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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Veracruz: deudas y violencias
Miguel Molina
18 de junio de 2015
alcalorpolitico.com
Ahora que ya pasaron las elecciones y se asientan los polvos del escándalo, tendríamos que recordar la deuda. Para eso tendríamos que definir el monto de la deuda, una cifra en la que no se pone de acuerdo nadie pero que asciende –nunca antes mejor dicho– a miles de millones de pesos.
 
Y tendríamos que hablar de la violencia. Tal vez no de la violencia que causan los grupos armados que parecen estar en todas partes y en ninguna, porque esa se ha vuelto cosa de todos los días. Pero habría que hablar de la violencia reciente, casi inédita, que han comenzado a sufrir algunos estudiantes.
 
(Aquí va a decir alguien que se lo merecen por revoltosos, que en boca cerrada no entran moscas, que las cámaras de circuito cerrado podrían haber dado claves de quiénes son los malandros, que el lugar de los estudiantes está en las aulas, y etcétera.
 

Pero no: el lugar de los estudiantes está donde ellos decidan. El mundo sería mucho menos sin su capacidad de indignación, sin sus sueños políticos o de otros, sin sus ganas de cambiar el mundo aunque no se pueda... Así que quienes justifiquen ese ataque y otros tendrán que callarse antes de hablar, como recomienda el clásico.)
 
La golpiza que diez desconocidos les dieron en cinco minutos a ocho estudiantes no muy lejos del edificio del Partido Revolucionario Institucional a principios de junio es inexplicable, por decirlo de alguna forma. Hasta donde se sabe, ninguna de las víctimas se ha dedicado al activismo político de manera destacada. Y aunque así fuera...
 
Han pasado tres semanas del ataque. Las autoridades, aficionadas a hablar en público sobre avances de sus investigaciones, no han dicho qué ni quién, y mucho menos por qué ni para qué, aunque parte de la opinión pública sospeche que fue cosa del gobierno. La secretaría de Seguridad Pública tomó la extraordinaria medida de asegurar que sus agentes no habían sido los agresores.
 

Lo más probable es que nunca se sepa quiénes fueron los malandros, ni por qué atacaron a los muchachos. Pero muchos estudiantes han preferido criticar a la rectora Sara Ladrón de Guevara, como si ella hubiera sido la responsable del ataque o estuviera encargada de la seguridad de los estudiantes fuera de los recintos universitarios, en vez de reclamar justicia en otras partes...
 
Lo que nos lleva a la deuda. O las deudas, porque Veracruz le debe a medio mundo. Sería interesante, cuando todo esto pase, hacer un censo de las empresas que han quebrado porque le dieron productos o servicios al gobierno del estado y nunca les pagaron (aunque no faltan historias de empresas y personas que prefirieron pagar un diezmo para recibir lo que fuera con tal de no perder todo).
 
La situación es triste. Pero más triste es el anuncio reciente de que el gobierno va a invertir trescientos millones de pesos en veintitantas obras públicas (a unos diez millones por obra), aunque les debe más de mil setecientos millones a las empresas constructoras.
 

Para dar una idea, un kilómetro de la carretera Campeche-Mérida (hay que usar ese ejemplo porque no hay muchos casos de construcción de caminos estatales) costó casi veintisiete millones de pesos, uno supone que incluyendo el diezmo.
 
Y los constructores no están solos. Basta recordar las reuniones de los hoteleros, los conciertos indignados de los músicos, las protestas calladas de otros prestadores de servicios, y las promesas de funcionarios altos y bajos, anchos y delgados, que nunca se cumplieron: promete y vencerás.
 
Son muchos los que piden justicia, seguridad, garantías, pagos de adeudos, seriedad en los hechos y en los dichos. Son pocos los que están dispuestos a cumplir. Qué vaina.
 

Noé
Eran casi las nueve de la mañana del lunes en Ginebra cuando recibí el correo de Gustavo Cadena Mathey con la mala noticia de que Noé Valdés había muerto hacía muy poco tiempo. Recordé la última vez que lo ví: "Te veo nervioso, Noé", le dije como siempre. A Noé le dio risa como siempre. Quedamos de tomar un café.
 
Fuimos colegas en Punto y Aparte, y amigos en otros lados. Ahora sólo puedo lamentar que nunca hayamos podido tomar el café que nos ofrecimos, y que no hayamos vuelto a hablar de las cosas que valen la pena y no están en el periodismo. Adiós, Noé…