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Sección: Vía Correo Electrónico

Abortar “fue la mejor elección para mí”; xalapeña narra el dolor y prejuicio que enfrentó

- Lectora cuenta cómo puso en peligro su vida por recurrir a la clandestinidad

- “Interrumpí una vida pero pude continuar con la mía, sigo pensando que fue lo mejor”

Xalapa, Ver. 29/07/2021

alcalorpolitico.com

Soy mujer*, era estudiante, la más pequeña de mi familia, con una educación religiosa y crecida en una familia patriarcal y sumamente conservadora. Tuve que abortar clandestinamente en Xalapa, Veracruz, porque no había ley que garantizara ni respetara mi derecho a elegir si, a mis 18 años, quería o no iniciar una nueva etapa como madre.

Era noviembre del 2013, recién acababa de entrar a la Universidad Veracruzana, recién comenzaba una nueva etapa de mi vida, recién iniciaba también una relación sentimental con alguien que había conocido en una de mis clases.

Él era unos años más grande que yo, estaba apunto de salir de la carrera mientras yo apenas iniciaba este camino, descubriendo una nueva parte de lo que quería lograr en mi futuro próximo. Después de un mes de relación, entre las mieles del amor y la juventud, entre la emoción que vivía en este nuevo ciclo, mi periodo no llegó. Sólo confié y se lo conté a mi mejor amiga y a mi novio, nadie más.



Tras una semana de espera, me hice la prueba y para mi sorpresa, salió positiva. Mi mundo se vino abajo, todos los planes a futuro que tenía poco a poco se empezaron a desplomar, como cuando una ficha de dominó cae una tras otra. Mi mente se bombardeaba con pensamientos de prejuicio sobre qué me haría mi familia; pensaba que las personas que me rodeaban me juzgarían. Me sentía atrapada en una situación en la que no sabía qué podía hacer. Yo, a mis 18 años, no quería ser madre.

En ese tiempo, aún no se escuchaba tanto acerca del aborto, aún no era tan común que existieran redes de apoyo, yo no sabía de ningún grupo que ofreciera información al respecto. Lo hablé con mi novio y gracias a la buena comunicación que teníamos y con los ahorros de ambos, decidimos comprar unas pastillas en un grupo de Facebook y practicar un aborto en casa. Un viernes, recuerdo bien, el cielo estaba nublado y yo sentía un frío tremendo, tal vez porque el miedo se apoderaba completamente de mi cuerpo. A escondidas de mi familia, mintiendo y diciendo que me iría a casa de mi amiga por un par de días, decidí tomar la píldora abortiva en casa de él.

Después de la segunda dosis y tras esperar varias horas, comencé a sentir un cambio en mi cuerpo, una fatiga inmensa, mareos y unos cólicos tremendos. Nunca los había sentido así. Él siempre estuvo apoyándome, siempre se mantuvo muy atento de mí. El sangrado comenzó, las toallas no contenían toda la sangre que fluía de mi entrepierna, coágulos brotaban y yo tenía un miedo terrible de que el sangrado no parara nunca. Afortunadamente mi novio siempre se mantuvo ahí para calmarme.



Luego de varias horas, el sangrado fue disminuyendo pero duró más que uno de mis periodos normales. Tras varios días, el sangrado paró por completo y sentí que podía continuar normalmente con mi vida. Lo peor ya había pasado. Mi familia no se había enterado. Desde mi mirada ya todo parecía ir bien. Regresé a clases luego de ausentarme un par de días y seguí mi vida con la normalidad cotidiana tratando de enterrar por completo aquel fin de semana.

Luego de poco más de un mes, los malestares regresaron, no entendía bien qué pasaba, mi salud se deterioró de repente. El dolor fue tan fuerte que decidimos ir a urgencias al CEM, estaba a punto de perder la conciencia y sólo puedo recordar con certeza el miedo que se apoderó de mí en esos momentos.

Cuando desperté, al abrir los ojos, lo primero que vi fue a mi mamá llorando y a mi novio al lado, todo el tiempo él se mantuvo ahí. Luego, el médico se acercó para informarme qué era lo que me había ocurrido: aún tenía restos en mi útero, lo que me estaba provocando una fuerte infección; me tuvieron que practicar un legrado de urgencia. Mi vida ya estaba corriendo peligro, afortunadamente, me dijo, “tú novio actuó a tiempo”, para luego cuestionarme si yo había decidido abortar o qué era lo que había ocurrido.



Mil pensamientos me atravesaron la mente, si decía que sí, ¿iría a la cárcel? ¿Mi familia me odiaría? ¿Qué iban a pensar de mí? ¿Seguiría valiendo para las personas que me querían o simplemente me iban a tachar y juzgar por lo que había decidido hacer con mi cuerpo? Me quedé muda. Sin saber qué decir. En shock. Todo mi malestar físico se disolvió para concentrarse en preocupación. Ya nadie me vería de la misma forma, pensaba.

El doctor decidió darnos un espacio y salió del cuarto. Mi mamá me comenzó a cuestionar qué era lo que había pasado y yo, postrada en la cama de aquel hospital, ya no era capaz ni de llorar, lo único que pensaba es que le había fallado, que su hija más pequeña era ahora un ser horrible que había abortado. Entre lágrimas vi los ojos de decepción de mi madre, incluso antes de que yo pudiera explicar qué era lo que había ocurrido.

Entre el espacio que pudimos, mi novio y yo, encontrar para hablar a solas, algo que fue bastante difícil porque me encontraba asediada entre mi familia y las enfermeras; de quienes también sentía una mirada de desprecio. Pudimos hablar y decidir que ambos tomaríamos la postura de no saber qué había ocurrido, sí, mentir. Era la única opción que me quedaba, ante el juicio que hacían los demás de mí, no de él, sólo de mi.



Luego de casi 8 años, mi familia ha decidido enterrar aquel capítulo de mi vida, como si nunca hubiera existido. Yo aún recuerdo ese episodio con mucho dolor, no por la decisión que tomé, si no por la mirada que sentí de los demás hacia mí, por el prejuicio que todos hicieron ante mi derecho a decidir si ser madre o no. Los estragos emocionales son fuertes pero ahora puedo comprender que fue la mejor elección para mí, que la decisión era sólo mía.

Al final yo sí tuve la certeza y la oportunidad de decidir. Interrumpí una vida pero pude continuar con la mía. Sigo pensando que fue lo mejor, aunque tal vez la forma no fue la correcta, tal vez tampoco la más segura, tal vez debimos haber pedido ayuda de algún experto, de algún médico, tal vez mi vida pudo haber acabado ahí. Pero, en ese momento, en quien más podía confiar.

Ahora, después de esos casi 8 años, sigo con mi novio, mi familia; ambos terminamos la carrera, tenemos un trabajo, ahora vivimos juntos y esperamos, en un futuro más cercano, ser padres, pero tener un bebé deseado, con amor, sin prejuicios sociales, con un futuro seguro y con las ganas de que ahora sí, ambos, y sobre todo yo, me encuentro lista.



Celebro mucho que se haya autorizado la interrupción legal del embarazo durante estas primeras 12 semanas, a mí me hicieron sentir la peor persona y no quiero que eso le vuelva a pasar a ninguna mujer.

*Se omite el nombre de la autora por decisión de la misma.