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Sección: Estado de Veracruz

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“Viajero de sí mismo” - Michel de Montaigne

02/04/2024

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“Viajero de sí mismo” - Michel de Montaigne
Editorial de la Universidad Veracruzana

La bravura, la valentía, el honor son mejores para ganar el favor de alguien que se respeta, que la súplica. Es el mensaje del primero de tres libros de ensayos que comprende el título “Viajero de sí mismo”, de Michel de Montaigne editado por la Universidad Veracruzana y prologado por Rodolfo Mendoza.

He aquí un ejemplo que da el escritor francés para hacerse comprender con más claridad: “Scanderberg, príncipe del Epiro, que seguía a uno de sus soldados para matarlo, habiendo la víctima intentando apaciguar la cólera del soberano con toda suerte de humillaciones y de súplicas, resolvió de pronto hacerle frente con la espada en la mano; tal resolución detuvo la furia de su dueño, quien habiéndole visto tomar determinación tan digna le concedió su gracia.”

El título forma parte de la Biblioteca del Universitario, es el número 71, consta de 372 páginas y es un imprescindible para quienes están en formación -y para los que no, también- por la gran cantidad de enseñanzas que encierra. Aunque la sabiduría popular asegura que “echando a perder se aprende” o que “nadie aprende en cabeza ajena”, siempre es bueno tener referentes que ayuden a pensar.

Montaigne vivió en el siglo XVI (Périgueux, Francia, 1533 - Burdeos, id., 1592), le tocaron los “descubrimientos” en lo que es hoy el continente americano; período en el que Francia vivía una reforma protestante, de lo que puede deducirse que su padre prefirió que el muy pequeño Michel Eyquem aprendiera Latín fuera del aula, hecho que repercutió en la estructura mental del futuro escritor, que juzga conveniente adquirir conocimientos a través de la experiencia, libre de maestros y de escuelas.

En el libro segundo se aprecia con más fuerza su crítica hacia quienes repiten de memoria las ideas de los otros, incapaces en sí mismos de generar un nuevo pensamiento que les ayude a hacer de su vida una empresa diferente a la impuesta por los dogmas de la clase dominante.

“[…]. Hace ya algunos años que no tengo sino a mí mismo por objeto de mis reflexiones, que no examino ni estudio otra cosa que mi propia persona, y si a veces mis pensamientos y miras se dirigen a otro lugar lo hago sólo por aplicarlo sobre mí o en mí, para provecho personal.”

La humanidad más íntima se encuentra en el tomo tres, en éste el lector comprende lo importante de la vida, es decir, el conocerse a sí mismo, algo que el autor obtendrá mediante la meditación, la lectura y la soledad. Lo hace, también, de las mujeres, del arte de platicar, del gobierno de la voluntad y especialmente de la experiencia.

Del meditar repite lo que Aristóteles creía: “es la labor de los dioses, de la cual germinan su beatitud y la nuestra. De ahí que él considere que:

“[…]Ninguna ocupación existe ni más débil ni más fuerte que la de conversar con las propias fantasías, según sea el temple de espíritu que se posee, y con ello hacen su oficio las mayores: quibus vivere est cogitare (Para los cuales vivir es pensar. Cicerón, Tusculanae Quaestiones, V.)”

Respecto a la lectura, puntualiza que ésta le servía para despertar su razón por diversos objetivos, y su discernimiento mas no su memoria. En este punto también habla de cómo elegía a sus amigos y reflexiona sobre las relaciones humanas en un contexto más amplio, hay que recordar que él vivió a mediados del siglo XVI, en el Renacimiento, donde España e Inglaterra, la propia Francia, se expandían por el mundo a través de las armas:

[…], paréceme, contra el opinar ordinario, que en las operaciones de nuestro espíritu tenemos en general más necesidad de plomo que de alas; más necesitamos frialdad y reposo que agitación y ardor. Sobre todo, a mi juicio, es hacer el tonto echárselas de entendido entre los que no lo son;”.

La cumbre de su libertad la poseía al estar solo. “[…]. La soledad que amo y predico consiste principalmente en acarrear hacia mi interior mis afecciones y pensamientos; consiste en abreviar y concertar, no mis pasos, sino mis deseos y cuidados, resignando la solicitud extraña y huyendo mortalmente toda obligación y servidumbre, y no tanto la multitud de hombres como la de los negocios.”

Su particular visión sobre las mujeres sería mal vista en esta época, para él no era necesario que estudiaran y se adentraran en la ciencia, porque la naturaleza las hizo “hermosas”: “Es la belleza la ventaja verdadera de las damas”.

Expresaba: “Así, pues, yo amo la vida, y la cultivo tal como a Dios plugo otorgármela. No voy lamentando el experimentar la necesidad de comer o de beber, y me parecía errar de un modo no menos inexcusable, apeteciendo sentirla doble”.

Su conclusión sobre el vivir se reduce a la indagación del yo interno, a comportarse como un ser humano no a sentirse Dios:

“Inútil es que caminemos en zancos, pues así y todo, tenemos que servirnos de nuestras piernas; y aun puestos en el más elevado trono de este mundo, menester es que nos sentemos sobre nuestro trasero”.
Baste decir que estos “Ensayos” de Montaigne, que generosamente la Editorial de la Universidad Veracruzana tiene a sólo cincuenta pesos, están considerados como “una suerte de libro de la Sabiduría”. Consulte en línea más títulos: https://libreria.uv.mx


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