Los científicos latinoamericanos emigran, los laboratorios y las universidades no tienen recursos, el know how industrial es siempre extranjero y se paga carísimo, pero, ¿por qué no reconocer un cierto mérito de creatividad en el desarrollo de una tecnología del terror?
Eduardo Galeano
El sutil velo de la ideología, tendido por los medios de comunicación, instituciones y escribas al servicio del poder, nos oculta la realidad; o más bien tomamos por realidad las falsas nociones, representaciones e imágenes proyectadas sobre este velo y actuamos en consecuencia. Pues la ideología, bien entendida, no es otra cosa que falsa conciencia. Y la inocencia ideológica es costosa pues nos induce a movernos en una dirección propicia a los intereses de quienes promueven –por supuesto que a su favor– esta falsa conciencia. Y actuar en consonancia con el interés de la clase dominante es actuar contra el propio interés, si es que no se pertenece a los grupos privilegiados.
El antídoto contra la falsa conciencia no puede ser otro que el ejercicio del pensamiento crítico, racional y objetivo. Pero siempre, afirma Gastón Bachelard, se conoce –racionalmente, objetivamente–en contra de algo. Y ese algo es la ideología, misma que intenta hacerse pasar por conocimiento, usurpando frecuentemente el lenguaje propio de las ciencias. Entonces, establecer un conocimiento que rompa el velo ideológico requiere de un esfuerzo sustentado en la experiencia –la praxis– y en los métodos y estructuras teóricas propias de las ciencias y en la auténtica filosofía.
Se puede comenzar por la duda y la formulación de hipótesis imprudentes: ¿Por qué no se puede acabar con el narcotráfico en la escala en que hoy día se manifiesta? ¿Es solamente una cuestión de malosos que envenenan a la juventud para enriquecerse, a los cuáles los buenos declaran la guerra? ¿Muerto el perro se acabó la rabia?
Hipótesis: Desde el poder se alienta el consumo y tráfico de drogas para lograr ciertos propósitos.
Propósito 1: inyectar recursos a la economía “legal”, hoy en crisis. Recuérdese que en México el dinero producto del narcotráfico entra rápidamente a los circuitos financieros legales y que es la tercera fuente de divisas para el país, solamente superada en importancia por los ingresos petroleros y las remesas de los trabajadores migrantes. En los Estados Unidos este “dinero negro” ha servido –además de evitar la bancarrota de instituciones financieras– para financiar grupos paramilitares contrainsurgentes, ahora y en el pasado.
Propósito 2: Bajo el pretexto de la guerra contra el narcotráfico, inducir el terror en la población, para un mayor control y además para –en la confusión de “la guerra” – arremeter, como ha sido el caso, contra organizaciones e individuos que constituyan una amenaza para el sistema de dominación. No se olvide que el terrorismo de estado se propone paralizar a la población por el miedo.
Propósito 3: Profundizar la intervención del gobierno estadounidense en México, en forma conveniente a sus intereses y de la cual la iniciativa Mérida es sólo la punta del iceberg.
A la vez, en el caso mexicano, la así llamada guerra contra el narcotráfico se ubica en el contexto de la tecnología del terror a la que alude la cita de Galeano en el epígrafe. Aunque esta tecnología no parece “made in México”, sino más bien el know how ha sido importado, como sucede con la mayoría de otras tecnologías.
En el terreno de la producción de conocimiento científico y desarrollo tecnológico también se tiende el velo ideológico, haciéndonos creer que estamos “subdesarrollados” en este campo y que solamente invirtiendo más recursos o “concientizando” a la clase política para que presten atención a la ciencia y la tecnología podremos alcanzar el ansiado desarrollo. Así mismo, se cree que el quehacer científico y tecnológico sólo puede realizarse siguiendo un único camino: aquel ya trazado por las naciones “desarrolladas”, por lo que habrá que seguir, sin chistar, con modelos e instituciones calcados de estos países. Lo cual deriva en que los problemas planteados para resolverse mediante la investigación científica o mediante soluciones tecnológicas, son artificiosos, en cuanto a que generalmente son ajenos a nuestra realidad concreta.
Situación que no obedece a la casualidad, sino que puede explicarse por la estructura económica y por el papel subordinado de México en el mapa de la geopolítica mundial. ¿O somos tan inocentes para creer que Estados Unidos permitiría que México desarrollara ciencia y tecnología –en forma planificada y ligada a un modelo económico distinto al prevaleciente– y así dejara de ser un país importador, o que pasara a formar parte del bloque de países conocido como BRIC, o que se integrara a la organización recién formada por varias naciones latinoamericanas?
Hipótesis: Estados Unidos mantiene a México –como lo hace con otros países de la región– en el “subdesarrollo” científico y tecnológico, con un doble propósito.
Propósito 1: Que México siga siendo exportador de materia prima (petróleo y ciertos minerales, sobre todo) y consumidor de productos industrializados: gasolina, automóviles, alimentos procesados, tecnología, conocimientos científicos, etcétera
Propósito 2: Mantener a la sociedad mexicana bajo control. Desarrollar ciencia y tecnología en torno al interés nacional implica la elevación del nivel educativo de la población, lo que a su vez induce un mayor grado de conciencia sobre la situación presente; es decir, la sociedad es menos propensa a caer en los engaños ideológicos y, por tanto, más inclinada a rebelarse contra el estado de cosas.
Para establecer, en forma objetiva, el grado de verdad de hipótesis como las anteriormente formuladas hay que romper el mundo de la pseudoconcreción, rasgar el velo ideológico que nos oculta la verdadera razón de las cosas –la razón profunda de las cosas, decía Sandino–; tarea en la cual la educación, el conocimiento científico y la filosofía juegan un papel decisivo.