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Sección: Vía Correo Electrónico

Aceptación natural de la muerte

Jorge Salazar García 23/12/2024

alcalorpolitico.com


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“La muerte es un cambio de estado”
Sócrates


Seguramente ha escuchado que vivimos abrumados de superficialidad, apresuramientos e indiferencias. Esencialmente, dichos fenómenos podrían ser originados por la negación de la muerte, al concebirla como un castigo o el fin de todo. Estas 2 concepciones provienen de los paradigmas religiosos (idealista) y científicos (materialista), respectivamente. En ellos subyacen las ideas de culpa y finitud determinantes del comportamiento humano. El primero fundado en la intuición, considera la muerte como una transición y el segundo sustentado en la razón afirmaba que la muerte era el fin absoluto del individuo.



Nuevo paradigma

Esa franca oposición entre lo objetivo y lo subjetivo, ha sido superada gracias a la Física Cuántica. Sus descubrimientos han dando origen al nuevo paradigma donde se considera que lo material (cuerpo) es influenciado por lo inmaterial (mente) y viceversa. Sobre esto, Fritjof Capra (“El Tao de la Física”, 1975) afirma que los resultados científicos están condicionados por las estructuras mentales de sus autores. Es decir, la realidad física es influenciada por la mente, lo que significa que, modificando el pensamiento, podría modificarse la realidad. De algún modo esto prueba que el hombre atraviesa por diversas realidades existenciales determinadas por él. Desde esta nueva perspectiva, la vida y la muerte, son estados energéticos distintos.

Una de las implicaciones trascendentes del nuevo paradigma es que la existencia humana es responsabilidad de todos y de cada quien. Asumir la responsabilidad implica, necesariamente, liberarse del narcisismo infantil que hace a la persona un objeto pasivo del destino, un apéndice del poder o un juguete del mundo (Norman O Brown). Sin ejercer el libre albedrío (rebeldía) no podría superarse el determinismo de la existencia ni controlar el destino. Así, cosificado, el individuo, es condenando a navegar entre mares de inhibición, fatalidad, insignificancia y miedos (“La negación de la Muerte”, Ernest Becker, 2003).



¿Se justifica el miedo a la muerte?

La negación de la muerte o búsqueda de emular a Dios, nos convierte en veletas del destino, bloquea el autoconocimiento interno y el desarrollo de la conciencia. Evidentemente, el miedo a la muerte física está arraigada en la mente desde que la persona adquiere conciencia de su existencia, pues sabe que lo más importante es preservar la vida. Tal sentido de preservación, orgánicamente activado, proviene de los sistemas corporales de defensa. El miedo (sensación) es un mecanismo (hormonal) de defensa reactivado cada vez que la mente percibe una amenaza, real o imaginaria. Le llamamos instinto de conservación. Siendo natural, es necesario y justificado; no debiera ser inhibido, sino controlado. Su descontrol podría conducir a la parálisis o al arrojo temerario, aumentando el riesgo de perder lo que se pretende conservar: la vida. Respecto al vacío y de acuerdo con Jacobo Grinberg, neurofisiólogo mexicano autor de la “Teoría Sintérgica”, al comparar el Universo con un fractal, descubrió que cada parte contiene la información del conjunto. Ahora bien, siendo las neuronas contenedores temporales de datos del todo, al terminar su ciclo biológico, la información contenida regresa como partículas de energía al cosmos. Son eternas porque la totalidad excluye la nada: ¡no hay espacios vacíos en el Universo! Por ejemplo, cuando una estrella se apaga o explota, únicamente cambia de condición. Igual ocurre con el cuerpo cuando “muere”; al corromperse sus partículas se reintegran a la naturaleza. Esta idea de permanencia es compatible con la concepción “orgánica y ecológica” del mundo, sostenida por la filosofía y misticismo orientales. Ya no hay duda; la materia, la mente y la conciencia son formas de energía, no “mueren”: únicamente cambian de estado. Si le aterra el vacío (como inexistencia), no hay justificación. La vida y la muerte son estados naturales. Acéptelo: ¡somos eternos!

¿Es posible una sociedad sin miedo a la muerte? Definitivamente sí lo es, pero no será espontánea. Se requieren humanos conscientes de su responsabilidad con el mundo, que controlen sus miedos permitiendo florecer sus “extraordinarias capacidades de amor, vitalidad, consciencia personal, intuición, percepción, comunicación y voluntad”. Con esa rebeldía, también desaparecería el sentido de separatividad causante de la depredación del planeta e injusticias humanas, (Eckhart Tolle, “El poder del ahora”). Además controlando el miedo a la muerte aumentarían las posibilidades de experimentar la vida con plenitud y ampliaría los horizontes de la conciencia más allá de desaparición física. Entendiendo que la muerte es una parte natural de la vida, que el menoscabo de uno, menoscaba todos, podría ser el inicio de una sociedad libre del miedo castrante fomentado desde el poder.



Vivir el presente

El tiempo es una creación psicológica útil para ubicarnos. Un segundo antes o después de una acción es relativamente inexistente en la memoria, lo real son las experiencias experimentadas en el instante conscientemente. Sin esto último, viviendo concentrados en sí mismos, distorsiona la vida, retrasa la evolución, multiplica temores (angustia), culpas del pasado y la incertidumbre (angustia) de un futuro que no existe. Conforme más se viva fuera del presente mayor será la pérdida de control sobre la vida.

En esto, los narcisistas son campeones: conforme más poder, fama y fortuna creen poseer y ante la posibilidad de no aumentarlos o perderlos mayor terror padecen. Viven aterrados planeando un futuro que alimente su ego y alivie sus miedos. Son incapaces de vivir el presente porque no admiten la posibilidad de perder juventud y posesiones. Por eso recurren a fármacos y al abuso. De otro modo no podrían conciliar el sueño ni alejar el miedo a la muerte: ¿Por qué debo envejecer o morir si soy el mejor, rico y poderoso?, se cuestionan.



Madurez existencial

Somos energía cuya permanencia está confirmada por la Primera Ley de la Termodinámica: nuestros átomos permanecerán por siempre en el Universo, transformándose. Volviendo a la obsesiva negación de la muerte, según la Tanatalogía, lo adecuado es aceptar la temporalidad del cuerpo, negarla, paradójicamente, apresura el fin*. Dicha aceptación agregará colorido y belleza a la existencia. Bailey Alice en su libro “Una gran aventura: la muerte”, afirma: “Fomentar la conciencia de nuestra futura transición y vivir con la esperanza de su prodigio” ayudará a aceptar la muerte con naturalidad. Permite dirigir nuestras capacidades a experimentar la vida presente, fortalecer la voluntad de sentido existencial, (Víctor Frankl), y prepararnos para una muerte tranquila. A eso se le denomina madurez existencial. La inmadurez encadena a la angustia de un futuro ilusorio, (Wilhelm Reich, Coraza de Carácter).

¿Es posible ser feliz?



Entendiendo la felicidad como un estado de satisfacción física y espiritual, la posibilidad de experimentarla depende, de acuerdo a Bailey, al desarrollo de la madurez existencial. Recomienda, enfocarse en el presente, practicar meditación, servir a los demás y despejar la conciencia antes de dormir. Evite la autocompasión, el automartirio y la autoflagelación. Recuerde que nadie esta exento de cometer errores ni de padecer dolores en este proceso vital que requiere constancia y conlleva pérdidas. Lo importante es mantener abierto el potencial para experimentar el amor, vivir el ahora y expandir la conciencia.

Si usted ha leído hasta estas líneas seguramente sabe controlar sus pulsiones egoístas sin atar todas sus acciones cotidianas a propósitos personales de largo plazo (le roban presente). Probablemente haya gozado la más simple de las tareas concentrándose en ellas. Abandonar la acción consciente atrofia el aprendizaje de todo el organismo. Es caer en el llamado “Síndrome de Desuso” desbocando el envejecimiento y la muerte prematuros (Walter M. Boritz). Sobre los propósitos, Sadhguru escribe en “Ingeniería Interior”, (2016): “Los que dicen tener un propósito (personal) han sido los más crueles en el planeta porque su propósito es mas importante que la vida de las personas”. Y en cuanto a la constancia, Albert Einstein, al comparar el andar en bicicleta con el vivir, recomendó,: no dejar de pedalear porque se termina el viaje.

Tenga presente que, aún en las peores condiciones, siempre habrá maravillas a nuestro alrededor susceptibles de ser experimentadas, que el dolor es natural y el sufrimiento opcional, igual que el miedo paralizante. Es su elección.



“Muerte en Bagdad”. https://www.elboomeran.com/upload/ficheros/blogs_entradas/cuento_persa₉.pdf