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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La ultraviolencia en el cine
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
12 de marzo de 2015
alcalorpolitico.com
En el festival(ote) de los premios Óscar de la cinematografía (norteamericana) de este año, apareció una cinta: Whiplash, que obtuvo algunas de esas feas estatuillas de segundo y tercer orden: mejor montaje, mejor actor secundario y mejor sonido.  
 
Cuidándome de no caer en lo que el editor de El Quijote dice (atribuyéndoselo a Cervantes), de que «hay algunos que, no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos», diré algunas cosas. Primero: no sé qué razón pueda tener dar un premio al montaje y otro al director, pues parece que muchas veces el o los «montajistas» son los auténticos directores o viceversa. Segundo: reconozco que la calidad del sonido es excelente (oír esa banda de jazz es un placer de primer grado) y que el actor secundario (¿no es el verdadero protagonista?) hace el papel que le asignaron con mucho entusiasmo y profesionalismo. Ignoro si un actor así puede modificar o, al menos, atemperar alguno de los rasgos de carácter que le imponen. Seguramente no, porque el actor principal de otra cinta («Birdman», que el mercantilismo violento premió como la mejor película y el mejor director –y no se trata de malinchismo, quede claro-), creo que excede su actuación y eso, por supuesto, fue del agrado de los prejuiciados jueces que ven en la sobresaturación de un tema (miedo, accidentes, etc.) o en la sobreactuación de un carácter (traidor, agresivo, etc.), la crítica (o el reconocimiento) a esa característica, en este caso, la violencia, ya consuetudinaria en la vida y en las películas norteamericanas, que de eso han inundado al mundo.
 
En Whiplash sucede algo parecido con la violentísima actuación del premiado actor secundario J. K. Simmons, que desempeña al máximo el papel de un neurótico maestro-director de una banda escolar de jazz. Este tipo grosero, prepotente, injurioso, denigrante, bajo, soez, déspota y despreciable ya lo habíamos visto en cintas gringas de entrenadores de equipos deportivos o instructores de esos pelotones de deshumanizados militares, pero ahora nos aparece en los límites de lo grotesco personificando a un maestro (¿?) y director de un grupo musical, es decir, de un conjunto que brinda con su arte un verdadero deleite y remanso de paz al mundo entero.  
 

Tercero: en el arte, como en cualquier otra actividad humana, el perfeccionismo no es un ideal válido. Porque no solamente hay límites que la misma naturaleza física, fisiológica, sicológica y social impone, sino que también hay otra dimensión que el perfeccionismo técnico no ve o no puede ver: la dimensión humana, la vivencia interior del artista que se traduce en la interpretación que hace de lo escrito por el compositor, o marcado por los cánones o las reglas de esa determinada actividad.
 
Aparte de la otra sobreactuación (bastante gringa, también, del baterista, «pobrecito héroe masacrado por el afán del “maestro” de convertirlo en artista-dios»), la idea china de explotar al máximo a un ser humano, sea con la razón que sea: convertirlo en héroe nacional, artista de renombre, premio Nobel, campeón olímpico, etc., son peligros que corren quienes pierden de vista que el hombre-máquina es precisamente la antípoda del hombre-hombre, es decir, humano, persona. Que, aun dentro de ciertas limitaciones técnicas, un músico, un pintor, un científico, son capaces de hacer, de crear y de transmitir mensajes y valores que son los que verdaderamente el mundo necesita con urgencia: humanismo, sensibilidad, amor, solidaridad, paz, alegría.
 
No ignoro que mis criterios no cuadran nunca con los de los jurados de esos y otros premios. Ni modo, sigo pensando igual y creo que el cine norteamericano y sus imitadores, que pretenden (eso quiero suponer) curarnos del mal de la violencia llenándonos la vida de violencia, está errado.
 

Ese camino, curarnos de algo con exceso de eso, ya lo están probando nuestros políticos. Y también les está saliendo mal.
 
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