El presente artículo intentará dar una respuesta desde la antropología política, la filosofía política y sobre todo la ciencia política al resultado electoral para la presidencia de la república en México en el año 2018.
El resultado electoral por primera vez fue coincidente con las encuestas que se levantaron a lo largo del proceso electoral, éstas últimas pronosticaron un porcentaje del 52%, y el resultado electoral arrojó un 53% con 30 millones de votos, el doble que obtuvo AMLO en el año 2006 y 2012; y 11 millones más de los que tuvo Enrique Peña Nieto en la pasada elección presidencial; con una participación electoral del 63.4%, cabe señalar que no ha sido la elección más votada, como afirman algunos despistados analistas políticos, aquella fue la elección presidencial de 1994 con un 77% de participación electoral.
De cierta manera AMLO arrancó esta campaña con positivos, como: a) el haber estado en campaña electoral permanente desde hace 18 años, por lo tanto era el candidato más conocido por los electores; b) se corrió hacia el pragmatismo político y aceptó alianzas variopintas desde Elba Esther Gordillo, como los radicales de la CNTE, panistas conservadores y liberales, y de manera masiva a los priistas y a los perredistas, éstos segundos dejaron al PRD tan maltrecho que está a punto de la extinción, la cual se esperaba en el 2021, pero al parecer se puede acortar a este año (esto lo sabremos el próximo domingo); c) construyó un movimiento político personalista, –más no un partido político–, cuyo nombre evoca religiosamente a la Virgen de Guadalupe: morena; d) ganó la percepción en la política mexicana de que la “tercera era la vencida”, por lo que convirtió a la propia elección en un asunto de mero trámite burocrático, esto lo entendieron los votantes mexicanos sin mayor complejidad, fue un asunto de sentido común ir en contra de la otra “mafia del poder”; e) la corrupción del gobierno federal y de los gobernadores del “nuevo PRI” denotó el encabronamiento de los mexicanos y fue canalizado por AMLO, y f) el juego de suma cero que desarrollaron el PAN y el PRI, con lo cual se autodestruyeron y dinamitaron toda posibilidad de construir puentes y amarres políticos como en 2006 y 2012. De allí que la inutilidad de la disputa fue por el segundo lugar, algo insustancial para el resultado electoral.
Pero, ¿cuál fue el éxito de AMLO a diferencia de 2006 y 2012?, quizá la explicación más acabada se podría dar desde la antropología política moderna, en la cual existe una cultura política muy acentuada desde hace 700 años en el país, que es la fuerza del Tlatoani, el hombre fuerte, el Caudillo, el General, el Presidente, que deviene en una democracia delegada por parte de los electores mexicanos, al no asumir su responsabilidad individual y colectiva, en donde se opta por depositar su responsabilidad en una figura política fuerte y con rasgos mítico-religiosos; y la segunda que proviene del siglo XX, que es el fenómeno político de la “cargada”, que se pensaba que era una característica del PRI, aquella se definía como esa “adhesión en masa” al candidato que fuera elegido a través del “dedazo presidencial”, pero en esta elección nos demostró que es un asunto de la propia sociedad mexicana, y no necesariamente de la clase política y empresarial de este país, con una leve diferencia, ya no es el presidente de la república quien lo ungía como candidato, sino que ahora las encuestas se convirtieron en el nuevo fetiche político en México, y que en esta ocasión la súbita adoración hacia los estudios demoscópicos las convirtieron en el máximo elector, aquellas fueron las que construyeron la percepción de ganador hacia AMLO, y de allí renació la “cargada”; ambos hechos políticos, la reverencia a un líder carismático con tintes de líder religioso y la “cargada”, apuntan hacia el tema central sobre la identidad política del mexicano, más parroquial que cívica o ciudadana.
En el caso de la filosofía política, el que mejor interpreta una disputa de más de 500 años en Europa, es Michael Oakeshott, quien diferenció “la política de la fe y la política del escepticismo”, éste es un sugerente libro publicado en el FCE para entender el actual contexto político en el país, en donde a la primera la define como: “La política de la fe se distingue por su confianza irreflexiva en que la prosperidad puede alcanzarse por medio del poder humano, materializado —en su forma más acabada— en el Estado…el estilo escéptico de la política tiene como únicas y limitadas funciones las de preservar el orden, la paz y la seguridad, mantener los derechos individuales y castigar los ilícitos, en oposición a la política de la fe, que aboga por la prevención de las actividades incorrectas sobre una base moral.
Regresando a AMLO y siguiendo la interpretación de Oakeshott, todos los subsidios, becas, apoyos, programas que prometió en campaña se encuentran en esa línea, es decir el Estado mexicano será nuevamente el dador de todos esos recursos económicos y apoyos, es el renacimiento del “Ogro Filantrópico”, y que además todo será muy fácil en la gobernación de la “cuarta transformación” al erradicar la corrupción sobre la base moral con tan sólo imitar con el ejemplo al presidente de la república, porque además se sustentará en la política de austeridad, por lo que se acabarán los problemas del país, por lo que el modelo y el estilo personal de gobernar bastará para que la nueva moralidad, el gobierno y el pueblo cambien de sistema político y mágicamente se resolverán los problemas del país, por lo que el simplismo es una cuestión de fe, de dogma, de creencia, y cuando se topa con la realidad será muy difícil que se asuman con la ética de la responsabilidad , y particularmente porque con esto se consolida que la sociedad mexicana, es un sociedad de derechos, más no de obligaciones, y mucho menos de responsabilidades.
Lo fascinante de esta política de fe, es que los ciudadanos no le votaron a las propuestas de AMLO, que por cierto son las mismas que propuso en 2006 y 2012, le votaron “parejo” a todos los subsidios que prometió en campaña, al igual que a los candidatos propuestos en otros cargos de elección popular, muchos de ellos son impresentables, cancelando 21 años de pesos y contrapesos, de pluralidad y en esta utopía regresiva, amanecimos con un movimiento político personalista que será hegemónico, paradójicamente en esta tercera alternancia (PAN y después PRI) aniquila al sistema de partidos de la primera y segunda alternancia y deja una profunda crisis en el subsistema de partidos. De manera inédita la “cuarta transformación” que propone AMLO, será la cuarta etapa del PRI, porque con ese resultado electoral nacional que obtuvo un partido emergente, como lo era morena, los votos cambiantes se fueron en su mayoría del PRI a morena, y todo apunta hacia la refundación del PRI en morena, y vaya paradoja, la mayoría de los votantes dijeron que le votarían en contra al PRI, y terminaron votando por un expriista como AMLO, ésta es una de las máximas puestas en escena del carácter gatopardista del propio sistema político mexicano.
Finalmente, es importante mencionar algunos hechos políticos para que ayuden a comprender el triunfo de AMLO, en primera instancia el INE le otorgó un instrumento público llamado morena, el cual realizó 31 asambleas estatales, y presentó unos documentos básicos: declaración de principios, programa de acción y estatutos, los cuales después de revisarlos son de una pobreza extrema, que ni un estudiante de secundaria hubiera redactado de esa manera, aquí es pertinente mencionar que en el año 2002 el entonces IFE le negó el registro al Partido de la Rosa de Gilberto Rincón Gallardo, después de haber realizado las asambleas y cumplir con el porcentaje de militantes, simplemente porque sus documentos básicos no cumplían el requisito para su creación, ante esto me dedique a comparar y revisar ambos documentos básicos, y los del partido de Gilberto Rincón eran mucho más sólidos y sustentados que los de morena, por lo que se infiere que la creación del instrumento político morena se creó para despresurizar a la sociedad mexicana después de las reformas aprobadas con el Pacto por México; lo segundo que a la distancia se pensó que era una torpeza política por parte de Luis Miranda, subsecretario de gobernación, el haber ampliado a la CNTE a 22 estados, cuando sólo existía en 4, cuando observamos esas sorprendentes marchas de maestros que hubo en varios estados de la república para abrogar la reforma educativa, quizá de error pasó a ser algo premeditado para expandir la influencia de un movimiento magisterial radical; la tercera observación es que la corrupción que siempre fue el cemento de la sociedad mexicana, ahora se convirtió en las encuestas como el principal problema del país, desplazando a la inseguridad y a los problemas económicos, nuevamente el rol de las encuestas fueron moldeando la percepción social hacia la clase política en su conjunto: PRI, PAN, PRD. PVEM, MC, PT, NA, PES, y sólo fue quedando un solo espacio político impoluto frente a la corrupción generalizada, que fue morena, con su simplismo político de que va a acabar de la noche a la mañana como por arte de magia con la corrupción.
Finalmente la suma de: líder socioreligioso+morena+CNTE+corrupción de la clase política generó un nuevo instituto político hegemónico, lo paradójico que fue desde la creación de un nuevo actor político, aquí si se revisa la creación de los partidos emergentes desde el año 2000 a la fecha, la mayoría perdió el registro por su debilidad estructural, económica, y sobre todo política, ¿por qué uno de reciente creación como lo fue morena logró ganar la presidencia de la república?, por lo que debo concluir que el nuevo gatopardismo mexicano para reconstruir al sistema político caduco lo tenía que “regenerar” otro priista, sustentando en la cultura política del mexicano, y por supuesto reforzándolo con una sólida política de fe.