¡Basta de impunidad! Es el grito que se repite y convierte en clamor por todas partes. Es también, el señalamiento y reclamo mundial, imposible de ocultar.
Al frente, los jóvenes encabezan inconformidad e indignación generalizada. Salen a las calles y se manifiestan. A su manera, con la frescura de la vida, recuerdan a todos enseñanzas aprendidas; pero ahora en buena parte olvidadas y, sobre todo, no practicadas. Lecciones por costumbre dichas y repetidas; pero últimamente no convertidas en hechos, ni concretizadas.
Ineptos y corruptos en sus diversos ámbitos de gobierno observan y callan; algunos, obligados por su cargo o por la presión social, responden y se acomodan en las hasta hoy conocidas y efectivas formas de simulación y distracción, confiados en que pronto pasará y se olvidará. Vigencia del pacto de impunidad.
Lentos, a destiempo, van de la declaración forzada, foto, boletín y acto oficial teatral, a la incómoda transparencia y rendición de cuentas, que medio hacen, manipulan y distorsionan, o de plano no cumplen. Saben de los alcances de complicidad e impunidad gubernamental.
Pero hoy los jóvenes están presentes y actuantes. Insisten y expanden inconformidad y reclamos justificados, ante miradas y actitudes adormecidas, aletargadas o simplemente alejadas de lo que decimos aspirar y defender, construir y avanzar.
De las múltiples acciones que su actitud invoca y evoca, en la empobrecida e insegura sociedad, por ahora, resaltan tres de esas lecciones que ya los distinguen: primera, de vida: segunda, del derecho; y tercera, del valor.
Lecciones posibles de apoyar e incluso mejorar, si se aprecia y valora su contribución a la construcción de una sociedad más justa, un Estado de Derecho en todo hecho, y una convivencia civilizada , que permitan enfrentar y resolver bien, cuanto antes y pacíficamente, innumerables problemas y conflictos.
DE VIDA. TODOS SOMOS AYOTZINAPA.
Inconformidad y protesta crecen porque los jóvenes y quienes los apoyan, muestran lo determinante que es no olvidar principios primigenios, como el de la vida humana, mismo que todo Estado democrático está obligado a salvaguardar y proteger
"Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona".
El problema es que historia y geografía de fosas, desapariciones, ejecuciones y crímenes de todo tipo, sin castigo se repiten en todo el país. Mas que 43, ya se perdió la cuenta de los miles de sacrificados que demandan justicia. ¿Responsables y culpables? Bien gracias.
Enseñanza vital, la del sentido de la vida. Obliga a nunca olvidar que, “el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos…”
Es preciso que aprendan todos los que gobiernan, que no es ningún favor, ni petición negociable garantizar las mejores condiciones a la vida y la integridad de las personas. Es obligación ineludible.
DERECHO QUE NO SE EJERCE, ES LETRA MUERTA.
Así, casi automáticamente la segunda lección se hace presente.
Con sus protestas, los jóvenes enseñan que los derechos están para ejercerse y las obligaciones para cumplirse, cabal y puntualmente.
Inocultables escándalos de alcances municipal y estatal, nacional e internacional, revelan que sistema y aparato gubernamental no sólo son incapaces o deficientes en lo fundamental.
Además, por omisión o participación, muchos gobernantes, funcionarios y servidores públicos, participan en múltiples formas de actividad delictiva.
Hechos para tener presente, ya que también por negligencia o complacencia, por complicidad y corrupción los problemas de ineficiencia y delincuencia, se extienden a otros aspectos esenciales de los gobiernos. Al grado, de convertirse en una forma muy singular de violencia gubernamental, o violencia de Estado.
Así, protegiéndose mutuamente, en la certeza de la impunidad, hay quienes usan y abusan de las instituciones y sus atribuciones, se apropian y disponen sin límites, de recursos públicos presentes y futuros.
Incluso, algunos endeudan, hasta a los que todavía no nacen; sacrifican al máximo, a los presentes; condicionan, manipulan y convierten en clientela partidista y electoral a pobres, miserables y hambrientos en aumento; y, en el descaro extremo, abusan de ancianos y pensionados, despojándolos de sus pocos o limitados recursos.
Hoy los jóvenes ejercen derechos y libertades. Justificadamente se inconforman y protestan ante interminables ejemplos de corrupción e impunidad.
En respuesta. Muchos ineficientes y delincuentes en los gobiernos, encubiertos por medios y comunicadores alquilados, una vez más dicen y prometen que van a hacer lo que nunca hacen o ponen en práctica, esto es, combatir y erradicar la corrupción que tanto les favorece. Más palabras y pactos.
Por lo pronto la inconformidad social aumenta y se hace presente.
La enseñanza simple: en todo, hay que ejercer a tiempo derechos y libertades, o padecer las consecuencias.
EL VALOR DE SER.
Tercera lección, reconocimiento y apoyo a quienes tienen el valor de inconformarse y denunciar, de movilizarse y protestar.
A los que no aprueban, ni aceptan evidentes injusticias y delitos, ni se resignan a encubrirlos y permitirlos.
A quienes insisten que: “Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad…”
Los que señalan que simulación y negligencia, corrupción y cinismo oficial, en cualquier sentido son perjudiciales. Y que si no se identifican y combaten, detienen y eliminan a tiempo, acaban convirtiendo a cualquier gobierno, en ineficiente, encubridor y delincuente.
En fin, en sus ámbitos y alcances, hacen bien instituciones de educación superior en demandar respeto a jóvenes y ciudadanos que ejerzan derechos y libertades; y también, en señalar riesgos y consecuencias, de caer en círculos destructivos de violencia contra violencia. Mejor, si institucionalmente defienden reclamos de justicia, ante abusos de autoridad y delitos gubernamentales.
No olvidar que intereses afectados y algunos en los gobiernos, alientan y apoyan prácticas corruptoras y prepotentes. Promueven infiltrados, siembran caos y confusión, apoyan sabotajes, provocación y violencia para facilitar represión y uso de fuerza pública.
En aleccionadoras acciones, en principio, a los jóvenes sobran razones y derechos. Preciso entenderlos, atenderlos y apoyarlos. No sabotearlos, criminalizarlos y reprimirlos.
*Académico.IIESES-UV@RafaelAriasH