Estimado director de Al calor político:
En relación a la polémica que se ha desatado en torno a la venta de mascotas domésticas por particulares, me gustaría responder los principales argumentos de quienes exigen la suspensión de los anuncios donde se ofertan mascotas, principalmente perros de raza, criados y reproducidos por particulares. Existe un correo enviado a su dirección donde el autor anónimo cataloga de “jodidos” y “clase-medieros” a quienes emprenden esta actividad. Los prejuicios que refleja dicho correo no me parece que ameriten una respuesta seria. No es el caso con el correo enviado por el M.C. Jesús Omar Rodríguez Revoredo del “Hogar Temporal Koira”. Este último esboza una serie de argumentos que me parece oportuno responder.
Empezaré por citar el inicio del correo, donde M.C. Rodríguez señala: “Nosotros invitamos a nuestros seguidores a ‘solicitar’ no a ‘exigir’ a su medio considerar limitar la publicación de los anuncios de compra-venta y cruza de mascotas”, también agrega: “le comento que ‘no podemos reprimir’ a la gente y cada quien se expresa como le parece conveniente. Desgraciadamente en todos los ámbitos siempre hay posiciones ‘radicales’ o hasta ‘agresivas’ que lejos de ayudar a determinada causa, la perjudican”. El M.C. Rodríguez no parece estar consciente de que más tarde en su carta él mismo solicita acciones represivas y agresivas para impulsar su particular agenda ideológica.
El M.C. Rodríguez primero se deslinda de cualquier acto de represión y agresión para en unos párrafos más tarde agregar: “Nosotros no buscamos propiamente erradicar el comercio de mascotas sino lograr que se regule realmente para evitar la sobrepoblación…”. El pretexto del M.C. Rodríguez para buscar la regulación del mercado de mascotas es principalmente la “sobrepoblación”, pero no puedo pasar por alto que su agenda ideológica particular (que por rigor lógico no puedo extender a todos los “amantes” de los animales) también tiene un trasfondo moral. Este trasfondo moral queda claro cuando implícitamente el Señor compara los anuncios de ofertas de mascotas con aquellos donde se ofertan “servicios de masaje”. Pero continúo, para M.C. Rodríguez la finalidad de regular el mercado de mascotas es la de disminuir la sobrepoblación de animales abandonados o en situación de calle.
Él afirma que existen personas irresponsables que tras haber comprado una mascota después terminan “desechando” al animalito como si fuera un objeto. En efecto existen personas así y es lamentable. Pero es un argumento falaz suponer que regulando un mercado, las personas irresponsables dejarán de serlo. Este no es un problema “social” como se pretende analizar, es un problema de responsabilidad individual.
La “sociedad” es un concepto abstracto. Está compuesta por diferentes tipos de individuos. La sociedad no puede tener atributos concretos como la responsabilidad. Sólo el individuo, cada uno de nosotros puede tener responsabilidad. Por otro lado, regular un mercado o prohibir una actividad humana jamás ha sido eficaz para solucionar el problema que se pretende evitar con ello. Aplicar mayores regulaciones o prohibir determinada actividad normalmente tiene como una de sus consecuencias la de favorecer la corrupción y el fortalecimiento del crimen organizado (quienes se especializan en toda actividad clandestina). Un ejemplo de ello es que a pesar de todas las regulaciones y prohibiciones que existen contra el tráfico de fauna silvestre, existe un mercado negro que compite en ganancias con el tráfico de sustancias ilegales y la trata de personas. No son las regulaciones o las prohibiciones la mejor herramienta para solucionar un problema. Pero existe otra cuestión interesante.
M.C. Rodríguez nos recuerda el Artículo 32, de la Ley de Protección a los Animales del estado de Veracruz, éste señala: “Los animales de compañía únicamente podrán ser vendidos por su propietario, por criadores certificados por la autoridad correspondiente y por las tiendas legalmente establecidas, a cuyo efecto deberán ser vacunados y desparasitados, quedando estrictamente prohibida la venta de animales de compañía en vía pública, así como en criaderos domésticos”.
Este artículo es cuestionable pues no por ser ley resulta correcto o aceptable. La reproducción y crianza de animales domésticos, sobre todo la del considerado como “el mejor amigo del hombre”, data desde tiempos en que el ser humano aún era nómada y recién empezaba a cambiar su estilo de vida al sedentarismo, esto se remonta por lo menos a unos 12,000 años atrás. Criar y reproducir canes es una hermosa actividad humana. La diversidad de razas de perros que hoy conocemos proviene de esta actividad.
Hay personas de bien, amantes de los animales, amantes en especial de los perros, que crían y reproducen responsablemente a estos hermosos animales, pero hoy se pretende que sólo algunos puedan hacerlo. El artículo citado no es ninguna solución para que quienes hoy son irresponsables dejen de serlo. El artículo si, por otro lado, protege a quienes se dedican profesionalmente al negocio de la crianza y reproducción de animales. La consecuencia de él es que ninguna familia ni persona de bien pueda criar, reproducir e intercambiar sus animalitos con otros familiares, amigos o desconocidos que deseen comprárselos. Para ello necesitarán permisos especiales y por supuesto quienes ya se dedican a esto a nivel profesional se verán beneficiados quitándose de encima la “desleal competencia” de las familias veracruzanas que decidan legítimamente emprender esta actividad.
M.C. Rodríguez, del Hogar Temporal Koira (¿es eso un negocio o fundación?) denuncia:
“Desde el punto de vista fiscal [se promueve] el comercio informal, la evasión de impuestos y la competencia desleal, pues mientras los comercios legalmente establecidos (y que, en teoría cuentan con los permisos correspondientes y con animales provenientes de criaderos regulados) deben pagar renta de su local, empleados, y el impuesto correspondiente a los ingresos que emanan de sus ventas, los que venden a través del tianguis no tienen esos gastos y no son contribuyentes fiscales (al menos en esas ganancias).”
Lanzo con ello la siguiente pregunta: ¿detrás de los argumentos morales, “sociales” y de benevolencia para con los animales no existe también un interés puramente mercantilista? ¿Quiénes se benefician de promover regulaciones y prohibiciones? Aún cuando no se trate de organizaciones sin fines de lucro, ¿Querrán más tarde las fundaciones y ONG’s que luchan en esta clase de agenda ideológica que se les subsidie con las multas que se obtengan gracias a las regulaciones cabildeadas por ellos mismos? Dejo abiertas estas preguntas y continúo.
M.C. Rodríguez parece darse cuenta de ciertas contradicciones en su propio argumento de la evasión fiscal cuando señala: “No se entienda que el tianguis virtual [informal] es por sí mismo un medio de evasión, ya que prácticamente la totalidad de lo que se vende a través de (…) generó impuesto cuando fue vendido por primera vez pero en el caso de los cachorros desde el punto de vista fiscal podría considerarse como “producto nuevo” (Aclaro, desde el punto de vista fiscal, no digo que sean productos) y por tanto las ganancias deben estar sometidas a fiscalización”.
Hago dos notas a partir de este argumento:
1). Si tú tienes mascotas, en especial el caso del perro, no importa que las compres en el mercado informal, en cuanto a los impuestos tú vas a pagar impuestos vía los productos que necesitarás para atender a tu mascota. Además de que generas empleo a muchas otras personas como veterinarios, etcétera.
2). M.C. Rodríguez y muchas de las personas que se suscriben a este tipo de ideología sí exigen medidas represivas y agresivas. Pretenden usar la ley para reprimir una actividad humana, con el pretexto de combatir un problema (aunque no hay garantías de que con esto efectivamente se resuelva el problema de la “sobrepoblación de animales abandonados”, un problema de responsabilidad individual).
Cuando M.C. Rodríguez exige que el Mercado Informal (que no es ni siquiera clandestino y por eso se anuncia libremente en los diarios) se regule y pague impuestos lo que exige es una agresión. M.C. Rodríguez quizá no está consciente pero lo que solicita es una medida socialista. El socialismo es toda agresión institucional o sistemática al libre ejercicio de la función empresarial: mayores impuestos, mayores regulaciones. M.C. Rodríguez además exige una medida mercantilista: dificultar la actividad de reproducción y crianza para beneficiar a quienes lo hacen de manera profesional y cuentan con los recursos para obtener (legal o corrompiendo autoridades) los permisos necesarios. No me extraña que en otros correos se acuse de “jodidos” y “clase-medieros” a quienes quieren emprender esta actividad.
Me parece que en este debate hay intereses particulares. El problema no se arregla con mayores regulaciones o prohibiciones. El problema no se arreglará subsidiando a las fundaciones u organizaciones que viven y explotan una causa noble como es el aprecio por los animales. M.C. Rodríguez cierra su carta alegando que él y los que suscriben con agenda no parten de supuestos erróneos, pero ellos mismos no aportan ningún dato que demuestre si las regulaciones en efecto solucionan el problema que denuncian. Por otro lado, M.C. Rodríguez intenta apropiarse de la verdad cuando supone que el ciudadano de a pie (que no milita en sus grupos) debe acudir a “las asociaciones dedicadas al rescate y al propio Centro de Salud Animal” para tener “una visión clara (…) y una opinión válida sobre el tema”. ¿Significa esto último que sólo ellos mismos pueden hablar al respecto y que sólo su opinión es válida y clara? ¡Vaya! ¡Que arrogancia!
Yo invito a la opinión pública a reflexionar sobre estas cuestiones y a que se analice si en efecto las personas que tienen en su agenda una causa como ésta la promueven sin fines de lucro o tienen un interés menos noble detrás. Como amante de los animales y además como libertario yo estoy a favor de la responsabilidad individual y del libre ejercicio de la función empresarial, me opongo a que un grupo de personas traten de imponer su código moral y sus intereses particulares sobre el resto.
En este sentido me pronuncio a favor de los individuos que quieran publicar sus anuncios, a los que quieran emprender la reproducción, cría o venta de animal domésticos de raza, de la libertad y la responsabilidad individual de cada quien para adquirir voluntariamente el animalito doméstico de su predilección, y también defiendo la prerrogativa de un medio de comunicación para publicar dichos anuncios o no hacerlo en base a su propio criterio empresarial.
Agradezco a la Redacción y a la Dirección de este diario la publicación de este correo.
Biólogo Ricardo Alberto Cinta García
@RaCology