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Columnas y artículos de opinión
A Jorge Martínez Ruiz
Guillermo H. Zúñiga Martínez
25 de junio de 2011
alcalorpolitico.com
Te fuiste precisamente ayer, día de San Juan. Quedan exactos los recuerdos de tu bondad, de esos actos que realizabas en favor de los demás, diciendo siempre: “Conmigo No, Con Jesús”. Ya no estás con nosotros, te llevaste la dulzura de tu corazón, la limpieza de tu mirada y los juicios repletos de fe en la salud de tus hermanos.

Nunca te pregunté cómo le hacías para vivir, porque dejabas de cobrar tus servicios y dabas a manos llenas la medicina que adquirías en efectivo. Trabajabas mucho, cumplías con las obligaciones al compás del reloj que marcaba el tiempo de tu responsabilidad. Jamás te negaste a tratar a un enfermo para analizar su caso, estudiarlo y darle los medicamentos adecuados. La naturaleza vibraba en ti, eras especialista en arrebatarle los secretos para ponerlos al servicio de la humanidad, no se me olvida un día que te fui a ver, me quejaba de algunas inflamaciones en los párpados y me dijiste: “en todo Xalapa se desarrolla una planta que da floripondios, corta dos o tres y dile a tu esposa que los machaque y que con sus manos te los coloque alrededor de tus ojos”. Así lo hice y tuvieron un efecto espléndido. Cada vez que sentía una molestia orgánica recurría a ti para recibir tus orientaciones.

Nunca te vi molesto, menos displicente; eras dueño de tu temperamento y de tus emociones, rara vez las expresabas; sabías esconder muy bien las preocupaciones y siempre se te veía seguro, lleno de sabiduría y con una fuerza indescriptible para servir a tus semejantes. A todos alentabas; tu verbo y tus manos tibias daban el calor necesario para sentir alivio inmediato y, en la medida en que transcurrían los días, tus pacientes recobraban vigor y fuerza para multiplicar su confianza en ti. Eras sorprendente, grato y maravilloso; escuchar tus juicios después de que analizabas el iris de tus visitas, lo leías con sapiencia e interpretabas fielmente cualquier padecimiento. Lo mismo era con el magnetismo, a grado tal que tus diagnósticos siempre fueron sobresalientes.


Un día te confesé que te admiraba más cuando recomendabas remedios caseros o ahondabas en las propiedades de las sustancias naturales, como el caso del choqui del tallo del plátano o la utilidad del barro volcánico y las potencias de tus preparativos especiales. Después evolucionaste, tus vínculos se hicieron con laboratorios tanto locales como nacionales y extranjeros y, sin perder la perspectiva y el estudio integral de los componentes, tenías la magia y el saber para prodigar salud a quienes te visitábamos.

Fuiste singular, científico y artista, pintor sobresaliente y estudioso cotidiano de lo que era significativo para ti porque tus deseos los transformabas en esfuerzos para apoderarte del conocimiento y hacerlo girar y actuar para superar sufrimientos. Así fuiste siempre: atento, desprendido, alegre, solidario, sano y pletórico de generosidad. Disfrutabas de las nuevas tecnologías y asimilabas con facilidad los pormenores para su manejo. También destacaste en la cátedra, me refiero a la grupal porque contigo siempre se aprendía hasta en una simple conversación. Atendías a padres de familia pero también a sus hijos, que es mi caso, y todos te recordamos con ese cariño que un hombre se sabe ganar cuando demuestra la plenitud de la sensibilidad humana. Fuiste siempre muy ajeno, muy alejado a la vanidad de los bienes materiales. Así lo demostraban tus atuendos, tu calzado, la alimentación que ingerías. Así te visualizo hoy, que es el primer día en que ya no estás entre nosotros.

Te extrañan tus seres queridos, a quienes siempre prodigaste atención, afecto y el orgullo de tenerlos junto a ti aunque anduvieran viajando; esos mismos sentimientos están inmersos en toda tu familia. También te añoran tus amigos, tus colegas, los alumnos que dejaste en el camino, a los que formaste con gusto y devoción. Dejas un vacío difícil de entender, de comprender porque parece paradójico pero los ideales y los nobles sentimientos escasean cada día más y las buenas acciones también se reducen.


Seguramente que todos tus pacientes recurrirán a otro médico, homeópata o alópata, pero siempre recordarán tus preocupaciones, el interés supremo de tu vida por procurar bienestar, por practicar la acupuntura, la cristaloterapia, y utilizar las sustancias medicinales que el mundo real te daba, para llevarlas al cuerpo humano y provocar reacciones reflejadas en el vigor y la energía.

Donde quiera que estés, médico mágico de tres generaciones -como dice mi hijo Guillermo- pervivirás sereno y lleno de satisfacciones por el ejemplo formidable que dictaste día a día a quienes te tratamos y conocimos. Dios te tenga en paz.

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