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Columnas y artículos de opinión
Café científico
Primavera y feromonas
Paula Ximena García Reynaldos
24 de abril de 2015
alcalorpolitico.com
"Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.”
-Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) en Don Quijote de la Mancha
 
Ya estamos en primavera y varios de nosotros comenzamos a quejarnos -bastante- de los días calurosos. Pero entre nuestras quejas, también podemos darnos cuenta de que estamos en un tiempo de florecimiento: podemos ver ahora a las jacarandas y muchas otros árboles con flores, además de que las abejas vuelan por todas partes polizando esas plantas.
 
Muchas de estas tareas que realizan los insectos en primavera -y muchos otros animales, en esta y otras estaciones- tienen mucho que ver con la comunicación química que hay entre los individuos de una especie.
 
En los insectos está muy bien estudiado que en esta comunicación intervienen ciertos compuestos que llamamos feromonas, las cuáles no sólo están relacionadas con comportamientos sexuales, como a veces se piensa, sino que son un mecanismo general de comunicación entre todos los miembros de una especie para “avisarse” sobre la realización de ciertas conductas: conseguir alimento, agruparse, huir y por supuesto, también aparearse.

 
Estos sistemas de comunicación química funcionan porque la sustancia que manda el mensaje tiene un receptor único que puede recibir el mensaje, tal como una cerradura se abrirá sólo con su llave correspondiente. Las feromonas son un tipo de hormonas: sustancias que liberadas por una célula actúan sobre otra célula, tanto cercana como lejana provocando una respuesta. El término hormona fue acuñado por el médico Inglés E. H. Starling en 1905, lo usó por primera vez en una conferencia en la sociedad científica inglesa, Royal Society, su raíz griega quiere decir “impulsar”.
 
La función principal de las hormonas en los seres vivos es regular múltiples funciones: crecimiento, muerte celular, sistema inmunológico, actividades metabólicas y funciones generales del cuerpo, ciclos reproductivos y diversos comportamientos. Todos los seres multicelulares producimos hormonas, incluso las plantas.
 
En los animales las hormonas en general son transportadas por la sangre: las hormonas endócrinas son secretadas directamente en el flujo sanguíneo (o dentro del organismo); mientras que las hormonas exócrinas son secretadas fuera del organismo. Un ejemplo de hormonas exócrinas son las feromonas: la sustancia es secretada por un individuo fuera de él y debe ser recibida e identificada por un receptor específico en otro individuo de la misma especie.

 
Quienes estudian a los insectos han identificado muy bien los compuestos químicos que hacen posible esta comunicación entre individuos de una misma especie e incluso se usa este conocimiento para control de plagas.
 
Sin embargo, aunque se han hecho muchos estudios, en los mamíferos no ha sido tan fácil identificar de forma específica, pero sobre todo el asunto de las feromonas sigue en discusión respecto a los seres humanos.
 
En muchos animales, la comunicación con feromonas se hace a través de su detección con el llamado órgano vomeronasal (OVN) u órgano de Jacobson, que es un órgano auxiliar olfatorio existente en muchos animales. Y aunque se reconoce claramente que se forma en el desarrollo embrionario de los seres humanos y se ha logrado identificar en un cierto porcentaje de adultos, no queda claro que todos lo tengamos.

 
Pero aún si no lo tuviéramos, eso no quiere decir que no se pudieran detectar las feromonas: estudios con ratones muestran que también a través de la nariz se detectan feromonas. Sin embargo los estudios sobre función de las feromonas como mensajeros químicos para comunicación entre seres humanos, no son del todo conclusivos, pues por un lado nuestros comportamientos al ser más complejos, definitivamente están influenciados por muchas variables, pero también por la dificultad de aislar e identificar los compuestos que podrían hacer posible esta comunicación química.
 
Pues identificar la sustancia activa en el mar de compuestos que tenemos mezclados en nuestras secreciones es realmente muy complicado, pues no sólo son mezclas con cientos de compuestos diferentes, sino que quizá éstos funcionen sólo en ciertas combinaciones y que al separarlos aparentemente no tengan efecto alguno.
 
Sin embargo, aunque el estudio de las feromonas sea complicado, lo que desgraciadamente es menos difícil es encontrar miles de proveedores que comercializan “feromonas humanas”. Tecleando la palabra “feromona” en cualquier buscador de internet seguro encontraremos cientos de miles de coincidencias algunas de las cuales prometerán atracción, amor y felicidad, lo cual sin duda es un engaño, o en todo caso nos estarán vendiendo “feromonas” pero de otra especie, con lo que lo más que conseguiremos quizá es que seamos muy atractivos para un enjambre de abejas, cuando mucho.

 
¿Pero entonces qué pasará cuando en verdad encontremos nuestras feromonas? Quizá, entonces acabemos con los sentimientos encontrados que nos producen, como dice el Profesor Tristram Wyatt, Zóologo de la Universidad de Oxford y estudioso de las feromonas en animales: “...por un lado somos un poco desconfiados de que todo [el enamoramiento] esté dirigido por los olores y la química… por otro lado está toda esa publicidad detrás del perfume y del desodorante. Al final queremos creer un poco de las dos”.
 
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