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Sección: V?a Correo Electr?nico

Reflexiones futboleras

?ngel Lara Platas 22/07/2014

alcalorpolitico.com

Totalmente cierto es que el fútbol es el deporte que más gente congrega en el mundo. La gente participa de ese espectáculo con inigualable emoción y con indescriptibles estados de euforia. Hace explotar los ánimos de multitudes congregadas en la calle, en las plazas o en los restaurantes, en las oficinas y en todos lados. Los junta, los reúne, los congrega. Es el poderoso imán que lleva a millones a estadios y a los televisores. Preferentemente, todo el mundo trata de disfrutar los partidos en compañía de otros, no a solas como ocurre con cualquier otro deporte.

El futbol es un deporte donde la magia tiene un lugar importante. Familias enteras son arrastradas por esa derrama de sentimientos mágicos que surgen de los encuentros futboleros entre equipos rivales. Es magia y no otra cosa lo que provoca el balón lleno de aire cuando cruza el espacio de los travesaños: el mundo estalla en euforia y júbilo en unos y tristeza y desencanto en otros.

En los partidos de mayor trascendencia es común ver lágrimas en los hinchas de los derrotados y gritos de desaforada alegría en los fanáticos de los que metieron más goles.



Ninguna otra causa en el mundo tiene la potencialidad para provocar a multitudes pasar, en instantes, de la euforia a la depresión y de la depresión a la euforia.

Éste deporte también tiene bases místicas. Así como hay familias con diferencias religiosas entre sus miembros, en las preferencias futboleras ocurre algo similar. Las razones para apoyar al equipo preferido no obedecen a la preparación técnica de los jugadores que lo integran. Tampoco es determinante la posición del equipo en la tabla de calificaciones. Lo que mueve a los seguidores es algo que se forma en el interior de su ser, desde el meritito centro de su espíritu. El apoyo a determinado equipo es un acto de devoción similar a lo que mueve a los devotos que adoran imágenes religiosas o míticas.
También acerca a desconocidos con preferencias similares.

El deporte de la patada consigue que cualquiera, sin asistir a la escuela, se convierta en experto calificado sobre esa disciplina.



El Fut, en la pasada competencia mundial demostró jactanciosamente que tiene la facultad de someter la vanidad de los habitantes de la tierra: uniformó a todo el mundo con los colores y diseños de los equipos que representaron a sus respectivos países. Pobres, ricos, intelectuales, niños, jóvenes, adultos, viejos, campesinos, obreros, choferes, famosos, políticos y poderosos… todos… todos… vestidos igual.

Un fenómeno pocas veces visto. El ejemplo del Presidente de la República Mexicana, al ponerse la camiseta verde, se asumió como una orden que acataron gobernadores, diputados, senadores y todo el gabinete.

Aquí, en México, las ciudades verdeaban como si se tratara de los mejores campos de labranza del mundo.



En la historia de las novelas, ninguna ha sido capaz de entristecer a millones al mismo tiempo… el futbol sí lo ha logrado. Ninguna noticia consiguió hacer explotar en alegría a millones… el balón pie sí lo hizo.

Es el único que rompe con la lógica de las competencias: empatando se gana; o lo que es un verdadero desafío a la gravedad: descendiendo se puede subir.

Ni la religión con más adeptos en el mundo ha hecho lo que el futbol: muchos millones de seres humanos, a la vez, hicieron oración para que la selección nacional regresara con el triunfo en los pies.



Sin lugar a dudas, la disputa futbolera impone reglas que resultan un verdadero desafío a las relaciones diplomáticas entre los países. Al calor de los goles, los de pantaloncillo corto pueden patearse y liarse a golpes con los contrarios y las relaciones diplomáticas de las naciones representadas no se ven alteradas, al contrario, hasta se pueden fortalecer.

Ni las parejas más civilizadas se reconcilian en tan poco tiempo. Por encarnizada que sea la lucha sobre la cancha, con patadas, codazos y cabezazos, el final del juego es coronado con abrazos, palabras gratas y el intercambio de camisetas pintadas de pasto, sin que el empapamiento de sudor se tome como un agravio personal.

La pasada copa mundial futbolera, en algunos provocó cierta sensación de poseer el pasaporte de la inmunidad, tal como ocurrió con los dos panistas (así los identificó la prensa, como si la filiación partidista fuese mejor referente que sus nombres), que fueron encarcelados en Brasil por golpear inmisericordemente a un carioca que reaccionó ante las bajezas de los mencionados en contra de su acompañante mujer. Seguros estaban que el poder que ejercían en la Delegación Política donde eran funcionarios públicos, llegaba hasta aquellas lejanas tierras.



A otros les creó la alucinación de la inmortalidad. Recordemos al tipo (por cierto bastante joven y bien preparado académicamente) que por impresionar a una dama saltó al vacío desde el piso quince de un trasatlántico, desapareciendo entre las fauces de la mar.