Con pasión y resiliencia, las cicloviajeras Celeste Hernández Vargas y Lili Ibarra Ledezma desafían los peligros de la carretera para descubrir la diversidad de México.
Celeste, de Nayarit, comenzó su aventura en Playa del Carmen tras perder su trabajo en un parque de ecoturismo a causa de la pandemia, tras lo cual permaneció en labores administrativas hasta que se hartó.
Sin experiencia en ciclismo, invirtió en una bicicleta sencilla y comenzó su recorrido hacia Jalcomulco, Veracruz, junto a una perrita y otro ciclista.
Durante su segundo trayecto, de Jalcomulco a San Luis Potosí, Celeste se encontró con bikers que le brindaron apoyo y compartieron experiencias. Posteriormente, conoció a Lili Ibarra, originaria de la Ciudad de México, quien ha recorrido 15 estados y suma 7 mil kilómetros en una bicicleta de bambú construida por ella misma.
Lili se financia regresando periódicamente a trabajar en la capital y vendiendo pulseras y llaveros de macramé, que ella misma elabora, en cada parada.
Ambas cicloviajeras enfatizaron la importancia de ir ligeras y estar preparadas para acampar. Al llegar a los pueblos, suelen pedir hospedaje en kioscos o espacios comunitarios, y agradecen la hospitalidad de las personas.
Aunque han enfrentado algunos momentos de riesgo, como en la autopista 180, donde fueron seguidas por autos en un par de ocasiones, destacan que los conductores suelen ser respetuosos.
Para ellas, los cicloviajes son una forma de vivir en libertad, enfrentando los desafíos del camino.