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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La lengua sucia de las redes sociales
Miguel Molina
30 de julio de 2015
alcalorpolitico.com
Llegué a la edad en que ya no se aguanta uno las ganas de decir no, aunque ejerzo esa libertad desde hace tiempo. Por ejemplo, cuando leo algunas de las cosas que mis amigos y conocidos ponen en las redes sociales: frases más o menos célebres, citas que parecen textuales, versos, cosas de esas.
 
El caso más reciente fue el de un ex colega ecuatoriano que puso algo que muchos le atribuyen a Chaplin: un texto que desde el principio suena hueco, falso, inmerecido. Busqué por donde pude, invocando a la diosa Google y mi mermada biblioteca, y no hallé nada. Alguien más tuvo suerte o se tomó más tiempo y encontró a quien –no importa el nombre– dijo Ya perdoné errores casi imperdonables, etcétera.
 
Ha habido cosas peores. Literariamente hablando, he visto textos atribuidos a Neruda (el más memorable, en un poster de UNESCO) o a Borges o a García Márquez o a quien sea, y esos mamarrachos han logrado confundir a quienes los encuentran en alguno de los rincones del vasto mundo de la internet.
 

Pero –como cualquier otra persona que use las redes sociales– he visto cosas más violentas y más absurdas. He visto crecer la intolerancia, el odio, el insulto, la ignorancia, la mala ortografía, la redacción pésima. Sé que quien no tiene claro lo que piensa no puede expresar con claridad lo que siente.
 
He leído sin creer que hay quienes desean la muerte de quienes no piensan como ellos y al mismo tiempo exigen un país democrático, donde se respeten las leyes y los derechos que de ellas emanan...
 
He leído sin comprender comentarios destructivos y crueles que calumnian y mienten. Alguien dijo que hacen eso –desde un anonimato que ha permitido hacer otras cosas– porque pueden. He leído sin placer pero con asombro cosas a todas luces inventadas: cartas que nadie escribió, comentarios que nadie hizo, noticias que no contribuyen a que la gente entienda sino todo lo contrario.
 

Pero sé que las redes sociales –o la televisión, por poner otro ejemplo– son la única forma que muchos tienen de asomarse al mundo, como parecen probar quienes se quejan de que tal o cual cosa es una distracción para que la gente no se entere de que está pasando algo más.
 
O como quienes lamentan que en México muera un periodista cada día (eso dicen, sin ofrecer mayor evidencia) y el debate nacional se centre en el futuro del entrenador de la selección de futbol, aunque sean los mismos que inundan las redes celebrando la fuga del Chapo Guzmán y repitiendo información sin sustento nada más por joder.
 
Muchos usan las redes sociales para confirmar sus opiniones, aunque sus opiniones no se basen en hechos sino en creencias o en sospechas. El hecho de que uno piense que algo es verdad no hace que lo que uno piensa sea verdad. La diferencia entre una opinión informada y una ocurrencia es clara: de nada serviría levantar una encuesta de opinión sobre si diez es más que dos.
 

En fin. Arturo Uslar Pietri publicó hace sesenta años (en El Universal de Caracas) La lengua sucia, un ensayo que ilustra con brillante precisión lo que está pasando en las redes sociales –y otros medios– de nuestro tiempo. El escritor y periodista venezolano entonces advirtió sin titubeos:
 
"La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez lo que se expresa en los peores términos soeces (...) Es la palabra lo que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción".
 
Y eso sigue siendo cierto. Carajo.