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Columnas y artículos de opinión
Metrópoli
Otra vez el miedo
Francisco L. Carranco
8 de junio de 2015
alcalorpolitico.com
Dejó a un lado el tema electoral de cuyo proceso no quiero acordarme, para dar paso al otro dolor de cabeza por el que atraviesa el estado; el estado en su geografía y el estado de derecho que día a día se vulnera más por los eventos cotidianos que empiezan agobiarnos, nuevamente, a los ciudadanos y, en consecuencia, a las autoridades del mismo.
 
En los últimos días hay varios eventos que siguen siendo la flama de la inseguridad y violencia, pero, dentro de ellos, destacan dos con participación de encapuchados que también deambulan por la ciudad provocando actos vandálicos y amedrentando el equilibrio y la tranquilidad social.
 
El primero de ellos fue contra dependencias el ataque a oficinas del INE y otra a una de Sedesol, los daños sólo al inmueble y cosas materiales. La que asusta, con el mismo modo operandi, fue el ataque a ocho jóvenes estudiantes que fueron brutalmente agredidos, también, por encapuchados, pero, con resultados devastadores para el estado de derecho.
 

En ambos casos las agresiones se dan en la presunción de que los índices delictivos del fuero común han disminuido en Veracruz y que, en la ciudades, se presume la protección ciudadana con policía confiable altamente entrenada, pero, que en las situaciones de flagrancia no se conoce su actuación y mucho menos que garanticen a los ciudadanos la tan desgastada protección.
 
En los dos casos mencionados con anterioridad las autoridades, encargadas de la seguridad, no actuaron con rapidez ni mucho menos con apego al protocolo que requería el caso, que quiere decir que en ambos eventos los delincuentes llevan la delantera, la flagrancia se queda atrás, nadie sabe quiénes son, por qué actuaron así y no tienen sospechosos, pero dejaron el delito.
 
Entonces surge la incongruencia de que sirve tanta policía si los eventos delictivos están en aumento y con mayor carga de violencia, tanta, que ahora se agrede impunemente a un segmento importante de la población que son los estudiantes o los jóvenes que, a domicilio, recibieron una paliza de proporciones alarmantes, la agresión dio la vuelta al mundo a través de las redes sociales y los informativos tradicionales.
 

Las especulaciones en torno a los jóvenes, obviamente, levanta suspicacias de que si eran activistas o no, “delincuentes”, militantes rivales, y toda una serie de señalamientos a favor y en contra, pero, lo que importa es que el delito se consumó estos jóvenes fueron agredidos y la autoridad tiene que resolver el asunto.
 
Quién anda por la calle enmascarado, con machetes, palos, en grupo y atacando a personas y dependencias públicas y que las autoridades no las detecten, es la pregunta.  
 
Nuevamente se pierde la confianza en las instituciones del estado, de aquellas que son garantes de la seguridad y los derechos fundamentales. El temor de ser agredidos, asaltados, robados, lastimados por nuestros semejantes sin la seguridad de la autoridades, prevalece.
 

En este contexto surge el temor, pero, no el generalizado por la inseguridad, sino el temor social de que la participación y organización del estado está fallando para garantizar, insistimos, la tranquilidad y el acceso a la justicia.
 
En estos momentos estamos vulnerados por la delincuencia que surge desde el mismo lugar en que nosotros desarrollamos nuestro, trabajo, educación, recreación, etcétera, pero, el estado de derecho se está minando también, por que no evidencia la capacidad contundente para resolver los asuntos de delitos, del fuero común, consumados, la acción de la justicia no es expedita, a ello habrá de sumársele que las acciones preventivas no son oportunas y por ello la proclividad a cometer más y más faltas y delitos.
 
Ejemplifiquemos desde el aumento de accidentes viales: atropellamientos, choques, accidentes que provocan daños considerados de salud pública y económicos, la anarquía que se observa entre los automovilistas y vehículos de servicio público de transporte urbano y de aquellos que transportan víveres, recogen la basura, llevan a los escolares a los centros educativos etcétera, todos sin vigilancia vial.
 

Por lo tanto, emerge la anarquía y la prepotencia de los choferes y automovilistas que convierten a las calles y avenidas en un campo de competencia donde no importan las faltas ni la violaciones al reglamento vial, porque no hay un autoridad, en las calles, que sancione el manejo temerario y la alta velocidad por la que transitan los autos en algunas ciudades del estado.
 
EL temor de los habitantes es que eso está pasando por el abandono del estado en el orden y justicia, y eso alimenta el malestar social y el repudio a las instituciones porque los ciudadanos tenemos miedo.
 
Suburbio 1
 

También, este domingo, les tocó a tres periodistas una agresión y robo, los individuos que los “sanjuanearon” iban armados, pero nadie los vio, sólo las víctimas.
 
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