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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Nemi
Miguel Molina
26 de marzo de 2015
alcalorpolitico.com
Tengo que aclarar que conozco a Juan Antonio Nemi desde antes que la academia lo llevara a España a estudiar Política Internacional y el trabajo me hiciera mudarme a Estados Unidos, hace ya muchos años. Y también hace años que no hemos conversado ni en persona ni por correo, ocupados en lo que hacemos...
 
Me dio risa (y estoy seguro de que a él tambien) cuando se alzó un coro que lo descalificaba como secretario de Salud porque no era médico, o porque había conducido un programa de entrenimiento en la televisión, como si su carrera en la administración pública hubiera comenzado el día que se paró frente a una cámara.
 
Pero no voy a dedicar esta entrada del Diario a elogiar a Juan Antonio Nemi. Sé que no es rico, y que lo que tiene es producto de su esfuerzo y de su talento, y no creo que haya dejado de ser un hombre honrado en el ambiente más enrarecido de la vida pública.
 

Por eso me extraña la discusión reciente en torno a lo que pasó – o no pasó – en la secretaría de Salud. Esta misma semana hemos visto una controversia que comenzó en una columna y pronto fue más allá de la prensa y creció en las redes sociales, abonada con insultos y difamaciones.
 
La historia – que, como todas las historias, tiene al menos dos partes – es que alguien afirma que Nemi es responsable de malos manejos financieros y administrativos en la secretaría de Salud, donde fue titular entre marzo de 2013 y octubre de 2014. Nemi niega tales cargos.
 
El sentido común indicaría que la controversia se puede zanjar de manera relativamente fácil: que la persona o las personas que aseguran que Nemi cometió o permitió fraudes en la secretaría de Salud publiquen las pruebas. Sanseacabó. Pero no ha pasado nada de eso, ni mucho menos.
 

Se han intercambiado réplicas y contrarréplicas en tonos amables y en tonos agresivos, y se han presentado argumentos y se han escrito diatribas, pero no se ha visto documento alguno. Y en más de una ocasión se ha invocado el testimonio del actual secretario de Salud, Fernando Benitez Obeso, quien estaría enterado de las anomalías en ese organismo público pero no ha dicho esta boca es mía.
 
En las redes sociales, el insulto y la difamación han llegado a niveles violentos (y no solamente en este caso). El rumor, la sospecha, la generalización infundada, se han convertido en la única forma en que muchas personas – amparadas por el anonimato que presta la internet – participan en lo que tendría que ser un debate intenso y sobre todo serio de la cosa pública.
 
El periodismo mexicano, que en estas fechas sigue bajo los efectos del escándalo Aristegui/MVS, ha puesto en evidencia el grado de indignación pública. Pero la indignación nubla los sentidos, impide pensar con claridad, y organiza al mundo en blanco y negro, como ya se ha visto en otros, numerosos, casos. Pero la vida no es en blanco y negro.
 

Me temo que – en el caso de la discusión sobre los presuntos fraudes cometidos en la secretaría de Salud – la opinión pública ya se contaminó con el virus del "dicen", "todos saben", "se afirma", "no es secreto", "es un secreto a voces", y le han nacido evidencias anecdóticas a una investigación cuyo autor (que no es la persona que escribió la columna donde se inició la discusión) hasta el momento permanece anónimo.
 
El periodismo no puede ni debe limitarse a dejar "ahí" datos basados únicamente en dichos sin respaldo documental. Mucho menos puede ni debe alentar los linchamientos mediáticos: al contrario, el periodismo – antes y ahora – debe ser punto de referencia para analizar y debatir imparcial y serenamente los grandes temas de la vida pública.
 
Pero estoy seguro de que este comentario encontrará oídos sordos. Tal vez llegue a provocar respuestas que reflejen la intolerancia de quienes las emiten. Sin duda habrá comentarios descalificando a periodistas empíricos como yo. Y pasará el tiempo. Y seguiremos sin ver los documentos que prueben una cosa o la otra.
 

Lástima. Porque seguirán las dudas y las generalizaciones, y la intolerancia. Y el rumor seguirá siendo la estrella que ilumine la larga noche de la política mexicana. Qué vaina.