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Columnas y artículos de opinión
Café científico
Sol, nubes y sorpresas
Paula Ximena García Reynaldos
22 de mayo de 2015
alcalorpolitico.com
“La frase más excitante que se puede oír en la ciencia, la que anuncia nuevos descubrimientos, no es "¡eureka!" sino: "eso es extraño..."
-
Isaac Asimov (1920-1992), bioquímico y escritor
 
Ayer jueves 21 de mayo, en el Distrito Federal y zonas aledañas, se observó un fenómeno que hizo que muchísimas personas miraran al cielo y sacaran sus cámaras -aunque sea la del celular- para registrarlo: el sol del medio día estaba rodeado de un halo, muy grande, con colores tenues pero que recordaban a los de un arcoiris.
 
Este fenómeno óptico, por supuesto no tiene que ver con malos augurios -ni desgraciadamente con buenos augurios-, ni con naves extraterrestres, ni con el fin del mundo, sino más bien con el tipo de nubes y por lo tanto del tiempo atmosférico que exista en cierto día. Específicamente las nubes clasificadas por los meteorólogos como cirroestratos son las que hacen posible este tipo de fenómenos.
 

Los cirroestratos son nubes formadas por cristalitos de hielo, podemos distinguirlas en el cielo pues se ven como una especie de velo fibroso, blanco de apariencia tersa y que permite ver a través de él. Debido a que son de hielo se forman a grandes altitudes en la atmósfera, donde la temperatura es más baja: entre los 6 y 12 kilómetros de altura (en regiones frías del planeta estas nubes pueden formarse a alturas más bajas).
 
En un cirroestrato la temperatura es tan baja que los cristales de hielo llegan a estar entre -35°C y -50°C. Estas pequeñas agrupaciones de agua sólida muy, muy fría toman forma de hexágonos diminutos, los cuáles hacen que la luz que pasa por ellos no sólo cambie su “camino” sino que se descomponga, lo que termina formando un fenómeno óptico como el colorido halo solar que se observó en la Ciudad de México.  
 
Sin embargo, muchas veces tenemos cirroestratos en el cielo sin que se observan halos, pues también la posibilidad de que existan, dependerá de la orientación relativa de los cristalitos de hielo de las nubes respecto a cómo inciden en ellos la luz, así como también en la posición en la que eso ocurra respecto a los observadores aquí en la Tierra.
 

Todo esto hace de éste un fenómeno no tan común y por supuesto impredecible, que además puede ocurrir de día o de noche: aunque la Luna no tenga luz propia, sabemos que refleja la luz del Sol y -sobre todo cuando está llena- ilumina muchísimo la noche, así que si se da la coincidencia de la presencia y colocación adecuada de cirroestratos, con una noche de Luna llena, también podremos observar un halo lunar.
 
Debido a las condiciones y coincidencias que requieren estos fenómenos ópticos, es por lo que aunque ayer haya sido un día soleado en casi todo el país, e incluso con cirroestratos sobre muchos lugares, ésto sólo se observó en una región delimitada. Sin embargo aunque hayan estado en algún lugar donde lo hayan podido ver “en vivo” estoy casi segura de que pudieron ver algunas de las miles de fotos que fotógrafos profesionales y muchísimos aficionados tomamos (me incluyo porque yo pude tomar mis propias fotos dado que vivo en la Ciudad de México).
 
Si no lo vieron en vivo se libraron de uno de los más grandes peligros de presenciar un fenómeno como este: mirar al Sol directamente, aunque sea un tiempo muy corto, ocasiona daños en la rentina, por que lo que definitivamente no se recomienda observar un halo solar de forma directa, yo misma que saqué varias fotos lo hice volteando de reojo, para saber más o menos a dónde apuntar mi cámara y ya entonces pude ver el halo solar en mis fotos; pues incluso aunque estemos viendo al Sol a través del objetivo de una cámara, mientras no usemos un filtro del tipo que utilizan los soldadores, seguimos exponiéndonos a quemarnos la retina (por eso es más divertido y por supuesto más seguro observar un halo lunar).
 

Como sucede en nuestros tiempos, el fenómeno natural del halo solar se volvió, en minutos, en un fenómeno en Internet, con fotos, fotos y más fotos, que luego se volvieron memes o hasta anuncios de refrescos, pizzas, autos, etc. Más o menos entre la 1-3pm en Twitter la etiqueta #HaloSolar, fue el tema más tuiteado en todo México, la mayoría de quienes lo observamos nos mostrábamos sorprendidos y felices de poder ser testigos de este fenómeno óptico y sobre todo poder compartirlo con “todo” el mundo (aunque “todo” el mundo se traduzca a nuestros pocos amigos de Facebook que leen lo que publicamos, o nuestros poquitos seguidores en Twitter).
 
Aunque ya pasada la euforia he leído también comentarios sobre que el asunto “no era para tanto” -tantas fotos, tantas noticias, tantos tuits, tantos memes-, al contrario a mí me sigue pareciendo muy interesante, no sólo el fenómeno natural, sino el “alboroto” que causó. Definitivamente, aunque los halos como este ocurren, no es algo de todos los días, por lo tanto es algo que sorprende, y que nos hace preguntarnos cosas y buscar respuestas.
 
Un estudio reciente, publicado en abril en la revista Science,* hecho por dos investigadoras del Departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro de la Universidad Johns Hopkins, mostró que los bebés menores de un año exploran mucho más el mundo a su alrededor y aprenden más cuando se les presentan sucesos inesperados que los toman por sorpresa.
 

En una de las pruebas realizadas** a dos grupos de niños de 11 meses se les presentaba una pelota que luego era arrojada contra una pared, en uno de los casos la pelota hacía lo que “debía”: era detenida por la pared; para el otro de los casos, se les mostraba un resultado “anómalo”: se les mostraba a los niños que la pelota había “atravesado” la pared. En otra de las pruebas a los niños se les prestaba un carrito, que luego era puesto a rodar sobre una superficie pequeña frente a ellos, en un caso el carrito caía al llegar al borde, en el otro caso el carrito continuaba avanzando sin que tuviera nada sólido bajo él.
 
En todos los casos a los niños se les regresaban los juguetes, con lo que la Dra. Lisa Feigenson y su estudiante de doctorado Aimee Stahl, vieron que los niños que habían presenciado el comportamiento sorprendente de los objetos, los observaban más, haciéndoles más “pruebas”: golpeándolos, tirándolos, apretándolos; en comparación a los niños que habían observado el resultado normal.
 
Con esto Feigenson y Stahl concluyeron que los bebés usan la sorpresa como una guía para buscar información en el mundo que los rodea, de forma parecida a cómo un científico pone a prueba una hipótesis y busca más respuestas -o incluso más preguntas- cuando obtiene un resultado inesperado.
 

Por eso creo que fenómenos no predecibles como el halo solar de ayer, nos ayudan a todos a ser como niños que se sorprenden del mundo que les rodea y que van en busca de respuestas para entenderlo.
 
Comentarios y sugerencias a: [email protected]; o en twitter: @paux_gr
 
*Artículo original, publicado el 3 de abril de 2015:
“Observing the unexpected enhances infants' learning and exploration”; Aimee E. Stahl, Lisa Feigenson; Science, vol. 348, no. 6230, pp. 91-94

http://www.sciencemag.org/content/348/6230/91
 
**Artículo que reseña al original e incluye un video que muestra un ejemplo de las pruebas realizadas:
http://www.smithsonianmag.com/science-nature/tiny-scientists-babies-learn-best-focusing-surprise-objects-180954839/?no-ist