cada año en la calle principal, sólo lesionaron levemente a 20 personas para quienes opinan que “los toros se ven de cerca”.
Pero la fiesta, de principio religiosa, después se vuelve turística, convoca sobre todo a jóvenes que envalentonados por la chela, la mora o el burro, se atreven a provocar la embestida de los toros y que como dijo su alcalde Darío Galvez en la conferencia de prensa, “por primera en estos 30 años, no hemos tenido que trasladar a algún herido a los hospitales Coatepec o a Xalapa”.
A la metrópoli por una semana que visitan canadienses, gringos, peruanos y hasta chilenos, se ve más nutrida siempre por xalapeños, coatepecanos y de habitantes de muchos municipios de la región, así como de otros estados, como Puebla, Tlaxcala, México, pero son los de Jalisco, que atraídos por los milagros de la santa, le ofrendan ceras para sus misas y mayordomías cada año.
Esta cantidad de personas que se dan cita por 7 días en un pintoresco pueblo de unos 35 mil habitantes en las faldas del Cofre de Perote, enfrenta los problemas de hacinamiento de personas y vehículos, pues a los 270 mil visitantes que llegaron en 2004, los transportaron 2200 autos y en donde hubo personas que se vieron atrapadas por el tráfico a los 10 kilómetros de la carretera de la entrada al pueblo a la capital del Estado por cerca de 6 horas.
Los xiqueños que de fiesta a chamba vendían los paliacates, camisetas (de a 100), gelatinas, sombreros, cervezas, los litros de mora (de a 30) y las improvisadas gradas que cobraban desde 100 hasta 170 pesos por mirar dos horas los bravos astados intentar cornear a quien se moviera, sin importarles que sobre sus cabezas todavía quedaba intacta una lona del Peje recordando que no se ha definido nada aún en la presidencial.
Algunos uniformados de negro y guinda del Comité de la Xiqueñada, voceaban a media calle con altavoz: “no abuses de la mora o el verde, porque acuérdate que el toro no se desveló ni tomó”, los mismos 30 que antes de soltar a los animales a las al medio día, hicieron una oración colectiva pidiéndole a la Santa por sus familias, que nadie saliera lastimado y agradecían a las autoridades su apoyo moral y económico y finalizaron gritando “no queremos héroes, queremos fiesta”.
Ya afuera los toros que a ratos corrían por manadas, nos explicaba un joven de la Peña Taurina de Huamantla que desde hace 4 años comparte sus experiencia con los xiquenses, son menos peligrosos porque buscan protegerse y no embisten a los provocadores, pero si hay uno sólo “de ese sí hay que cuidarse”, sólo sería el aperitivo del plato fuerte: la corrida que daría Rafael Ortega, el Zotoluco y cuyas entradas costaban $180 en gayola y $350 el palco.
Tras las dos horas de paseados los bovinos, en donde los xiqueños criticaron que no pusieron música “con pasos dobles”, ni la banda tocó estas piezas, en cambio se escuchó una batucada que en cada cruce de calle tocó unas piezas, antes que llegaron los norteños a ambientar le peda de algunos chavos que tuvieron dinero para pagar una hora de música, la fiesta siguió pues en cada casa que tiene fe en la santa, invita a comer a los visitantes pues ésta es su fiesta.
Finalmente el alcalde, reconoció que gracias al trabajo de sus colaboradores y de las autoridades estatales la fiesta no hubo nada que lamentar, que fue inútil el helicóptero que puso a su disposición el Gobierno del Estado, que no hubo ningún detenido por los 180 elementos de seguridad municipal, estatal y del IPAX; que fueron vacaciones para los 65 paramédicos que estuvieron expectantes a los lesionados y que en este día hasta las dos de la tarde sólo se contaban 60 mil personas.
Así la fiesta continuaría con un baile amenizado por la Banda Limón, y la juventud, niños, ancianos y mujeres fueron recibidos por esta peculiar metrópoli que nunca abandonó su actitud hospitalaria de un pueblo con fe en su patrona.