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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Corrupción, impunidad y desvergüenza
Rebeca Ramos Rella
2 de marzo de 2015
alcalorpolitico.com
Dicen que lo peor es la indiferencia:” ¡Que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen! La frase popular contra la invisibilidad; la que justifica tanto el elogio, como la descalificación; el chiste es estar latente en la mente y en la filosa lengua; algo así como vale más estar de moda, en el ajo o en el ojo, para bien o para mal, pero figurar. Amargo consuelo.
 
Fue el galardonado Director mexicano quien politizó la tribuna de la Academia: “Yo espero que los mexicanos podamos encontrar…construir el gobierno que merecemos”. Ni pedirle a González Iñárritu que se tire un clavado a la Teoría política y del Estado; mejor que siga dirigiendo sus grandiosas películas, ya que toda sociedad democrática, que ejerce el voto, -como la nuestra- tiene el derecho y la libre decisión de elegir el gobierno, las autoridades y representantes que se merece. Y a pesar de los pesares, en México ejercemos ese derecho.
 
Lo que expresó quedó claro: Que el gobierno –federal- actual no es el que merecemos los mexicanos, -sirva la crítica inferida-. Quizá entre los nervios y la emoción de sus tres Óscares, quiso decir “…construir el país que queremos”. Pero México, los migrantes, los mexicanos, nuestras crónicas vergonzantes recientes que siguen engrosando la bola de nieve en picada, estuvimos ahí, en ese momento de gloria artística. Afortunadamente la 87 entrega de los Premios fue de las más bajas en raiting en Estados Unidos desde 2009, con apenas 36.6 millones de audiencia. Pero seguro todo el mundo la vio o supo de ese discurso improvisado. Era el momento cumbre de la noche y ahí, en ese instante de alegría, porque lo fue, los mexicanos lo saboreamos agridulce. Hubiésemos preferido lavar la ropa en casa, porque tenemos lo que merecemos; porque ha sido nuestra elección o bajo nuestro consentimiento y es también la apatía colectiva, eso de flotar en la inercia del “valegorrismo”, una muda y paralizada concesión.
 

Otro que habla y mal, fue el magnate Donald Trump quien inconformándose por los premios al paisano célebre cineasta, -en desplante abierto de racismo- acusó a nuestro país de saquear al suyo –no sabemos en qué se basa, según la historia ha sido al revés- y nos lapidó en Twitter: “Tengo una demanda ganada pero no la he podido hacer efectiva, debido al sistema judicial corrupto de México. No hagan negocios en México”. El polémico empresario vomita sangre, no es quién para criticar tras el fraude inmobiliario contra 200 compradores que han perdido hasta 300 mil dólares por los condominios que jamás se construyeron en el Trump Ocean Resort Baja Mexico, en Tijuana.
 
Ya en el colmo de la notoriedad de nuestra Nación en el orbe y en boca de personalidades muy conocidas, algo así como ciudadanos del mundo, su Santidad Panchito, en carta personal a un ché paisano suyo, en letras ventaneadas, apela al concepto de “mexicanización” y al verbo “mexicanizar”, para aludir a la violencia que se vive en regiones de México, gracias a las obras de los criminales, los políticos, los corruptos y la mezcla diabólica de estos especímenes. Epístola en la que también se infiere el chisme puntual, es decir el flujo de cotidiana información que brindan autoridades eclesiásticas y seguramente su Excelencia el Embajador del Vaticano en México, con respecto a la inestabilidad política y social, la inseguridad y la impunidad que padecemos. Claro que hoy no hay nada más que la velocidad informativa por el internet, las redes sociales y el pajarito azul para enterarse en el momento, pero que lo escriba el Papa latino, nuestro Papa, desinfla.
 
Ya nada más nos faltaba que el Papa nos balconeara y, gravísimo, que ore más por su Argentina que por México. No debería haber discriminación, ni selectividad en la plegaria pontificia. Las sotanas de allá y de aquí, ya no atinaron en explicaciones para menguar la evidente intromisión en asuntos internos, -pecado capital para el Derecho Internacional- porque lo es, al expresar una opinión personal en correspondencia privada, soslayando la investidura de un Jefe de Estado que debe observar respeto a los principios de la sana y respetuosa convivencia. “La cosa está de terror”, palabras ligeras en Su Santidad, que hieren además si tomamos en cuenta que lo mismo ha dicho y condenado del renovado terrorismo de los Yihadistas del Estado Islámico, que purifican en la hoguera a cristianos, kurdos y para ellos, a traidores musulmanes.
 

No sería extraño que a algún acelerado de cerebro se le ocurriera acuñar para México, ya superando el nauseabundo concepto de “Estado fallido” y ahora por gracia papal, el del “Estado terrorífico”. Cuidado con el significado del terror que no está en el averno sino ciertamente en los humanos que buscan el exterminio de razas, etnias y credos y ya sabemos, que aquí en México, también en la limpieza de enemigos de plaza, negocios ilícitos y de territorios.
 
Hay una demente predilección en los fundamentalistas de cualquier especie en el mundo por quemar y hacer todo polvo. Son irracionales y espeluznantes las formas de este siglo que reciclan las inquisitorias, por pelear y lograr controlar el poder. Estamos a un paso de la barbarie.
 
Y aunque llovieron críticas a los golpes de pecho del Canciller mexicano por la nota diplomática enviada a San Pedro, lo cierto es que en México algo muy pútrido sigue brotando de las vísceras del Sistema que no podemos ocultar ni ignorar y que está causando comentarios agudos y en casos, lapidarios contra el país, contra el gobierno federal, contra lo que sucede. Molestan los señalamientos pero reflejan la pésima imagen de México en el exterior y también las realidades crudas que viven miles de mexicanos a diario.
 

La cuestión es que hablan y hablan mal de México. Esto nos descalabra y más cuando el Presidente Peña Nieto ha pronunciado un discurso emotivo en el Día de nuestra Enseña Nacional. Uno ve a la más hermosa del mundo, la Bandera de México, valerosa y fuerte, ondear en un cielo azul y despejado; ella majestuosa en todo esplendor y, dan ganas de llorar.
 
Es verdad. Debemos estar orgullosos del Lábaro y de nuestra Patria, que han ganado, defendido y edificado héroes y próceres de otros tiempos, para nosotros los de hoy y, así la lograron libre y soberana, pero uno derrama tristeza al verla hoy secuestrada y amagada en el lodazal de corrupción, injusticias, impunidad, dolor, ventajismo, cinismo.
 
Los críticos mencionados, no carecen de razón. Lo que lacera es la forma de recordarnos que vivimos en la mugre y que en esa inmundicia, no todos estamos en la dimensión del abuso y del botín; los habemos, quienes amamos a esta tierra y por ella, a su historia, a sus posibilidades y trabajamos, nos esforzamos, nos aguantamos. Siendo internacionalista, han sido mis hermanos los que se fueron a otro país y cuando me preguntan ¿Por qué sigo aquí? Les respondo, que hay mucho que hacer y que labrar en México. Para ellos, por sus profesiones, fue más prometedor luchar en el exterior; pero para mí, emigrar sería la retirada. Somos muchas, muchos los que estamos sembrando semillas desde nuestras parcelas modestas; todavía hay esperanzas de que nuestro México cambie, evolucione partiendo de lo que cada una, cada uno aportemos.
 

Pero más allá del nacionalismo, del sentimentalismo, del idealismo; más contundentes que la solidez de una vocación de servicio, están los números. Y una los descubre, los lee y los analiza y no se ve presente entusiasta, ni futuro feliz. Seguramente, también los desvelan a los encumbrados, que pronto habrán de transitar por la renovación de mandato, Congresos, gobiernos.
 
Les debe preocupar muchísimo la inconformidad y la desconfianza social. Si bien se gana en las urnas, en México, con la mitad más uno, porque aquí no hay segunda vuelta ni tope de porcentaje de votación que la obligue; porque aquí se canta victoria con un 30%, pese a que el otro 70% del electorado haya votado por otra opción, es decir en contra, de todas formas gana el que sacó más sufragios y con esa legalidad, llega, aunque no con toda la legitimidad. Ésa se va edificando con las acciones de gobierno; de poder, de servicio o con otras mismas desviadas del interés general, se va despostillando.
 
El Coneval siempre exprime el limón con sal en la llaga. Recientemente reveló que en los dos primeros años del gobierno federal, el 53.8% de los mexicanos no pudieron comprar completa la canasta alimentaria con el salario que devengan. Detalló que en 2013, el porcentaje llegó al 52.8% y el año pasado, al 54.7%, que significa que a 62 millones de mexicanos, no les alcanzó su sueldo para lo sustancial.
 

Los expertos del Tec de Monterrey alertaron que en comparación con el cuarto trimestre de 2010, al del 2014, la pobreza vinculada a los salarios aumentó 12.3%. Afirman que en el cierre del año anterior, el llamado indicador de tendencia laboral de la pobreza, es decir la herramienta que mide la capacidad de (sobre) vivir con dignidad los que tenemos un empleo, subió 3.6%, el nivel más alto desde la crisis económica de 2008.
 
La pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos es evidente. Todos lo vivimos; lo sufrimos. A dos años de este Gobierno, el ingreso laboral per cápita se ha derrumbado en un 10.5%, por lo que los especialistas recomiendan revertir la pobreza por ingresos, con empleos bien remunerados; elevar la productividad y generar mayor crecimiento económico, pero, si ya nos recortó el pronóstico, el Gobernador del Banco de México; que será este año de entre 2.5 y 3.5%, muy por abajo del 4% previsto, en donde el medio punto porcentual es precisamente la cifra que representaba el dinamismo económico que se comprometió. Y para 2016, no la veremos tampoco, si la depreciación del precio del petróleo y la volatilidad de mercados, persisten.
 
Y si habrá menos dinero, los salarios no subirán, los seguirán mochando y si no nos ha alcanzado ni para la canasta básica completa y, si ellos los que deciden presupuestos, política económica, distribución de ingresos, inversiones, ya saben cómo estamos ¿Cómo es posible tanta opacidad, subejercicios, transferencias a “otras cuentas” de recursos públicos que valientemente la Auditoría Superior de la Federación, ha denunciado con pelos y señas?
 

Si estamos tan amolados, 62 millones de mexicanos, ¿Qué han hecho con todo el dinero que sí ha entrado a las arcas de los tres órdenes y en los tres Poderes del Estado?
 
Las contradicciones que indignan. La Auditoría Superior de la Federación concluyó del ejercicio presupuestal 2013 que en áreas fundamentales para “mejorar las condiciones de vida de la población” hubo irregularidades escandalosas: en el Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal se ejercieron incorrectamente 11 mil 400 millones de pesos; detectó anomalías en el manejo de 4 mil 360 millones de pesos entregados a los estados para la ejecución del programa Seguro Popular como desabasto de medicamentos, trato descortés del personal, atención médica insuficiente o deficiente, tiempo de espera excesivo para recibir consulta, cobro de consultas médicas y negación del servicio. Reportó opacidad, ineficiencia y metas no cumplidas.
 
Acorde a las inconsistencias halladas por la ASF por 56 mil millones de pesos, el mayor monto de recursos por reintegrar al Gobierno federal se ubica en el gasto social: en el sector salud, 5 mil 800 millones de pesos, fundamentalmente en el IMSS, ISSSTE y en el Instituto Nacional de las Mujeres se concentran 4 mil millones y en Desarrollo Social, mil 800 millones de pesos. Como si no fuera prioridad ejercer y además, con transparencia estos recursos.
 

En el Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública de los Estados y del Distrito Federal, en medio de los tiempos violentos e impunes que vivimos, los recursos destinados a reclutamiento, evaluación y depuración de capital humano, la ASF encontró que de los 7 mil 631 millones de pesos que fiscalizó a todos los estados hay un “hoyo” por mil millones 119 mil de pesos que, hasta el día de hoy, no se sabe en qué se gastaron, pero no fueron para la seguridad que tanto reclamamos y cuya carencia nos critican en el exterior y tanto que nos duele.
 
Los favoritismos. En el Servicio de Administración Tributaria reportó la condonación de mil 123 millones de pesos presuntamente improcedentes en la aplicación del programa Ponte al Corriente en 2013. Estas llamadas “amnistías fiscales” se debieron a multas y recargos de cinco contribuyentes que por alguna razón omitieron el pago de retenciones de ISR o de IVA
en 2007-2011 y que, acorde a las reglas del programa, no tenían motivo para ser condonadas. En esas se beneficiaron Sabritas, Gamesa, ProLogis y Scotiabank Inverlat.
 
Los ordeñadores de hidrocarburos se reirán. En Pemex Exploración y Producción, el órgano fiscalizador halló “manejo discrecional” de 660 millones de pesos, que eran destinados a fortalecer la seguridad física de sus instalaciones, como gasoductos, baterías de separación, tanques de almacenamiento y edificios, plataformas marinas y de producción y perforación mediante monitoreo y vigilancia. Y luego vienen los accidentes por lo obsoleto de la infraestructura; las explosiones por los chupaductos; eventos que cuestan vidas y daño al medio ambiente que nadie asume.

 
Los indispensables hacedores de leyes, como siempre. Tampoco se salvó de la exhibición de tropelías presupuestales el Poder Legislativo. En el Senado la ASF reveló que se ocultó el gasto de mil 200 millones de pesos asignados a los grupos parlamentarios en 2013. Durante la presidencia de dos ex senadores panistas, las secretarias de la Mesa Directiva disfrutaron de 200 mil pesos mensuales más de su dieta; hubo gasto de dos millones de pesos mensuales adicionales por cada senador para comprar boletos de avión.
 
En el caso de la Cámara de Diputados, la ASF detectó el desvío de más de 193 millones de pesos para gasto corriente, monto que por decisión de los diputados no era necesario para la conservación y equipamiento del recinto legislativo, como estaba etiquetado originalmente.
 
En el desglose de observaciones halladas en los gobiernos estatales y del D.F., ninguno se salva, ya que en total suman 67 mil 168.8 millones de pesos de los que 540 mil 995 millones de pesos, se concentraron en menos de una decena de estados, desgraciadamente en los más pobres y protagonistas de violencia e inseguridad como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán. Mención aparte para Jalisco, Hidalgo, Sinaloa, Guanajuato y el nuestro; entidades que se llevaron el calificativo del órgano fiscalizador como de “desempeño más desfavorable” en el ejercicio de 2013, en base a 922 auditorías.

 
En total, acorde al informe de la ASF, los recursos no ejercidos, no devengados o no reintegrados a la Tesorería de la Federación por parte de las 32 entidades federativas del país, ascendieron a 22 mil 993.3 millones de pesos, cifra que representa 29.2% del total. Dicen que no hay. Pero sí hay; sólo que no lo ejercen, no lo gastan como se debe o lo transfieren a otras “necesidades”.
 
Este año, la ASF se fue contra todos. Bien. Delató que el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes de la Secretaría de Hacienda repartió 125 millones de pesos decomisados y en efectivo por 160 procesos penales: 27 millones a la PGR; 27 millones a la SSA y otros 27 millones al Consejo de la Judicatura Federal, pero sin avisarle a la Tesorería de la Federación. Y lo peor es que como lo estipulan las reformas aprobadas en 2013, esos recursos no se canalizaron como debían al Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral a cargo de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Grave.
 
A Conaculta tampoco le fue bien. De los 848 millones de pesos de dinero público que ingresó al Fondo en 2013, encontró un manejo cuestionable al no presentar expedientes de beneficiarios de programas que financió, de los que sólo uno estaba autorizado; tampoco reportó 258 millones por donativos recibidos; ni 275 millones de pesos de “gastos atendidos con recursos del patrimonio del mandato” y tampoco 40 millones de pesos recibidos por “reembolsos de los beneficiarios o becarios”.

 
El desastre y los hubiera. El Grupo de expertos en economía Observatorio Económico reveló según sus cálculos que la corrupción en el país nos ha costado 2% del Producto Interno Bruto, -todo lo que producimos en México- ya que los empresarios no invierten ante la percepción y los costos de mordidas, comisiones, diezmos y demás corruptelas. Mediciones en apego a indicadores de medición del FMI que dictan que un aumento del 10% en corrupción inhibe el crecimiento en 2%. ¿Y cómo vamos a crecer con estas cifras oscuras? Los especialistas señalan que gracias al fenómeno el país perdió el año pasado 341 mil millones de pesos en productividad.
 
Si la corrupción no hubiera llegado al 15% en 2014, la inversión productiva pudo haber sido de más de 84 mil millones de pesos; la inversión privada de 2 mil millones y la inversión extranjera directa hubiera subido de mil millones más. Según el análisis del Observatorio, si se hubiera reducido la corrupción, no habría sido necesario recortar el gasto como lo decidió Hacienda por 124 mil millones de pesos; sólo se hubiera requerido bajar una tercera parte. Así que salió más cara la mutilación.
 
La enfermedad y la decisión. Ya lo dijo el Auditor Federal que valientemente destapó con cifras lo que ya sabemos: “No hay peces gordos en la cárcel por corrupción porque no hay políticos tontos y ellos no son los que firman o llevan a cabo las operaciones.” No. Eso lo ordenan a los subalternos; es la costumbre. No obstante, también enlistó los riesgos a superar en el gasto público, si es que el ataque en contra, va en serio.

 
Primero hay que “identificar áreas amenazadas por gestión irregular de recursos públicos y el uso excesivo de discrecionalidad por lagunas legales; revisar la participación de instancias retardatarias del ejercicio del gasto; corregir la falta de planeación, seguimiento y supervisión en obras de infraestructura; programas duplicados, sin coordinación o injustificados; servicios subrogados a particulares que no garantizan para el Estado, las mejores condiciones de precio y oportunidad; combatir la ausencia de datos sistematizados y confiables de los padrones de beneficiarios de distintos programas sociales; crear un sistema eficaz de rendición de cuentas en las entidades; un programa de integridad gubernamental con controles de auditoría adecuados; hay que hacer realidad la transparencia respecto de la actividad financiera del Estado, todo ello no existe en la práctica. Y sentenció que el Sistema Nacional de Fiscalización debe ser parte del Sistema Nacional Anticorrupción, que ya los diputados aprobaron a fines de la semana pasada.
 
Insostenible no encarar esta cotidiana y bien documentada tragedia. Fue urgente el acuerdo, pese a los jaloneos, entre los tres partidos mayoritarios en la Cámara de Diputados, que accedieron –los priistas- a que el secretario de la Función Pública sea ratificado por el Senado, previa propuesta del Ejecutivo federal y también que de los ingresos a estados y municipios, de cada peso de la Federación, 92 centavos sean auditados y 8 centavos, por órganos locales. Sólo así se tomaron la foto y entraron al debate y aprobación del dictamen enviado al Senado.
 
La medicina pre-electoral, aunque lo nieguen. Habrá reformas constitucionales a 14 artículos que garantizarán la prevención, investigación y sanción de los actos de corrupción y la auditoría en tiempo real de fondos y fideicomisos públicos y privados, por parte de la ASF. Contra la impunidad, aumentaron el periodo de prescripción de delitos a 7 años.

 
El problema de fondo es que la credibilidad de los gobiernos, dirigentes, legisladores siempre ha estado y más de éstos últimos, en los subsuelos; que en este país, las leyes se hacen pero no se respetan, como ya lo evidenció la ASF; que más reformas no aseguran el cumplimiento irrestricto y que la corrupción es un flagelo estructural e institucional y costumbre humana, en despreciable coctel, arraigada por décadas y por las conductas de los de arriba que los de abajo reproducen por inercia o en revancha, en alarmantes mayorías. Que alguien lo describió atinadamente, la elite gobernante nacional no cometerá canibalismo político. Todos se tapan, se saben coludos. Para ellos la moral es un árbol de moras y la ética es para los que “no entienden” el Sistema.
 
¿Qué esperan los partidos como reacción de la ciudadanía? ¿Qué expectativa tienen de la opinión pública y de la no publicada? Si los partidos, sumidos en el estira y afloja de las listas de candidatos, todos se desnudan nepotistas atiborrándolas de parientes, vástagos, novias, esposas, socios, amigos? ¿Si la hermana del Vicepresidente de la gran televisora nacional será, como se prevé la aprueben los senadores, la nueva Fiscal General de la República?
 
La sospecha de arreglos bajo la mesa es lo que percibe la población, además de las evidencias por el telón que ha abierto la ASF y los reportajes de medios, videos, fotos que no paran. La discusión y eventual asunción del Sistema Nacional de Anticorrupción es un avance, pero era un compromiso de campaña y de gobierno que tenía pendiente el Presidente; serán los hechos, las acciones, la ley aplicada, caiga quien caiga, trátese de quien se trate, lo que convenza a los ciudadanos. Y este es un proceso que no debe detenerse ni desviarse y que traspasa los tiempos de las elecciones federales. Es una decisión de Estado que debe empujar la construcción de una nueva cultura política evidenciada en las obras y en las conductas; en el respeto al marco que fiscaliza y que sanciona en libertad y con la ley en la mano, que se debe aplicar al que robe, al que desvíe, al que oculte; al que infle.

 
Quizá lo que daría el gran viraje es el manotazo que hace meses esperamos del Presidente. Mejor de él que de los grupúsculos radicales que apuestan y lucubran la inestabilidad social, política y económica; los que tiran de todo para conseguir el fracaso. De él mejor, porque salió bastante salpicado de todo el desfogue del drenaje político, expulsado solamente para limpiarse, para sanearse. Nadie puede nadar ni sobrevivir en la inmundicia. Estamos anegados en el lodo, donde la única salvación es salir del pantano. Y si para eso los votamos, que resuelvan, mejoren, que se muevan.
 
El Presidente ha querido pasar a la historia como el gran líder reformista de su generación. El descrédito, la impopularidad, la crítica, no se combaten con baños de pueblo; ayudan, pero hoy, ahora, son los actos de gobierno, como razones de Estado y el volantazo en la actitud, en las decisiones, lo que urge ya, para zurcir la confianza dañada, para recobrar apoyo.
 
Queremos las cabezas de los peces gordos que refiere el Auditor federal.

 
Los mexicanos estamos tan amolados, tan hartos, tan decepcionados, tan indignados que una foto, una sesión en el Congreso, no convence, no restaura la confianza, ni el ánimo; menos el respaldo social que legitima, que motiva a esforzarse a una Nación.
 
El discurso frente a la Bandera tricolor, no debería quedar en los registros del mero acto cívico, sino debe estar palpitante en la acción reivindicatoria del Estado Mexicano y de quienes lo conformamos, para que regenere lo que tenemos en el piso, sino es que más abajo, el Orgullo Nacional.
 
No chillemos porque el director, el empresario, el Papa nos abochornan.

 
Que cada quien asuma la responsabilidad que le toca en esto de reventar a la corrupción y la impunidad, porque eso nos compromete a todos en la vida diaria también. Ciertamente debemos reconquistar el mérito de tener los gobernantes y los representantes que queremos, si queremos un mejor país. Si fallan, que se vayan. Pero si fallamos nosotros engordando al monstruo de la ratería, el cinismo, la ilegalidad, mejor nos callamos. Somos parte de lo mismo si a escondidas o en su cara, botamos la basura en la puerta del vecino.
 
Los ciudadanos no debemos dejar manos libres a las cúpulas. Hay que denunciar, hay que participar; hay que votar y exigir que cumplan; hay que inconformarse; hay que señalar deshonestidades.
 
Y hay que empezar por uno mismo, por la propia casa. De otra forma, seguiremos teniendo lo que merecemos: Corrupción, impunidad y desvergüenza.

 
 
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