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Cuaderno de un retorno al país natal
Cahier d’un retour au pays natal
Traducción de José Luis Rivas
“Y cada cual se pone a tirar de la cola al diablo más cercano, hasta que el miedo se borra insensiblemente en las finas arenas del sueño, y se vive verdaderamente como en un sueño, y se bebe y se grita y se canta como en un sueño, y se dormita también como en un sueño con párpados de pétalos de rosa, y el día llega aterciopelado como un chicozapote, y el olor del estiércol líquido de los cacahuales, y los guajolotes que descascaran sus carnosos mocos colorados al sol, y la obsesión de las campanas, y la lluvia,
las campanas... la lluvia...
repicando, repicando, repicando...".
Este fragmento que el lector lo puede ubicar en el inicio de la página 23 del libro
Cuaderno de un retorno al país natal=Cahier d’un retour au pays natal, edición bilingüe que forma parte de las novedades de la Editorial de la Universidad Veracruzana (
EDUV), traducida por el poeta José Luis Rivas. La obra original fue escrita en 1956 por un joven, también poeta, de nombre Aimé Césaire, de origen negro, que nació un 26 de junio de 1913 en Basse-Pointe, Isla de Martinica, y falleció en Fort-de-France, isla de Martinica, en 2008.
A través de las 100 páginas que conforman este título, el traductor ayuda a apreciar la calidad de la escritura de Césaire así como a percibir su rabia porque él y los de su raza han sido rebajados a un eslabón anterior del humano.
Esta obra es un grito de odio al colonizador europeo, un reclamo al Dios que no hizo a los negros a su semejanza, una voz que clama porque no haya esclavitud ni discriminación en el mundo, y en específico en su país natal.
Al hablar de la muerte de su abuelo exclama que no hay por qué decir que “era un buen negro”, critica a los blancos que así se expresan porque al hacerlo ellos se erigen como sus dueños y muestran una condescendencia que el negro no pidió.
Aquí el lector tiene una parte del poema:
“Yo grito ¡hurra!
Era un negro muy bueno,
la miseria le había herido pecho y espalda y habían embutido en su pobre seso que sobre él pesaba una maldición que no se podía coger del cogote; que no tenía poder sobre su propio destino; que un Señor malvado había escrito desde tiempo inmemorial leyes de prohibición en su naturaleza pelviana; y que era un buen negro; por creer honradamente en su indignidad, sin la curiosidad perversa de verificar alguna vez los jeroglíficos fatídicos.
Era un negro muy bueno
y jamás se le ocurría que podría azadonar, cavar cortarlo todo, cualquier otra cosa que no fuera verdaderamente la caña insípida
Era un negro muy bueno.
Y le lanzaban piedras, trozos de hierro viejo, cascos de botella, pero ni esas piedras, ni esa chatarra, ni esas botellas…
¡Oh quietos años de Dios sobre este mogote térreo!
y el látigo disputaba a la libación de las moscas el rocío azucarado de nuestras llagas.”
Con toda la pasión que brota de su corazón el escritor, al que califican de “un gran poeta negro”, y que todos celebran el que así lo llamen, cuando puede ser reconocido solo como “un gran poeta”, creó en este libro su advenimiento y su muerte de negro, para convertirse en un ser notable y admirado por su escritura.
Su legado literario comprende poesía, teatro y discursos políticos. Además de la obra aquí reseñada, se encuentra la intitulada
Discurso sobre el colonialismo, que “desempeñó un papel capital y señero en el interior de dicho movimiento en plena crisis del modelo colonial”.
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